Manfredo

Lord Byron

This page copyright © 2004 Blackmask Online.

http://www.blackmask.com

  • ACTO I, ESCENA PRIMERA.
  • ACTO II, ESCENA PRIMERA.
  • ACTO III, ESCENA PRIMERA.
  • Manfredo
           Drama en tres actos
    Produced by Miranda van de Heijning, Paz Barrios and Distributed
    Proofreaders. This file was produced from images generously made
    available by gallica (Biblioth que nationale de France) at
    http://gallica.bnf.fr.









    MANFREDO, DRAMA EN TRES ACTOS,


                  Por Lord Byron.


    TRADUCCION CASTELLANA.






    En el cielo y en la tierra
      hay mil cosas que vuestros
      filosofos tampoco dudan.


                  HORACIO.



    Paris, Libreria Americana, 1830.








    PERSONAS.






    UN CAZADOR DE GAMUZAS.


    EL ABAD DE SAN MAURICIO.


    MANUEL.


    HERMAN.


    LA ENCANTADORA DE LOS ALPES.


    ARIMAN.


    NEMESIS.


    LOS DESTINOS.


    ESPIRITUS.




          La escena se representa en medio de los Alpes, unas
          veces en el castillo de Manfredo y otras en
          las montanas.






    MANFREDO,


    Drama en tres actos.






    ACTO I, ESCENA PRIMERA.


          [Manfredo esta solo en la galeria de un antiguo
          castillo. Es media noche.]





    MANFREDO.


    Mi lampara va a apagarse; por
    mas que quiera reanimar su luz
    moribunda; no podra durar tanto
    tiempo como mi desvelo. Si parece
    que duermo, no es el sueno el que
    embarga mis sentidos y si el descaecimiento
    que me causan una multitud
    de pensamientos que afligen
    mi alma y a los cuales no me es posible
    resistir. Mi corazon esta siempre
    desvelado y mis ojos no se cierran
    sino para dirigir sus miradas
    dentro de mi mismo; sin embargo
    estoy vivo, y segun mi forma y mi
    aspecto, me parezco a los otros hombres.


    iAh! iel dolor deberia ser la escuela
    del sabio! Las penas son una
    ciencia, y los mas sabios son los
    que mas deben gemir sobre la fatal
    verdad. El arbol de la ciencia no
    es el arbol de la vida.


    Filosofia, conocimientos humanos,
    secretos maravillosos, sabiduria
    mundana, todo lo he ensayado
    y mi espiritu puede abrazarlo todo,
    todo puedo someterlo a mi genio:
    iinutiles estudios! He sido generoso
    y bienhechor, he encontrado la
    virtud aun entre los hombres ...
    ivana satisfaccion! He tenido enemigos;
    ninguno ha podido danarme
    y varios han caido delante de mi:
    iinutiles triunfos! El bien, el mal,
    la vida, el poder, las pasiones, todo
    lo que veo en los demas ha sido para
    mi como la lluvia sobre la arida
    arena. Despues de aquella hora
    maldita... No conozco el terror, estoy
    condenado a no esperimentar
    nunca el temor natural, ni los latidos
    de un corazon que hacen palpitar
    el deseo, la esperanza o el amor
    de alguna cosa terrestre... Pongamos
    en practica mis operaciones magicas.


    Seres misteriosos, espiritus del
    vasto universo, o vosotros a quienes
    he buscado en las tinieblas y en las
    regiones de la luz; vosotros que volais
    al rededor del globo y que habitais
    en las esencias mas sutiles;
    vosotros a quien las cimas inaccesibles
    de los montes, las profundidades
    de la tierra y del Oceano sirven
    muchas veces de retiro... Yo
    os llamo en nombre del encanto
    que me da el derecho de mandaros;
    idespertaos y apareced!


          [Un momento de silencio.]



    iNo vienen todavia! ibien! por
    la voz de aquel que es el primero
    entre vosotros; por la senal que os
    hace temblar a todos; en nombre
    de aquel que no muere nunca ...
    despertaos y apareced....


          [Un momento de silencio.]



    Si es asi... Espiritus de la tierra y
    del aire no eludireis seguramente
    mis ordenes. Por medio de un poder
    superior a todos los que acabo de
    servirme, por un hechizo irresistible
    nacido en un astro maldito,
    resto ardiente de un mundo que ya
    no existe, infierno errante en medio
    del eterno espacio; por la terrible
    maldicion que pesa sobre mi alma,
    por el pensamiento que tengo y que
    esta a mi rededor, os requiero la
    obediencia: pareced.


          [Aparece una estrella en el fondo oscuro de la galeria;
          es una estrella inmovil, y una voz canta las palabras
          siguientes:]





    PRIMER ESPIRITU.


    Mortal, docil a tus ordenes,
    vengo de mi palacio situado sobre
    las nubes, formado de los vapores
    del crepusculo y que colorea de
    purpura y de azul el disco del sol
    poniente. Aunque me este privado
    el obedecerte, vuelo hacia ti sobre
    el rayo de una estrella; he oido tus
    conjuros. Mortal, ique tus deseos
    se cumplan!



    LA VOZ DEL SEGUNDO ESPIIRITU.


    El Monte-Blanco es el monarca
    de las montanas; esta coronado
    desde muchos siglos con una diadema
    de nieve sobre su trono de
    rocas. Esta revestido con un manto
    de nubes: los bosques forman su
    cenidor, tiene un avalange en sus
    manos como un rayo amenazador;
    pero espera mis ordenes para dejarlo
    caer en el valle. La masa fria e inmovil
    del hielo se va derritiendo
    todos los dias, pero soy yo quien le
    dice que precipite su marcha o que
    detenga sus tempanos. Yo soy el espiritu
    de estas montanas, podria
    hacerlas estremecer hasta sus cimientos
    cavernosos... ?Que es lo que
    quieres?



    TERCER ESPIRITU.


    En las profundidades azuladas de
    los mares, en donde no hay nada
    que agite las olas, en donde nunca
    ha soplado el viento, en los parages
    que habita la serpiente marina, y
    en donde la sirena adorna con conchas
    su verde cabellera, la voz de
    tu invocacion ha resonado como la
    tempestad sobre la superficie de las
    aguas, el eco la ha repetido en mi
    pacifico palacio de coral. Declara tus
    deseos al espiritu del Oceano.



    CUARTO ESPIRITU.


    En los parages en donde duerme
    el terremoto sobre una cama de
    fuego, en los parages en donde hierven
    los lagos de betun, en las concavidades
    subterraneas que reciben
    las raices de estas cordilleras cuyas
    cumbres ambiciosas se pierden en
    las nubes, he oido los acentos magicos,
    y subyugado por su poder, he
    dejado los lugares en que he nacido
    para ponerme cerca de ti. Ordena,
    yo obedecere.



    QUINTO ESPIRITU.


    Yo soy quien vuela sobre el aquilon
    y el que prepara las tormentas.
    La tempestad que he dejado detras
    de mi esta todavia ardiendo con los
    fuegos de los truenos y de los relampagos.
    Para llegar mas pronto
    en donde tu te hallas ha atravesado
    la tierra y los mares en un huracan.
    Un cefiro favorable hinchaba las velas
    de una flota que encontre, pero
    estara sepultada en las olas antes
    que aparezca la aurora.



    SESTO ESPiRITU.


    Mi morada es constantemente la
    oscuridad de la noche. ?Porque tus
    conjuros me fuerzan a ver la odiosa
    claridad?



    SEPTIMO ESPIRITU.


    El astro que preside a tu destino
    estaba dirigido por mi desde antes
    que la tierra fuese creada. Nunca
    habia girado un planeta mas hermoso
    al rededor del sol: su curso
    era libre y regular, ningun astro
    mas benefico existia en el espacio.
    La hora fatal llego: este astro se
    convirtio en una masa de fuego, en
    un cometa vago que amenazo al universo
    girando siempre por su propia
    fuerza, sin esfera y sin curso; horror
    brillante de las regiones etereas,
    monstruo disforme entre las constelaciones
    del cielo. En cuanto a ti,
    nacido bajo su influencia; tu, gusano
    a quien yo obedezco y que
    desprecio, cediendo a un poder que
    no te pertenece, y que no te ha sido
    prestado sino para someterte algun
    dia al mio, vengo por un momento
    a reunirme a los espiritus debiles
    que doblan aqui su rodilla; vengo
    a hablar a un ser tal como tu. ?Que
    me quieres pues, criatura de barro?
    ?que me quieres?



    LOS SIETE ESPIRITUS.


    La tierra, el Oceano, el aire, la
    noche, las montanas, los vientos y
    el astro de tu destino estan a tus
    ordenes. Hombre mortal, sus espiritus
    esperan tus deseos. ?Que quieres
    de nosotros, hijo de los hombres?
    ?que quieres?



    MANFREDO.


    El olvido.



    EL PRIMER ESPIRITU.


    ?El olvido de que?



    MANFREDO.


    De lo que esta dentro de mi corazon.
    Leedlo, vos lo sabeis bien y
    yo no puedo esplicarlo.



    EL ESPIRITU.


    Nosotros no podemos darte sino
    lo que poseemos. Pidenos vasallos,
    una corona, el trono del mundo o
    de uno de sus imperios; pidenos una
    senal con la cual gobernaras a los
    elementos que nos obedecen; habla,
    tu puedes obtenerlo todo.



    MANFREDO.


    El olvido; iel olvido de mi mismo!
    ?No podreis encontrar lo que
    pido en las regiones secretas que me
    ofreceis tan liberalmente?



    EL ESPIRITU.


    Esto no existe en nuestra esencia,
    ni en nuestra sabiduria; pero ... tu
    puedes morir.



    MANFREDO.


    ?La muerte me lo concedera?



    EL ESPIRITU.


    Nosotros somos inmortales, y no
    olvidamos nada, somos eternos, y
    para nosotros lo pasado y lo venidero
    son como lo presente: ved
    nuestra respuesta.



    MANFREDO.


    Esto es burlarse de mi; pero el poder
    que os ha conducido a mi presencia
    os ha puesto bajo mi disposicion.
    Esclavos, no hay que hacer mofa de
    las voluntades de vuestro senor. El
    alma, el espiritu, la chispa celeste,
    la luz de mi ser, tiene la misma brillantez
    y la misma penetracion que
    las vuestras, y no cedera jamas
    aunque se halle encerrada en una
    prision de barro. Respondedme, o
    sino sabreis quien soy.



    EL ESPIRITU.


    Nosotros repetiremos las mismas
    palabras; lo que acabas de decir
    puede ser tambien nuestra respuesta.



    MANFREDO.


    Esplicaos.



    EL ESPIRITU.


    Si como tu dices, tu esencia es
    semejante a la nuestra, te hemos
    respondido, diciendo que lo que
    los hombres llaman la muerte no
    tiene ningun poder sobre nosotros.



    MANFREDO.


    Sera pues en vano que os haya
    invocado en vuestras moradas; vosotros
    no quereis o no podeis socorrerme.



    EL ESPIRITU.


    Habla, te ofrecemos todo lo que
    poseemos: piensa bien en ello antes
    de despedirnos y pide. ?Quieres un
    reino, el poder sobre los hombres,
    la fuerza, una larga serie de dias?



    MANFREDO.


    iMalditos seais! ?que sacare de
    una larga vida? la mia ya ha durado
    demasiado; desapareced.



    EL ESPIRITU.


    Todavia un momento; mientras
    que estamos aqui quisieramos serte
    utiles. Piensa bien en esto; ?no hay
    algun otro don que pudieramos hallar
    digno de serte ofrecido?



    MANFREDO.


    Ninguno: esperad sin embargo...
    Un momento antes de separarnos,
    quisiera veros cara a cara. Oigo
    vuestras voces, cuya dulzura melancolica
    se asemeja a las armonias
    melodiosas en medio de un lago
    cristalino; veo la inmovil claridad
    de una grande estrella, pero nada
    mas. Pareced a mi presencia tales
    como sois, uno despues de otro o
    todos juntos, pero en vuestra forma
    acostumbrada.



    EL ESPIRITU.


    Nosotros no tenemos otra forma
    que la de los elementos de los que
    somos el alma y el principio; pero
    designanos la forma que quieras,
    y sera la que adoptaremos.



    MANFREDO.


    Poco importa la forma; no hay
    ninguna sobre la tierra que sea hermosa
    o hedionda para mi: que aquel
    que entre vosotros este dotado de
    mas poder, tome el aspecto que le
    convenga. Yo lo espero.


          [El septimo Espiritu aparece bajo la figura de una
          hermosa muger.]



    EL SEPTIMO ESPIRITU.


    Miradme.



    MANFREDO.


    iO cielo! ?sera esto una ilusion?
    si tu no fueses un sueno o una imagen
    enganosa iaun podria considerarme
    dichoso! te estrecharia entre
    mis brazos y aun podriamos... (la
    muger desaparece
    ). Mi corazon se
    halla destrozado.


          [Manfredo cae desmayado, y una voz hace oir el canto que
          sigue.]


    Cuando la luna brillara en las
    regiones aereas, el gusano fosforico
    en los cespedes, el meteoro al rededor
    de las sepulturas y una llama
    rojiza sobre las lagunas; cuando
    aparecera el relampago repentino de
    las estrellas que caigan, cuando los
    buhos haran oir sus tristes conciertos
    y las hojas permaneceran inmoviles
    y silenciosas en el bosque que
    cubre la colina, mi alma pesara
    sobre la tuya con fuerza y de una
    manera terrible.


    Por profundo que sea tu sueno
    tu espiritu no dormira; hay algunas
    sombras que nunca se desvaneceran
    para ti, y algunos pensamientos que
    nunca podras desterrar de tu corazon.
    Por un poder que te es desconocido,
    no podras nunca estar solo:
    este encanto secreto te envuelve como
    una mortaja, y es como una
    nube que te servira de prision.


    Aunque tu no me veas pasar por
    tu lado, tus ojos me reconoceran
    como un objeto que no debe estar
    lejos, y que estaba cerca de ti habia
    muy poco. Cuando en este terror
    secreto volveras la cabeza, quedaras
    sorprendido de no verme con tu
    sombra sobre la tierra, y estaras
    obligado a disimular el poder cuyos
    efectos esperimentaras.


    Las palabras magicas pronunciadas
    sobre tu cabeza han atraido alli
    una maldicion terrible, y uno de
    los espiritus aereos te ha hecho caer
    en el lazo: en el soplido del viento
    habra una voz que te privara el
    alegrarte; la noche te negara el silencio
    de las sombras, y no podras
    ver brillar el sol sin desear al momento
    el es del dia.


    Yo he separado de tus lagrimas
    perfidas la esencia de un veneno
    mortal, he escogido la sangre mas
    negra de tu corazon, he arrancado
    a tu sonrisa la serpiente que se
    mantenia escondida en las arrugas
    de tu rostro, he tomado el hechizo
    que hacia tus labios tan peligrosos,
    he comparado todas estas ponzonas
    a los venenos mas sutiles; los tuyos
    son aun mas temibles.


    Por tu corazon de hierro y tu
    sonrisa de vibora, por tus ardides
    fatales, por tus miradas enganosas,
    por tu alma hipocrita, por tus artificios
    seductores y tu falsa sensibilidad,
    por el placer que encuentras
    en el dolor de los otros, por la fraternidad
    con Cain, vengo a condenarte
    a que seas tu mismo tu infierno.


    Derramo sobre tu cabeza el licor
    magico que te destina a los tormentos
    que te preparo, el sueno y la
    muerte estaran sordos a tus deseos y
    a tus suplicas; veras la muerte a
    tu lado para desearla y temerla.
    Pero ya tu decreto se cumple, y
    una cadena invisible te rodea con
    sus eslabones; mis palabras magicas
    producen su efecto: tu cabeza se
    turba y tu corazon esta proximo a
    marchitarse.






    ESCENA II.


          [El teatro representa el monte Jungfro; el dia da
          principio. Manfredo esta solo entre las rocas.]



    MANFREDO.


    Los espiritus que habia invocado
    me abandonan, las ciencias magicas
    que habia estudiado me son inutiles.
    Busco un remedio a mis males
    y no he hecho sino agriarlos: ceso
    de contar con el socorro de los espiritus;
    lo pasado no es de su resorte,
    y el porvenir ... hasta tanto que
    tambien este sepultado en la noche
    de los tiempos, me causa muy poca
    inquietud. iO tierra en donde he
    nacido! aurora radiante, y vosotras
    altas montanas ? porque sois tan hermosas?
    Yo no puedo amaros. Y tu,
    antorcha brillante del universo, que
    estiendes tu luz sobre toda la naturaleza,
    y la haces temblar de gozo,
    tu no puedes lucir en mi helado corazon.
    Desde esta cima escarpada
    veo las orillas del torrente, los pinos
    magestuosos que la distancia
    los hace semejantes a los humildes
    arbustos; y cuando un solo movimiento
    bastaria para hacer pedazos
    mi cuerpo sobre esta cama de rocas,
    y para fijarlo en un eterno descanso,
    ?por que razon estoy dudoso?


    Siento el deseo de precipitarme
    al pie de la montana y no me atrevo
    a ejecutarlo, veo el peligro y no
    pienso en huirle. Un vertigo se ha
    apoderado de mi vista, y sin embargo
    mis pies se mantienen inmoviles
    y firmes. Un poder secreto me
    detiene y me condena a vivir a pesar
    mio, si es vivir el llevar un desierto
    arido en mi corazon, y el ser
    yo mismo el sepulcro de mi alma,
    supuesto que no trato de justicar
    mis crimenes a mis propios ojos:
    esta es la ultima desgracia de los
    malos.


          [Un aguila pasa sobre Manfredo.]


    iO tu, reina de los aires, cuyo
    rapido vuelo te remonta hacia los cielos,
    que no te dignes caer sobre mi,
    para hacer presa de mi cadaver, y
    alimentar con el a tus hijuelos! Ya
    has atravesado el espacio en que podian
    seguirte mis ojos; y los tuyos
    pueden todavia descubrir todos los
    objetos que estan sobre la tierra y
    en el aire... iAh! icuantos objetos
    dignos de admiracion ofrece este
    mundo visible! icuan grande es en
    sus causas y en sus efectos! pero nosotros
    que nos llamamos sus senores,
    nosotros, criaturas de barro y
    semidioses al mismo tiempo, incapaces
    de poder caer a un rango mas
    inferior, y tambien de elevarnos,
    escitamos una guerra continua entre
    los elementos diversos de nuestra
    doble esencia, respirando a un mismo
    tiempo la bajeza y el orgullo,
    estamos indecisos entre nuestras miserables
    necesidades y nuestros deseos
    soberbios, hasta el dia en que
    la muerte triunfa y en que el hombre
    viene a ser ... lo que no se atreve
    a confesar a si mismo, ni a sus semejantes.


          [Un pastor toca la flauta en un parage lejano.]


    iQue dulce melodia es el sonido
    natural de la zampona campestre!
    porque, en estos parages, la vida
    patriarcal no es ciertamente una fabula
    de la edad de oro; el aire de la
    libertad no resuena aqui sino en las
    armonias de la flauta pastoral, y en
    el ruido sonoro de los cencerros del
    ganado que retoza en las colinas.
    iMi alma esta hechizada con semejantes
    ecos!... iQue no sea yo el invisible
    espiritu de un sonido melodioso,
    de una voz viva, de una
    armonia animada, qne nace y muere
    con el soplo que la produce!


          [Llega un cazador de gamuzas que viene del pie de la
          montana.]



    EL CAZADOR.


    La gamuza ha salvado las rocas,
    y sus pies agiles la han llevado lejos
    de mi; apenas mi caza me habra proporcionado
    en el dia con que hacerme
    olvidar mis correrias peligrosas...
    ?Pero que veo? ?Quien es
    este hombre que parece que no es
    ninguno de nuestros cazadores, y
    que no obstante ha sabido recorrer
    estas alturas escarpadas que nuestros
    companeros los mas ejercitados son
    los unicos que pueden practicarlo?
    Sus vestidos anuncian la riqueza;
    su aspecto es varonil, y sus ojos son
    tan arrogantes como los de un labrador
    que sabe que ha nacido libre.
    Acerquemonos a el.



    MANFREDO.


          [Sin haber visto al cazador.]


    iEs indispensable el verse encanecer
    por las penas; semejante a los
    pinos disecados, restos de los destrozos
    de un solo invierno, despojados
    de su corteza y de sus verdes
    hojas! iEs necesario conservar una
    vida que no sustenta en mi sino el
    sentimiento de mi ruina! ies preciso
    recordarme siempre de los tiempos
    mas dichosos! iTengo mi rostro
    lleno de arrugas, no por los anos,
    pero si por las horas y los momentos
    mas largos que los siglos! iy todavia
    puedo vivir! iCumbres coronadas
    del hielo, avalanges que un soplo
    puede separar de las montanas,
    venid a confundirme! He oido muchas
    veces rodar en los valles vuestras
    masas destructoras, pero vosotros
    no aniquilais sino los seres que
    todavia quisieran vivir, las tiernas
    plantas de un nuevo bosque, la cabana
    o la choza del inocente labrador.



    EL CAZADOR.


    La niebla empieza a levantarse en
    el centro del valle, voy a advertirle
    que se baje, se arriesgaria a perder
    a un mismo tiempo el camino y la
    vida.



    MANFREDO.


    Los vapores se amontonan al rededor
    de los hielos, las nubes se
    forman en copos blanquecinos y sulfureos,
    semejantes a la espuma que
    salta por encima de los abismos infernales,
    en donde cada ola burmugeante
    va a romperse en la costa en
    donde estan reunidos los condenados
    como las piedras en la de la mar.
    Un vertigo se apodera de mi.



    EL CAZADOR


    Acerquemonos con precaucion
    por temor de no sobrecogerle: parece
    que ya titubea.



    MANFREDO.


    Las montanas se han abierto un
    camino al traves de las nubes, y con
    su choque han hecho temblar toda
    la cordillera de los Alpes, cubriendo
    de escombros los verdes valles, deteniendo
    el curso de los rios por
    su caida repentina, reduciendo sus
    aguas en turbillones de vapores y
    forzando al manantial a que se forme
    una nueva madre. Asi cayo en otros
    tiempos el monte Rosemberg minado
    por los anos. iQue no hubiese caido
    sobre mi!



    EL CAZADOR.


    iAmigo tened cuidado! el dar
    otro paso pudiera seros fatal. Por el
    amor del Criador, no permanezcais
    a la orilla de este precipicio.


          [Manfredo continua sin oirle.]



    MANFREDO.


    iHubiera sido un sepulcro digno
    de Manfredo! mis huesos habrian
    descansado en paz bajo un monumento
    semejante, no hubieran quedado
    sembrados sobre las rocas, viles
    juguetes de los vientos, como
    van a serlo, despues que me haya
    precipitado... iA Dios bovedas celestes;
    que vuestras miradas no me
    reprendan mi accion, vosotras no
    estais hechas para mi! iTierra, yo
    te restituyo tus atomos!


          [Cuando Manfredo va a precipitarse, el cazador le coge y
          le detiene.]



    EL CAZADOR.


    iDetente! insensato: aunque te
    halles fatigado de la vida, no manches
    nuestros pacificos valles con tu
    sangre culpable. Ven conmigo, yo
    no te dejare.



    MANFREDO.


    Tengo el corazon desolado...
    Vaya, no me detengas mas... Me
    siento desfallecer... Las montanas
    dan vueltas delante de mi como si
    fuesen turbillones. Yo ceso de vivir...
    ?Quien eres?



    EL CAZADOR.


    Yo respondere despues, ven conmigo.
    Las nubes se apaciguan.
    Apoyate sobre mi brazo y pon aqui
    tu pie... Toma este baston y ostente
    un momento en este arbolito
    dame la mano y no abandones mi
    cinto... Poco a poco... Bien ... de
    aqui a una hora estaremos en la casa
    en donde se hacen los quesos. Valor;
    muy luego encontraremos un pasage
    mas seguro, una especie de sendero
    abierto por un torrente de invierno...
    Vamos; ved que esta bueno. Tu hubieras
    sido un escelente cazador;
    sigueme....


          [Descienden con trabajo por las rocas.]






    FIN DEL ACTO PRIMERO.






    ACTO II, ESCENA PRIMERA.



          [El teatro representa una choza de los Alpes.]






    MANFREDO Y EL CAZADOR DE GAMUZAS.



    EL CAZADOR.


    No, no, permaneced todavia,
    partireis mas tarde, vuestro espiritu
    y vuestro cuerpo tienen necesidad
    de mas descanso. De aqui a algunas
    horas estareis mejor, os servire de
    guia, ?pero adonde iremos?



    MANFREDO.


    Conozco el camino y no necesito
    guia.



    EL CAZADOR.


    Vuestros vestidos y vuestro aire
    anuncian un hombre de un nacimiento
    distinguido; vos sois sin
    duda uno de los senores cuyos castillos
    dominan los valles; ?cual es
    vuestra morada? Yo no conozco sino
    la puerta de los palacios de los grandes.
    Mi modo de vivir me conduce
    muy rara vez a sus vastos hogares,
    para sentarme alli al rededor del
    fuego con sus vasallos; pero los senderos
    que se dirigen a dichos castillos
    me son muy conocidos desde
    mi infancia. ?Cual es el que os pertenece?



    MANFREDO.


    Poco te importa.



    EL CAZADOR.


    iY bien! perdonadme mis preguntas;
    pero dignaos estar mas alegre.
    Venid a gustar mi vino; es muy
    viejo: muchas veces me ha confortado
    el corazon en medio de nuestros
    hielos; recurrid a el para reanimar
    vuestro valor. Vamos, bebamos
    juntos.



    MANFREDO.


    Separa, separa esa copa; isus
    bordes estan mojados con sangre!
    iNo vere nunca esta sangre sepultada
    bajo la tierra!



    EL CAZADOR.


    ?Que quereis decir? ?vuestros
    sentidos estan turbados?



    MANFREDO.


    Digo que es mi sangre, mi propia
    sangre, la sangre pura que corria en
    las venas de nuestros padres y en
    las nuestras, cuando en los primeros
    dias de nuestra juventud no teniamos
    sino un corazon, y nos amabamos
    como no hubieramos nunca debido
    amarnos. Esta sangre ha sido
    derramada, pero se eleva eternamente
    de la tierra y va a tenir las
    nubes que me cierran la entrada del
    cielo, en donde tu no estas y en
    donde yo no estare jamas!



    EL CAZADOR.


    iHombre singular en tus palabras,
    a quien sin duda persigue algun remordimiento
    y a quien el delirio
    manifiesta las fantasmas! cualesquiera
    que sean tus terrores y tus
    penas, todavia hay consuelos para ti
    en la piedad de los hombres justos
    y en la paciencia....



    MANFREDO.


    iLa paciencia! iy siempre la paciencia!
    esta palabra fue creada para
    los hombres dociles y no para las
    aves de presa... Predica la paciencia
    a los mortales formados con el miserable
    polvo, yo soy de otra especie.



    EL CAZADOR.


    iGracias a Dios! yo no quisiera
    ser de la tuya por la gloria de Guillermo
    Tell. Pero cualquiera que sea
    el mal que te oprime, es preciso soportarle,
    y todos esos movimientos
    convulsivos son inutiles.



    MANFREDO.


    Yo le soporto sobradamente. Mirame:
    yo vivo.



    EL CAZADOR.


    Tu te agitas con terror, pero no
    vives.



    MANFREDO.


    Te respondere que he vivido muchos
    anos, y que no cuentan por
    nada en el dia en comparacion de
    los que me faltan vivir. Veo delante
    de mi siglos, el infinito, la eternidad,
    mi conciencia y la sed ardiente
    de la muerte que me atormenta sin
    cesar.



    EL CAZADOR.


    Apenas se reconoce en tu frente
    la edad de la virilidad, yo cuento
    muchos mas anos que tu.



    MANFREDO.


    ?Crees que la existencia depende
    del tiempo? Las acciones; ved nuestras
    epocas. Las mias han multiplicado
    mis dias y mis noches al infinito;
    los han hecho innumerables
    como los granos de arena de una
    costa, y los han convertido en un
    desierto arido y helado alque vienen
    a espirar las olas que al retirarse no
    dejan sino cadaveres, escombros de
    las rocas y algunas yerbas amargas.



    EL CAZADOR.


    iAy! ha perdido el juicio, pero
    yo no debo abandonarle.



    MANFREDO.


    iQue no le haya perdido como tu
    dices! todo lo que ahora veo no seria
    sino el sueno de un cerebro enfermo.



    EL CAZADOR.


    ?Que ves pues, o que crees ver?



    MANFREDO.


    A ti y a mi, un paisano de los Alpes,
    tus modestas virtudes, tu choza
    hospitalaria, tu valerosa paciencia,
    tu alma arrogante, libre y
    piadosa; tu respeto por ti mismo
    fundado sobre tu inocencia, tus dias
    llenos de salud, tus noches consagradas
    al sueno, tus trabajos ennoblecidos
    por el riesgo y sin embargo
    esentos del crimen, tu esperanza de
    una dichosa vejez y de una sepultura
    pacifica, en donde una cruz y una
    guirnalda de flores adornaran los
    cespedes, y a la cual serviran de
    epitafio los tiernos sentimientos de
    tus nietos: esto es lo que veo; y si
    miro dentro de mi mismo ... pero ya
    no es tiempo; mi alma estaba ya dolorida....



    EL CAZADOR.


    ?Y no cambiarias con gusto tu
    suerte por la mia?



    MANFREDO.


    No, amigo mio, yo no querria
    hacer un cambio tan funesto paro ti,
    y no lo haria con ningun otro viviente.
    Solo, puedo resistir a mis
    angustias, solo, puedo vivir soportando
    lo que los otros hombres no
    podrian conocer, ni aun en suenos,
    sin perder la vida.



    EL CAZADOR.


    ?Como con este generoso interes
    por tus semejantes, puedes verte
    cargado de crimenes? cesa de decirmelo;
    ?un hombre capaz de un
    sentimiento tan tierno puede haber
    inmolado a su furor a sus enemigos?



    MANFREDO.


    No, no, ijamas! he sido cruel con
    los que me amaban, con aquellos a
    quienes yo amaba. Jamas he dado
    un golpe a un enemigo sino en mi
    legitima defensa; pero iay! mis caricias
    eran fatales.



    EL CAZADOR.


    iQue el cielo restituya la tranquilidad
    a tu alma! ique el arrepentimiento
    te vuelva a ti mismo! yo te
    prometo mis oraciones.



    MANFREDO.


    No tengo ninguna necesidad de
    ellas; pero no desprecio tu piedad,
    me retiro; a Dios. Te dejo este bolsillo,
    igualmente que mis gracias,
    no hay que rehusarle ... esta recompensa
    te es debida ... no me sigas ...
    conozco mi camino, no tengo que
    atravesar los senderos peligrosos de
    la montana; lo repito otra vez, no
    quiero que se me siga.


          [Manfredo se va.]






    ESCENA II.


          [El teatro representa un valle de los Alpes inmediato a
          una catarata.]



    MANFREDO.


    El sol no se halla a la mitad de su
    carrera, y el arco iris que corona el
    torrente recibe de sus rayos sus hermosos
    colores[1]. Las aguas estienden
    sobre el declivio de las rocas su
    manto de plata, y su espuma que se
    eleva como un surtidor, se parece a
    la cola del enorme y palido caballo
    del Apocalipsis sobre el que vendra
    la Muerte.


    Mis ojos solamente gozan en el
    momento de este magnifico espectaculo,
    estoy solo en esta pacifica
    soledad, y quiero disfrutar del homenage
    de la cascada con el genio
    de este lugar. Llamemosle.


          [Manfredo toma algunas gotas de agua en el hueco de su
          mano y las arroja al aire pronunciando su conjuro
          magico. Al cabo de un momento de silencio aparece la
          Encantadora de los Alpes bajo el arco iris del
          torrente.]


    iEspiritu de una hechicera hermosura,
    que yo pueda admirar tu
    cabellera luminosa, los ojos resplandecientes
    y las formas divinas que
    reunen todos los hechizos de las
    hijas de los hombres a una sustancia
    aerea y a la esencia de los mas puros
    elementos! Los colores de tu tez
    celeste se parecen al bermellon que
    hermosea las megillas de un nino
    dormido en el seno de su madre y
    mecido con los latidos de su corazon;
    se parecen al color de rosa que
    dejan caer los ultimos rayos del dia
    sobre la nieve de los ventisqueros,
    y que puede equivocarse con el pudico
    sonrosado de la tierra recibiendo
    las caricias del cielo. Tu aspecto
    suaviza el resplandor del arco brillante
    que te corona; yo leo sobre
    tu frente serena que refleja la calma
    de tu alma inmortal, leo que tu perdonaras
    a un hijo de la tierra, con
    quien se dignan comunicar algunas
    veces los espiritus de los elementos,
    el atreverse a hacer uso de los secretos
    magicos para llamarte a su
    presencia y contemplarte un momento.



    LA ENCANTADORA DE LOS ALPES.


    Hijo de la tierra, yo te conozco;
    igualmente que los secretos a que
    debes tu poder, te conozco por un
    hombre de pensamientos profundos,
    estremoso en el mal y en el bien,
    fatal a los otros y a ti mismo; te esperaba,
    ?que quieres de mi?



    MANFREDO.


    Admirar tu hermosura, nada mas.
    El aspecto de la tierra me sumerge
    en la desesperacion; busco un refugio
    en sus misterios, huyo cerca de
    los espiritus que la gobiernan; pero
    ellos no pueden socorrerme; les he
    pedido lo que no pueden darme,
    no les pido nada mas.



    LA ENCANTADORA.


    ?Que es pues lo que pides, que
    no pueden concedertelo aquellos
    que lo pueden todo y que gobiernan
    los elementos invisibles?



    MANFREDO.


    ?Para que repetire la relacion de
    mis dolores? seria en vano.



    LA ENCANTADORA.


    Yo los ignoro, tened la bondad
    de referirmelos.



    MANFREDO.


    iBien! por cruel que sea para mi
    esta confesion, hablara mi dolor.


    Desde mi juventud, mi espiritu
    no estaba de acuerdo con las almas
    de los hombres, y no podia mirar
    la tierra con amor. La ambicion que
    devoraba a los demas me era desconocida;
    su objeto no era el mio ...
    mis placeres, mis penas, mis pasiones
    y mi caracter me hacian parecer
    un estrano en medio del mundo.
    Aunque revestido de la misma forma
    de carne que las criaturas que
    me rodean, no sentia ninguna simpatia
    por ellas ... una sola ... pero yo
    hablare de ella luego.


    Mis placeres eran el ir en medio
    de los desiertos a respirar el aire vivo
    de las montanas cubiertas de hielo,
    sobre cuya cumbre los pajaros no
    se hubieran atrevido a construir su
    nido, y en donde el granito desnudo
    de yerbas se ve desierto de los insectos
    alados. Gustaba de atravesar
    las aguas de los torrentes furiosos, o
    de volar sobre las olas del Oceano
    iracundo; me encontraba ufano de
    ejercitar mi fuerza contra los corrientes
    rapidas; gustaba durante la
    noche de observar la marcha silenciosa
    de la luna y el curso brillante
    de las estrellas; miraba fijamente los
    relampagos durante las tempestades
    hasta tanto que mis ojos quedasen
    deslumbrados, o bien escuchaba la
    caida de las hojas cuando los vientos
    del otono venian a despojar los bosques.
    Tales eran mis placeres, y tal
    era mi amor por la soledad, que si
    los hombres, de quienes me afligia
    el ser hermano, se encontraban a mi
    paso, me sentia humillado y degradado,
    hasta no ser ya, como ellos,
    sino una criatura de barro.


    En mis paseos delirantes descendia
    a la profundidad de las cavernas
    de la muerte para estudiar su causa
    en sus efectos, y desde los montones
    de huesos y del polvo de los sepulcros,
    me atrevia a sacar consecuencias
    criminales; consagre las noches
    en aprender las ciencias secretas olvidadas
    hace ya mucho tiempo. Gracias
    a mis trabajos y a mis desvelos,
    a las pruebas terribles y a las condiciones
    a que nos someten la tierra,
    los aires y los espiritus que despueblan
    el espacio y el infinito, familiarice
    mis ojos con la eternidad, como
    habian hecho en otros tiempos los
    magicos y el filosofo que invoco en
    su profundo retiro a Eros y a Anteros[2].
    Con mi ciencia crecio mi
    ardiente deseo de aprender, mi poder
    y el enagenamiento de la brillante
    inteligencia que....



    LA ENCANTADORA.


    Acaba.



    MANFREDO.


    iAh! me complacia en detenerme
    estensamente sobre estos vanos atributos,
    porque cuanto mas me acerco
    del momento en que descubrire la
    llaga de mi corazon ... pero quiero
    proseguir: aun no te he nombrado,
    ni padre, ni madre, ni querida, ni
    amigo, con quienes me hallase
    unido por nudos humanos: padre,
    madre, querida, amigo, estos titulos
    no eran nada para mi; pero habia
    una muger....



    LA ENCANTADORA.


    Atrevete a acusarte a ti mismo:
    prosigue.



    MANFREDO.


    Se me parecia en lo esterior, en
    los ojos, en la cabellera, en sus facciones
    y aun en su metal de voz;
    pero en ella todo estaba suavizado
    y hermoseado por sus atractivos. Lo
    mismo que yo, tenia un amor decidido
    por la soledad, el gusto por
    las ciencias secretas y un alma capaz
    de abrazar al universo; pero
    tenia ademas la compasion, el don
    de los agasajos y de las lagrimas,
    una ternura ... que ella sola podia
    inspirarme, y una modestia que yo
    nunca he tenido. Sus faltas me pertenecen:
    sus virtudes eran todas
    suyas. Yo la amaba y le prive de la
    vida.



    LA ENCANTADORA.


    ?Con tus propias manos?



    MANFREDO.


    iCon mis propias manos! no; fue
    mi corazon el que marchito el suyo
    y le destrozo. He derramado su
    sangre, pero no ha sido la suya. Su
    sangre ha corrido sin embargo, he
    vislo su pecho desgarrado y no he
    podido curar sus heridas.



    LA ENCANTADORA.


    ?Es esto todo lo que tienes que
    decir? haciendo parte a pesar tuyo
    de una raza que tu desprecias, tu
    que quieres ennoblecerla elevandote
    hasta nosotros ipuedes olvidar
    los dones de nuestros conocimientos
    sublimes y caer en los bajos pensamientos
    de la muerte! no te reconozco.



    MANFREDO.


    iHija del aire! te protesto que,
    despues del dia fatal... Pero la palabra
    es un vano soplo, ven a verme
    en mi sueno, o a las horas de
    mis desvelos, ven a sentarte a mi
    lado; he cesado de estar solo, mi
    soledad se halla turbada por las
    furias. En mi rabia rechino los
    dientes mientras que la noche estiende
    sus sombras sobre la tierra,
    y desde la aurora hasta ponerse el
    sol no ceso de maldecirme. He invocado
    la perdida de mi razon como
    un beneficio, y no se me ha concedido:
    he arrostrado la muerte;
    pero en medio de la guerra de los
    elementos, los mares se han retirado
    a mi presencia. Los venenos han
    perdido toda su actividad; la mano
    helada de un demonio cruel me ha
    detenido en la orilla de los precipicios
    por solo uno de mis cabellos
    que no ha querido romperse. En
    vano mi imaginacion fecunda ha
    creado abismos en los cuales ha querido
    arrojarse mi alma; he sido rechazado,
    como si fuese por una ola
    enemiga, en los abismos terribles
    de mis pensamientos. He buscado
    el olvido en medio del mundo, lo
    he buscado por todas partes y nunca
    le he hallado; mis secretos magicos,
    mis largos estudios en un arte sobrenatural,
    todo ha cedido a mi desesperacion.
    Vivo, y me amenaza una
    eternidad.



    LA ENCANTADORA.


    Quizas yo podre aliviar tus males.



    MANFREDO.


    Seria necesario llamar los muertos
    a la vida o hacerme bajar entre
    ellos a la sepultura. Ensaya el reanimar
    sus cenizas y hacerlos aparecer
    bajo una forma cualquiera y a
    cualquier hora que sea; corta el
    hilo de mis dias, y sea cual fuere el
    dolor que acompane mi agonia, no
    importa, a lo menos sera el ultimo.



    LA ENCANTADORA.


    Ni una cosa ni otra estan en mi
    arbitrio, pero si tu quieres jurar
    una ciega obediencia a mis voluntades
    y someterte a mis ordenes, podre
    serte util en el cumplimiento de
    tus deseos.



    MANFREDO.


    iYo jurar! iyo obedecer! ?y a
    quien? a los espiritus que domino.
    iYo venir a ser el esclavo de los que
    me reconocen por su senor!... iJamas!



    LA ENCANTADORA.


    ?Es esta toda tu respuesta? ?no
    tienes otra mas dulce? iPiensa bien
    en ello antes de negarte a lo que te
    propongo!



    MANFREDO.


    He dicho no.



    LA ENCANTADORA.


    Puedo pues retirarme; habla.



    MANFREDO.


    Retirate.


          [La Encantadora desaparece.]



    MANFREDO solo.


    Somos la victima del tiempo y de
    nuestros terrores; cada dia se nos
    presentan nuevas penas; vivimos
    sin embargo maldiciendo la vida y
    temiendo la muerte. Gimiendo bajo
    el yugo que nos oprime, y cargado
    con el peso de la vida, nuestro corazon
    no late sino en las ocasiones
    que esperimentamos alguna contrariedad,
    o algun goce perfido que
    finaliza por crueles angustias y por
    la estenuacion y la debilidad. ?En
    el numero de nuestros dias pasados
    y por venir (porque lo presente no
    existe en la vida) no hay algunos,
    no hay uno solo en el que el alma
    no deje de desear la muerte, y no
    obstante de huirla, como un rio helado
    por el invierno cuya fria impresion
    bastaria el arrostrarla un
    momento?


    Mi ciencia me ofrece todavia algun
    recurso. Puedo invocar los
    muertos y preguntarles cual es el
    objeto de nuestros terrores. La nada
    de los sepulcros quizas me responderan...
    ?Y si no responden?... iEl
    profeta sepultado respondio a la encantadora
    de Endor! y el rey de
    Esparta supo su destino futuro por
    las sombras de la virgen de Bizancio.
    Habia quitado la vida a la que
    amaba sin conocer que era su victima,
    y murio sin obtener perdon.
    Fue en vano que invocase a Jupiter,
    y que por la voz de los magicos de
    la Arcadia suplicase a la sombra
    irritada el ceder o a lo menos el fijar
    un termino a su venganza. Obtuvo
    una respuesta oscura, pero que fue
    demasiado cierta[3].


    Si yo no hubiese vivido nunca,
    lo que amo viviria todavia; si no
    hubiera amado nunca, lo que amo
    aun conservaria la hermosura, la
    felicidad y el don de poder hacer
    dichosos. ?Que se ha hecho la victima
    de mis maldades?... Un objeto
    en el cual no me atrevo a pensar...
    Nada quizas... De aqui a algunas
    horas habre salido de mis
    dudas... Sin embargo tiemblo al ver
    llegar el momento deseado... Hasta
    ahora jamas me ha hecho temblar
    el acercarse un espiritu bueno o
    uno malo... Me estremezco... Siento
    un peso de hielo sobre mi corazon.
    Pero puedo atreverme a lo que temo
    y desafiar los recelos de la materia.
    La noche llega....


          [Se va.]






    ESCENA III.



          [La cumbre del monte Jungfro.]



    EL PRIMER DESTINO.


    El disco plateado de la luna empieza
    a brillar en los cielos. Nunca
    el pie de un mortal vulgar ha manchado
    las nieves sobre las cuales
    andamos durante la noche sin dejar
    ninguna huella. Apenas rozamos ligeramente
    esta mar de escarchas
    que cubre las montanas con sus olas
    inmoviles, semejantes a la espuma
    de las aguas que el frio ha helado
    repentinamente despues de una tempestad;
    imagen de un abismo reducido
    al silencio de la muerte. Esta
    cumbre fantastica, obra de algun
    terremoto, y sobre la cual descansan
    las nubes de sus viages vagamundos,
    esta consagrada a nuestros misterios
    y a nuestras vigilias: yo espero en
    ella a mis hermanos que deben venir
    conmigo al palacio de Ariman;
    esta noche se celebra nuestra grande
    fiesta... ?Porque tardan en venir?


          [Una voz canta a lo lejos.]


    El usurpador cautivo, precipitado
    del trono, sepultado en un
    infame reposo, estaba olvidado y
    solitario: yo he interrumpido su
    sueno, le he dado el socorro de una
    multitud de traidores; el tirano
    esta todavia coronado. Pagara mis
    cuidados con la sangre de un millon
    de hombres, con la ruina de una
    nacion, y yo le abandonare de
    nuevo a la huida y a la desesperacion.


          [Una segunda voz.]


    Un navio bogaba rapidamente sobre
    las aguas, impulsado por los
    vientos propicios: he rasgado todas
    sus velas y roto todos sus masteleros,
    no ha quedado ni una sola tabla de
    esta ciudad flotante; no ha sobrevivido
    un solo hombre para llorar su
    naufragio... Me engano, hay uno
    que yo mismo he sostenido sobre
    las aguas por un mechon de sus cabellos ...
    era un sugeto muy digno
    de mis cuidados, un traidor en la
    tierra y un pirata en el Oceano. Sabra
    reconocer mis bondades por
    medio de nuevos crimenes.



    EL PRIMER DESTINO.


          [Respondiendo a sus hermanos.]


    Una ciudad floreciente esta sumergida
    en el sueno, la aurora
    alumbrara su desolacion: la horrible
    peste ha caido de repente sobre
    los habitantes durante su descanso.
    Pereceran a millares. Los vivos huiran
    de los moribundos que deberian
    consolar; pero nada podra defenderlos
    de los tiros crueles de la
    muerte. El dolor y la desesperacion,
    la enfermedad y el terror envuelven
    a toda una nacion. iDichosos los
    muertos de no ser testigos del espantoso
    espectaculo de tantos males!
    La ruina de todo un pueblo es para
    mi la obra de una noche; la he verificado
    en todos los siglos, y no
    sera todavia la ultima vez.


          [Llegan el segundo y el tercer Destino.]



    LOS TRES DESTINOS JUNTOS.


    Nuestras manos encierran los corazones
    de los hombres, sus sepulcros
    nos sirven de tarima. No damos
    la vida a nuestros esclavos sino para
    volversela a quitar.



    EL PRIMER DESTINO.


    Salud, hermanos mios. ?En donde
    esta Nemesis?



    EL SEGUNDO DESTINO.


    Prepara sin duda alguna grande
    obra, pero lo ignoro porque me
    encuentro demasiado ocupado.



    EL TERCER DESTINO.


    Vedle aqui.



    EL PRIMER DESTINO.


    ?De adonde vienes Nemesis? tu
    y mis hermanos habeis tardado mucho
    esta noche.



    NEMESIS.


    Estaba ocupada en levantar los
    tronos abatidos, en componer himnos
    funestos, en volver la corona a
    los reyes desterrados, en vengar a
    los hombres de sus enemigos a fin
    de hacerlos arrepentir de sus venganzas.
    He castigado con la locura
    a los que estaban detenidos por sabios,
    los gefes inhabiles han sido
    proclamados por mi, dignos de gobernar
    el mundo ... los mortales
    empezaban a disgustarse de los tiranos,
    se atrevian a pensar por si
    mismos, a poner los reyes en equilibrio,
    y a hablar de la libertad,
    que para ellos es el fruto vedado...
    Pero esta tarde ... montemos en nuestras
    nubes.


          [Desaparecen.]






    ESCENA IV.



          [El palacio de Ariman.—Ariman esta sobre un globo de
          fuego que le sirve de trono, rodeado por los Espiritus.]



    HIMNO DE LOS ESPIRITUS.


    iSalud a nuestro monarca! al
    principe de la tierra y de los aires,
    que vuela sobre las nubes y sobre
    las aguas. En su mano se halla el
    cetro de los elementos, quienes, a sus
    ordenes, se confunden como el tiempo
    del caos. Sopla, y una tempestad
    alborota los mares; habla, y las
    nubes le responden por la voz de
    los truenos; mira, y los rayos del
    dia desaparecen, anda, los terremotos
    conmueven el mundo. Los
    volcanes se forman bajo sus pasos.
    Su sombra es la verdadera peste; los
    cometas le preceden en los ardientes
    senderos de los cielos, y se reducen
    a cenizas al menor de sus deseos. La
    guerra le ofrece sus sacrificios, la
    muerte le paga su tributo; la vida
    de los hombres y sus innumerables
    dolores le pertenecen: es el alma
    de todo lo que existe.


          [Entrada de los Destinos y de Nemesis.]



    EL PRIMER DESTINO.


    Gloria al grande Ariman. Su poder
    se estiende cada dia mas sobre
    la tierra: mis dos hermanos han
    ejecutado fielmente sus ordenes, y
    yo no he descuidado mi deber.



    EL SEGUNDO DESTINO.


    Gloria al grande Ariman, nosotros
    doblamos la rodilla a su presencia,
    nosotros, que pisamos las
    cabezas de los hombres.



    EL TERCER DESTINO.


    Gloria al grande Ariman; nosotros
    esperamos la senal de su voluntad.



    NEMESIS.


    Rey de los reyes, nosotros somos
    tus vasallos, y todos los seres que
    tienen vida lo son nuestros. Aumentar
    nuestro poder seria aumentar el
    tuyo; no olvidamos nada para conseguirlo.
    Tus ultimas ordenes quedan
    fielmente ejecutadas.


          [Entra Manfredo.]



    UN ESPIRITU.


    ?Quien es este audaz? iun mortal!
    itemeraria criatura, pon la rodilla
    en tierra y adora!



    SEGUNDO ESPIRITU.


    Este hombre no me es desconocido,
    es un poderoso magico cuya
    ciencia es temible.



    TERCER ESPIRITU.


    Arrodillate y adora a Ariman, vil
    esclavo, ?no reconoces a nuestro
    senor y al tuyo? Tiembla y obedece.



    TODOS LOS ESPIRITUS.


    Arrodillate, hijo del polvo vil, y
    teme nuestra venganza.



    MANFREDO.


    Conozco vuestro poder, y sin embargo
    ya veis que no obedezco.



    UN CUARTO ESPIRITU.


    Nosotros te ensenaremos a humillarte.



    MANFREDO.


    No tengo necesidad de aprenderlo.
    iCuantas noches tendido sobre
    la arida arena y con la cabeza
    cubierta de ceniza, me he prosternado
    poniendo mi cara sobre la tierra!
    He caido en la ultima de las humillaciones;
    porque me he sometido
    a mi vana desesperacion y a mi propia
    miseria.



    QUINTO ESPIRITU.


    ?Te atreves a negar al grande
    Ariman hallandose sobre su trono,
    lo que le concede toda la tierra, sin
    haber visto el terror de su gran poder?
    Prosternate te digo.



    MANFREDO.


    Que Ariman se prosterne delante
    del que es superior a el, delante del
    Eterno e Infinito, delante del soberano
    Criador, que no le ha destinado
    a que se le de adoracion; que
    el se arrodille, y yo lo ejecutare
    igualmente.



    LOS ESPIRITUS.


    Confundamos a este gusanillo;
    aniquilemosle.



    EL PRIMER DESTINO.


    Retiraos; este hombre es mio.
    Principe de las divinidades invisibles,
    este hombre no es de una naturaleza
    comun, como lo atestiguan
    su aspecto y el encontrarse en estos
    lugares. Sus sufrimientos han sido
    de una naturaleza inmortal como la
    nuestra. Su ciencia, su poder y su
    ambicion, tanto como lo ha podido
    permitir su esterior grosero que encierra
    una esencia eterea, le han elevado
    sobre todas las criaturas formadas
    de un barro impuro. No ha
    aprendido en los secretos que ha
    querido penetrar sino lo que conocemos
    todos nosotros, esto es, que
    la ciencia no es una felicidad y que
    no conduce sino a otra especie de
    ignorancia. Pero no es esto todo...
    Las pasiones, atributos de la tierra
    y del cielo, y de las cuales ningun
    poder, ningun ser esta esento, desde
    el gusano hasta las sustancias celestes,
    las pasiones han devorado y han
    hecho de el un objeto tan miserable,
    que yo, que no puedo esperimentar
    la piedad, perdono a los que la sienten
    en su favor. Este hombre es
    mio, y tambien puede ser tuyo todavia;
    pero en estas regiones ningun
    espiritu tiene un alma como la
    suya, y no puede tener el derecho
    de mandarle.



    NEMESIS.


    ?Que viene a buscar aqui?



    EL PRIMER DESTINO.


    El es quien debe responder.



    MANFREDO.


    Vosotros sabeis hasta donde llegan
    mis conocimientos magicos, y
    sin un poder sobrenatural no hubiera
    podido hallarme aqui; pero
    aun hay poderes superiores, y vengo
    a preguntar sobre lo que busco.



    NEMESIS.


    ?Que pides?



    MANFREDO.


    Tu no puedes responderme: llama
    a los muertos; a ellos se dirigiran
    mis preguntas.



    NEMESIS.


    Gran Ariman, ?permites que se
    satisfagan los deseos de este mortal?



    ARIMAN.


    Si.



    NEMESIS.


    ?A quien quieres sacar del sepulcro?



    MANFREDO.


    A un muerto que estuvo privado
    de sepultura: llama a Astarte.



    NEMESIS.


    Sombra o espiritu, sea lo que
    seas, que conservas todavia una parte
    de tu primera forma, o tu forma
    entera, sal de la tierra y vuelve a
    ver el dia. Vuelve con las mismas
    facciones, el mismo aspecto y el mismo
    corazon, huye de los gusanos de
    la tumba y vuelve a aparecer en estos
    lugares: el que puso un termino
    a tus dias es quien te llama.


          [La sombra de Astarte comparece en medio de los
          Espiritus.]



    MANFREDO.


    ?Es la muerte la que veo? aun
    brillan los colores en sus megillas;
    pero reconozco demasiado que no
    son colores vivientes. El encarnado
    no es natural, se parece al que produce
    el otono sobre las hojas marchitas.
    Ella es ciertamente, io cielo!
    y yo itiemblo al mirarla, al mirar
    Astarte! No, no puedo hablarle,
    pero quiero que ella hable, que me
    condene o me perdone.



    NEMESIS.


    Por el poder que te ha hecho salir
    de la sepultura que te servia de
    prision, habla al que acabas de oir,
    o a aquellos que te han invocado.



    MANFREDO.


    Guarda silencio; y para mi es una
    respuesta cruel.



    NEMESIS.


    Mi poder no va mas lejos. Principe
    del aire, tu solo puedes ordenarle
    el hacer oir su voz.



    ARIMAN.


    Espiritu obedece a este espectro.



    NEMESIS.


    iTodavia calla! no esta pues bajo
    nuestro imperio, pero pertenece a
    otros poderes. Mortal, tu pregunta
    es escusada, y nosotros estamos confusos
    igualmente que tu.



    MANFREDO.


    iEscuchame! iAstarte, mi querida,
    oyeme y dignate hablarme!
    He sufrido tanto, sufro todavia tan
    cruelmente imirame! ila muerte no
    te ha cambiado tanto, como yo debo
    parecerlo a tu vista! tu me amaste demasiado
    tiernamente y mi amor era
    digno del tuyo. No hemos nacido para
    atormentarnos uno y otro de este
    modo por culpable que haya sido
    nuestro amor. Dime que no me detestas,
    que yo solo sea castigado por
    los dos, que tu seras recibida en el
    numero de los bienaventurados y que
    yo debo morir. Porque hasta ahora
    todo lo que hay de mas odioso conspira
    a encadenarme con la existencia,
    a una existencia que me hace
    ver con terror la inmortalidad, y
    un porvenir semejante a lo pasado.
    No puedo encontrar ningun descanso.
    Ignoro yo mismo lo que deseo
    y lo que busco, y no siento sino
    lo que tu eres y lo que soy. Quisiera
    oir tu voz todavia una vez antes de
    morir, la voz que para mi oido era
    la mas dulce melodia. Respondeme,
    io querida mia! te he llamado en
    las sombras de la noche; he asustado
    a los pajaros dormidos bajo las
    hojas silenciosas, he despertado al
    lobo en las montanas, y he hecho
    conocer tu nombre a los ecos de las
    cavernas mas sombrias. El eco me
    ha respondido, los espiritus y los
    hombres tambien me han respondido,
    tu sola has permanecido muda.
    He visto sucederse el giro de las
    estrellas en la boveda celeste; he
    dirigido mi vista hacia ellas para
    ver si podia descubrirte; he recorrido
    la tierra para ver si encontraba
    alguna cosa que se te pareciese:
    dignate de hablarme finalmente;
    mira a esos espiritus que nos rodean
    que se enternecen al oir mis
    quejas; yo los miro sin terror y solo
    lo tengo por ti; dignate de hablarme
    aunque no sea sino para manifestar
    tu enojo; dime a lo menos...
    Yo no se lo que deseo; pero dejame
    todavia oir tu voz por la ultima vez.



    LA SOMBRA DE ASTARTE.


    iManfredo!



    MANFREDO.


    iAh! prosigue por favor: esta
    voz me reanima; es la tuya seguramente.



    LA SOMBRA.


    iManfredo! manana se acabaran
    tus dolores terrestres. iA Dios!



    MANFREDO.


    Todavia una palabra iuna sola
    palabra! ?estoy perdonado?



    LA SOMBRA.


    iA Dios!



    MANFREDO.


    ?No nos veremos mas?



    LA SOMBRA.


    iA Dios!



    MANFREDO.


    iAh! por compasion, todavia
    una palabra; dime si me amas.



    LA SOMBRA.


    iManfredo!


          [Desaparece.]



    NEMESIS.


    Se ha ido y no volvera a aparecer:
    sus palabras se cumpliran;
    vuelvete a la tierra.



    UN ESPIRITU.


    Se encuentra en las convulsiones
    de la desesperacion; ved los mortales:
    quieren penetrar los secretos
    que son superiores a su naturaleza.



    OTRO ESPIRITU.


    iPero ved como se domina a si
    mismo, y como somete sus tormentos
    a su voluntad! si hubiese sido un
    espiritu como nosotros hubiera sobrepujado
    a todas las otras inteligencias
    celestes.



    NEMESIS.


    ?Tienes todavia que hacer alguna
    pregunta a nuestro augusto
    monarca o a sus vasallos?



    MANFREDO.


    Ninguna.



    NEMESIS.


    A Dios hasta la vista.



    MANFREDO.


    ?Nosotros volveremos pues a vernos?
    ?Pero en donde, sobre la tierra?
    No importa; adonde tu quieras.
    A Dios, te doy gracias por el
    favor que acabas de concederme.






    FIN DEL ACTO SEGUNDO.






    ACTO III, ESCENA PRIMERA.



          [Una habitacion del castillo de Manfredo.]



    MANFREDO Y HERMAN.



    MANFREDO.


    ?Se acabara bien pronto el dia?



    HERMAN.


    Todavia falta una hora, y el sol
    va a ocultarse; todo nos anuncia
    una hermosa noche.



    MANFREDO.


    ?Lo has dispuesto todo en la
    torre, segun lo he ordenado?



    HERMAN.


    Todo esta pronto, senor, ved la
    llave y la arquilla.



    MANFREDO.


    Esta bien, puedes retirarte.


          [Herman se va.]



    MANFREDO solo.


    Esperimento una calma y una
    tranquilidad que no habia conocido
    en mi vida. Si yo no supiese
    que la filosofia es la mas loca de
    nuestras vanidades, y la palabra
    mas vacia de sentido entre todas las
    inventadas en la jerga de nuestras
    escuelas, creeria que el secreto del
    oro, es decir la piedra filosofal tan
    buscada, se hallaba finalmente en
    mi alma. Este estado tan lisonjero
    no puede ser durable, pero ya es
    mucho el haberlo conocido aunque
    haya sido una sola vez. Ha enriquecido
    mis ideas con un nuevo sentido;
    y quiero escribir en mi libro
    de memoria que existe este sentimiento...
    ?Quien esta ahi?


          [Herman vuelve a entrar.]



    HERMAN.


    Senor, el abad de San Mauricio
    pide permiso para hablaros.


          [Entra el Abad.]



    EL ABAD.


    Que la paz sea con el conde Manfredo.



    MANFREDO.


    Mil gracias, padre mio: que seais
    bien venido en este castillo, vuestra
    presencia me honra y es una bendicion
    para los que le habitan.



    EL ABAD.


    Lo deseo conde, pero quisiera
    hablaros sin testigos.



    MANFREDO.


    Herman, retirate. ?Que es lo que
    me quiere mi respetable huesped?



    EL ABAD.


    Quiero hablar sin rodeos: mis
    canas y mi celo, mi ministerio y mis
    piadosas intenciones me serviran de
    disculpa: tambien invoco mi calidad
    de vecino, aunque nos visitemos
    muy rara vez.


    Varias voces estranas y escandalosas
    ultrajan vuestro nombre; un
    nombre ilustre hace muchos siglos.
    iAh! iojala que pueda trasmitirse
    sin mancha a vuestros descendientes!



    MANFREDO.


    Proseguid, os escucho.



    EL ABAD.


    Se dice que estudiais secretos
    que no estan permitidos a la curiosidad
    del hombre, y que os habeis
    puesto en comunicacion con los habitantes
    de las oscuras moradas,
    y con la multitud de espiritus malignos
    que se hallan errantes en el
    valle al que da sombra el arbol de
    la muerte. Se que vivis muy retirado
    y que tratais muy rara vez con los
    hombres vuestros semejantes; se que
    vuestra soledad es tan severa como
    la de un prudente anacoreta; iy
    que no es tan santa!



    MANFREDO.


    ?Y quienes son los que estienden
    estas voces?



    EL ABAD.


    Mis hermanos en Dios, los paisanos
    asustados, vuestros propios vasallos
    que observan vuestra inquietud.
    Vuestra vida corre el mayor
    peligro.



    MANFREDO.


    ?Mi vida? yo os la abandono.



    EL ABAD.


    Yo he venido para procurar vuestra
    salvacion y no vuestra perdida...
    No quisiera penetrar los secretos de
    vuestra alma; pero si lo que se dice
    es cierto, todavia es tiempo de hacer
    penitencia y de impetrar misericordia;
    reconciliaos con la verdadera
    iglesia, y esta os reconciliara
    con el cielo.



    MANFREDO.


    Os entiendo; ved mi respuesta.
    Lo que fui y lo que soy no lo conocen
    sino el cielo y yo. No escogere
    un mortal por mediador ?he quebrantado
    algunas leyes? que se
    pruebe y se me castigue.



    EL ABAD.


    Hijo mio, yo no he hablado de
    castigo y si de perdon y de penitencia:
    vos sois quien debe escoger;
    nuestros dogmas y nuestra fe me
    han dado el poder de dirigir a los
    pecadores por la senda de la esperanza
    y de la virtud, y dejo al cielo
    el derecho de castigar: “La venganza
    pertenece a mi solo,” ha dicho
    el Senor, y es con humildad
    como su siervo repite estas augustas
    palabras.



    MANFREDO.


    Anciano, ninguna cosa puede arrancar
    del corazon el vivo sentimiento
    de sus crimenes, de sus penas, y del
    castigo que se inflige a si mismo: nada:
    ni la piedad de los ministros del cielo,
    ni las oraciones, ni la penitencia, ni
    un semblante contrito, ni el ayuno,
    ni las zozobras, ni los tormentos de
    aquella desesperacion profunda que
    nos persigue por medio de los remordimientos
    sin amedrantarnos con
    el infierno, pero que el solo bastaria
    para hacer un infierno del cielo.
    No hay ningun tormento venidero
    que pueda ejercer semejante justicia
    sobre aquel que se condena y se
    castiga a si mismo.



    EL ABAD.


    Estos sentimientos son laudables,
    porque algun dia haran lugar a una
    esperanza mas dulce. Vos os atrevereis
    a mirar con una tierna confianza
    la dichosa morada que esta
    abierta a todos aquellos que la buscan,
    cualesquiera que hayan sido
    sus yerros sobre la tierra; pero
    para espiarlos es preciso empezar
    por conocer la necesidad de ejecutarlo.
    Proseguid conde Manfredo ...
    todo lo que nuestra fe podra saber
    se os ensenara y quedareis lavado
    de todo lo que pudiesemos absolveros.



    MANFREDO


    Cuando el sesto emperador de
    Roma vio llegar su ultima hora,
    victima de una herida que se habia
    hecho con su propia mano a fin de
    evitar la vergueenza del suplicio que
    le preparaba un senado que antes
    era su esclavo un soldado conmovido
    en apariencia de una generosa
    piedad, quiso estancar con su vestido
    la sangre del emperador: el
    Romano espirando no lo permite y
    le dice con una mirada que manifestaba
    todavia su antiguo poder: iEs
    demasiado tarde! ?es esta tu fidelidad?



    EL ABAD.


    ?Que quereis decir con esto?



    MANFREDO.


    Respondo como el, es demasiado
    tarde.



    EL ABAD.


    Jamas puede serlo para reconciliaros
    con vuestra alma, y para reconciliarla
    con Dios. ?No teneis ya
    esperanza? Estoy admirado: aquellos
    que desesperan del cielo se
    crean sobre la tierra alguna fantasma
    que es para ellos como la debil
    rama a la que se agarra un desgraciado
    que se esta ahogando.



    MANFREDO.


    iAh! padre mio; iyo tambien en
    mi juventud he tenido ilusiones terrestres
    y nobles inspiraciones! entonces
    hubiera querido conquistar
    los corazones de los hombres e instruir
    a todo un pueblo; hubiera
    querido elevarme, pero no sabia
    hasta que altura ... quizas para volver
    a caer; pero para caer como la
    catarata de las montanas, que precipitada
    desde la cumbre orgullosa
    de las rocas, acumula una onda subterranea
    en las profundidades de un
    abismo; pero temible todavia, vuelve
    a subir sin cesar hasta los cielos
    en columnas de vapores que se transforman
    en nubes lluviosas. Este
    tiempo paso; mis pensamientos se
    han enganado a si mismos.



    EL ABAD.


    ?Y porque?



    MANFREDO.


    No podia humillar mi orgullo,
    porque para poder mandar algun
    dia, es necesario primero obedecer,
    lisonjear y pedir, espiar las ocasiones,
    multiplicarse a fin de encontrarse
    en todas partes, y hacerse una costumbre
    de ocultar la verdad; ved
    como se consigue el dominar los espiritus
    cobardes y bajos, y asi son los
    de los hombres en general. Desprecie
    el hacer parte de una camada
    de lobos aunque hubiera sido para
    guiarlos. El leon esta solo en el bosque
    que habita; yo estoy solo como
    el leon.



    EL ABAD.


    ?Y porque no vivir y obrar como
    los demas hombres?



    MANFREDO.


    Sin haber nacido cruel, mi corazon
    no amaba las criaturas vivientes,
    hubiera querido encontrar una
    horrible soledad, pero no formarmela
    yo mismo; queria ser como el
    salvage Simoun que solo habita el
    desierto, y cuyo soplo devorador
    no trastorna sino una mar de aridas
    arenas en donde su furor no es funesto
    a ningun arbolillo: no busca la
    morada de los hombres, pero es muy
    terrible para los que vienen a arrostrarlo.
    Tal ha sido el curso de mi
    vida, y mientras he vivido he encontrado
    objetos que ya no existen.



    EL ABAD.


    Empiezo a temer que mi piedad
    y mi ministerio no pueden seros utiles.
    Tan joven todavia ... me cuesta
    mucho el....



    MANFREDO.


    Miradme, hay algunos mortales
    en la tierra que se hacen viejos en
    su juventud y que mueren antes de
    haber llegado el verano de su vida,
    sin que hayan buscado la muerte en
    los combates. Unos son victimas de
    los placeres, otros del estudio, estos
    a causa del trabajo y aquellos por el
    fastidio. Hay algunos que perecen
    de enfermedad, de demencia, o en
    fin de penas del corazon, y esta ultima
    enfermedad, ofreciendose bajo
    todas las formas y bajo todos los
    nombres, hace mas estragos que la
    guerra. Miradme; porque no hay
    ninguno de estos males que yo no
    haya sufrido, y uno solo basta para
    terminar la vida de un hombre. No
    os admireis ya de lo que soy, pero
    si sorprendeos de que haya existido
    y de que este todavia sobre la
    tierra.



    EL ABAD.


    Dignaos sin embargo escucharme....



    MANFREDO [con viveza.]


    Anciano, respeto tu ministerio y
    reverencio tus canas; creo que tus
    intenciones son piadosas; pero es
    en vano. No me supongais una facil
    credulidad, y solo por la consideracion
    que os tengo, evito una conversacion
    mas larga. A Dios.


          [Manfredo se va.]



    EL ABAD.


    Este hombre hubiera podido ser
    una criatura admirable; y tal como
    es, presenta un caos que sorprende.
    Una mezcla de luz y de tinieblas,
    de grandeza y de polvo, de pasiones
    y de pensamientos generosos, que
    en su confusion y en sus desordenes,
    quedan en la inaccion o amenazan el
    destruirlo todo. La energia de su
    corazon era digna de animar elementos
    mejor combinados: va a perecer
    y quisiera salvarle. Hagamos
    una segunda tentativa; un alma como
    la suya merece muy bien el ganarla
    para el cielo. Mi deber me
    ordena el atreverme a todo para
    conseguir el bien; lo seguire, pero
    sera con prudencia.


          [El Abad se va.]






    ESCENA II.



          [Otra habitacion.]



    MANFREDO Y HERMAN.



    HERMAN.


    Senor, vos me habeis ordenado
    el venir a encontraros al ponerse el
    sol; vedle que va a eclipsarse detras
    de la montana.



    MANFREDO.


    iBien! quiero contemplarle.


          [Manfredo se adelanta hacia la ventana del cuarto.]


    Astro glorioso, adorado en la infancia
    del mundo por la raza de
    hombres robustos, por los gigantes
    nacidos de los angeles con un sexo
    que, mas hermoso que ellos mismos,
    hizo caer en el pecado a los espiritus
    escarriados, desterrados del cielo
    para siempre[4]; astro glorioso, tu
    fuiste adorado como el dios del
    mundo, antes que el misterio de la
    creacion fuese revelado; obra maestra
    del Todopoderoso, tu fuiste el
    primero que regocijastes el corazon
    de los pastores caldeos sobre la cumbre
    de sus montanas, y el reconocimiento
    les inspiro bien pronto los
    homenages que te dirigieron; divinidad
    material, tu eres la imagen
    del gran desconocido que te ha escogido
    para que seas su sombra; rey
    de los astros, y centro de mil constelaciones,
    a ti es a quien la tierra
    debe su conservacion; padre de las
    estaciones, rey de los climas y de los
    hombres: las inspiraciones de nuestros
    corazones, y las facciones de
    nuestros rostros son la influencia de
    tus rayos. No hay ninguna cosa que
    iguale la pompa de tu salida, de tu
    curso y de tu puesta... A Dios, ya no
    te volvere a ver; mi primera mirada
    de amor y de admiracion fue para
    ti; recibe tambien la ultima: nunca
    alumbraras a un mortal, a quien el
    don de tu luz y tu calor suave
    hayan sido mas fatales que a mi...
    Se ha ocultado ... quiero seguirle.


          [Manfredo se va.]






    ESCENA III.



          [Por una parte se ven las montanas y por la otra el
          castillo de Manfredo y una torre con una azotea. Empieza
          la noche.]



    HERMAN, MANUEL y otros criados de
    Manfredo
    .



    HERMAN.


    Es bien estrano que despues de
    muchos anos, el conde Manfredo
    haya pasado todas las noches en velar
    sin testigos dentro de esta torre.
    Yo he entrado en ella, no conocemos
    todo el interior, pero ninguna
    cosa de las que encierra ha podido
    instruirnos de lo que hace nuestro
    amo. Es cierto que hay un cuarto
    en el que ninguno de nosotros ha
    entrado; yo daria todo lo que tengo
    para sorprenderle cuando se encuentra
    ocupado en sus misterios.



    MANUEL.


    Esto no podria ser sin peligro;
    contentate con lo que sabes.



    HERMAN.


    iAh! Manuel, tu eres sabio y discreto
    como un viejo; pero tu podrias
    decirnos muchas cosas. ?Cuanto
    tiempo hace que habitas este castillo?



    MANUEL.


    He visto nacer al conde Manfredo;
    entonces ya servia a su padre, al que
    se parece muy poco.



    HERMAN.


    Lo mismo puede decirse de muchos
    hijos; ?pero en que se diferenciaba
    del suyo el conde Segismundo?



    MANUEL.


    No hablo de las facciones, pero
    si del corazon y del genero de vida.
    El conde Segismundo era arrogante,
    pero alegre y franco: gustaba de la
    guerra y de la mesa, y era poco aficionado
    a los libros y a la soledad,
    no ocupaba las noches en sombrios
    desvelos; las suyas estaban consagradas
    a los festines y a las diversiones.
    No se le veia ir errante por
    las montanas o por los bosques, como
    uen lobo silvestre, no huia de los
    hombres ni de sus placeres.



    HERMAN.


    iPor vida mia! ivivan estos tiempos
    dichosos! iQuisiera ver a la alegria
    que viniese a visitar de nuevo
    estas antiguas murallas! Parece que
    las ha olvidado del todo.



    MANUEL.


    Era necesario primeramente que
    el castillo cambiase de senor. iOh!
    ihe visto aqui cosas tan estranas,
    Herman!



    HERMAN.


    iY bien! dignate de hacer confianza
    de mi; cuentame algunas cosas
    para pasar el rato: te he oido hablar
    vagamente sobre lo que sucedio
    en otros tiempos en esta misma
    torre.



    MANUEL.


    Me acuerdo que una tarde a la
    hora del crepusculo, una tarde semejante
    a esta, la nube rojiza que
    corona la cima del monte Eigher
    estaba en el mismo parage, y quizas
    era la misma nube, el viento era
    flojo y tempestuoso, la luna empezaba
    a lucir sobre el manto de nieve
    que cubre las montanas; el conde
    Manfredo estaba como ahora en su
    torre: ?que hacia alli? lo ignoramos;
    pero estaba con el la sola companera
    de sus paseos solitarios y de sus
    desvelos, el unico ser viviente a
    quien manifestaba amar; los lazos
    de la sangre se lo ordenaban, es
    cierto; era su querida Astarte; era
    su... ?Quien esta, ahi?


          [Entra el Abad de San Mauricio.]



    EL ABAD.


    ?En donde esta vuestro amo?



    HERMAN.


    Esta en la torre.



    EL ABAD


    Es preciso que yo le hable.



    MANUEL


    Es imposible, esta solo, y nos esta
    prohibido el introducir a nadie.



    EL ABAD.


    Yo lo tomo sobre mi ... es preciso
    que yo le vea.



    HERMAN.


    ?No le habeis ya visto esta tarde?



    EL ABAD.


    Herman, yo te lo ordeno, ves a
    llamar a la puerta y a prevenir al
    conde acerca de mi visita.



    HERMAN.


    Nosotros no nos atrevemos.



    EL ABAD.


    iY bien! yo mismo ire a anunciarme.



    MANUEL.


    Mi respetable padre, deteneos, os
    lo suplico.



    EL ABAD.


    ?Porque?



    MANUEL.


    Esperad un momento, y yo me
    esplicare en otro parage.


          [Se van.]






    ESCENA IV.



          [El interior de la torre.]



    MANFREDO solo.


    Las estrellas se ponen en orden
    en el firmamento; la luna se manifiesta
    sobre la cumbre de las montanas
    coronadas de nieve: iadmirable
    espectaculo! conozco que amo
    todavia a la naturaleza, porque el
    aspecto de la noche me es mas familiar
    que el de los hombres, y es
    en sus tinieblas silenciosas y solitarias,
    bajo la boveda estrellada de los
    cielos, en donde he aprendido el
    idioma de otro universo.


    Me acuerdo que cuando viajaba
    en tiempo de mi juventud, me encontre
    en una noche semejante en
    el recinto del Coliseo en medio de
    todo lo que nos queda de mas grande
    de la ciudad de Romulo. Un viso
    sombrio oscurecia el ramage de los
    arboles que crecen sobre los arcos
    arruinados, y las estrellas brillaban
    al traves de las grietas que presentaban
    aquellas ruinas. A lo lejos los
    ladridos de los perros resonaban en
    la otra margen del Tiber; mas cerca
    de mi, el grito lugubre de los buhos
    salia del palacio de Cesar, y el viento
    me traia los sonidos moribundos del
    canto nocturno de las centinelas. Por
    la parte de la brecha, que el tiempo
    ha abierto al circo, parecia que los
    cipreses adornaban el horizonte y
    solo estaban a la distancia de un
    tiro; en estos mismos lugares, que
    fueron la morada de los Cesares, y
    que en el dia estan habitados por
    los pajaros nocturnos que hacen oir
    sus cantos aciagos, se elevan sobre
    las murallas demolidas los arboles
    cuyas raices se entrelazan bajo el
    domicilio imperial, y la hiedra rastrera
    se apodera del terreno destinado
    a criar el laurel; pero el circo
    sangriento de los gladiadores, ruina
    noble e imponente, esta todavia de
    pie, mientras que los palacios de
    marmol de Cesar y de Augusto no
    presentan sobre la tierra sino escombros
    ignorados. Tu alumbrabas con
    tus rayos a la antigua reina del mundo,
    astro pacifico de las noches, tu
    dejabas caer una luz palida y melancolica
    que suavizaba el aspecto austero
    y doloroso de sus antiguos escombros,
    y llenaba en algun modo
    el vacio de los siglos. Todo lo que
    subsiste todavia de hermoso y de
    grande recibia de ti un nuevo esplendor,
    y lo que ya no existe parecia
    que habia vuelto a tomar su antigua
    brillantez; en estos lugares
    todo inspiro mi entusiasmo, y mi
    corazon conmovido adoro silenciosamente
    a los grandes hombres de
    otros tiempos. Crei ver a todos los
    heroes que ya han pasado y a todos
    los soberanos coronados que todavia
    gobiernan nuestras almas desde el
    fondo de sus sepulcros....


    Era una noche semejante a esta.
    iEs una cosa particular que me la
    recuerde en este momento! pero he
    esperimentado muchas veces que
    nuestros pensamientos se nos escapan
    y se pierden lejos de nosotros,
    en el momento en que quisieramos
    concentrarlos en una meditacion
    solitaria.


          [Entra el Abad de San Mauricio.]



    EL ABAD.


    Debo pediros perdon de esta segunda
    visita; pero dignaos no mirar
    como una ofensa la indiscreta importunidad
    de mi celo. iRecibo con
    gusto contra mi lo que tiene de culpable,
    y que lo que tenga de bueno
    pueda ilustrar vuestro espiritu! ique
    no pueda yo decir vuestro corazon!
    Si consiguiese ablandarlo por medio
    de mis exhortaciones y de mis oraciones,
    pondria en el buen camino
    a un corazon noble que se encuentra
    escarriado, pero que todavia no esta
    perdido.



    MANFREDO.


    Tu no me conoces. Mis dias estan
    ya contados, y mis acciones
    estan escritas en el libro del cielo.
    Retirate, tu permanencia aqui te
    seria perjudicial; retirate.



    EL ABAD.


    ?Es una amenaza la que me anunciais?



    MANFREDO.


    No, te advierto sencillamente que
    hay peligro para ti, y yo quisiera
    preservarte de el.



    EL ABAD.


    ?Que quereis decir?



    MANFREDO.


    Mira, ?no ves nada?



    EL ABAD.


    Nada.



    MANFREDO.


    Mira bien, te digo y sin temblar.
    ?Que ves ahora?



    EL ABAD.


    Veo lo que es muy capaz de hacerme
    temblar, pero no temo nada,
    veo un espectro sombrio y terrible
    que sale de la tierra como una divinidad
    infernal. Su frente esta cubierta
    con un velo negro, y su cuerpo
    parece que se halla rodeado de
    nubes aciagas; pero yo no le temo.



    MANFREDO.


    Tu no tienes que temer, es cierto;
    pero su aspecto puede paralizar tus
    miembros cargados de anos. Lo repito,
    retirate.



    EL ABAD.


    Y yo repito que no me retirare
    sin que haya hecho desaparecer este
    espectro... ?Que hace aqui?



    MANFREDO.


    Lo ignoro: no le he llamado, el
    ha venido por su voluntad.



    EL ABAD.


    iAyi hombre perdido! ?que
    teneis que tratar con semejantes
    huespedes? tiemblo por vos, ?porque
    os mira fijamente y vos a el?
    iAh! vedle que descubre su rostro,
    las cicatrices del rayo vengador estan
    grabadas sobre su frente, y en
    sus ojos brilla la inmortalidad del
    infierno. iLejos de aqui!...



    MANFREDO [al Espiritu].


    ?Cual es tu mision?



    EL ESPIRITU.


    Ven.



    EL ABAD


    ?Quien eres, espiritu desconocido?
    habla, responde.



    EL ESPIRITU.


    El genio de este hombre. [A Manfredo.]
    Ven, ya es tiempo.



    MANFREDO.


    Estoy pronto a todo, pero no reconozco
    el poder que me llama,
    ?quien te envia aqui?



    EL espiritu.


    Tu lo sabras despues.iVen! iven!



    MANFREDO.


    He mandado a seres de una esencia
    superior a la tuya, he resistido
    a sus superiores: alejate de estos lugares.



    EL ESPIRITU.


    iMortal! tu hora ha llegado. Ven
    te digo.



    MANFREDO.


    Ya se que mi hora ha llegado,
    pero no sera a un ser tal como tu a
    quien entregare mi alma.



    EL ESPIRITU.


    ?Llamare pues a mis hermanos?...
    Apareced.


          [Aparecen los otros Espiritus.]



    EL ABAD.


    Alejaos, espiritus malignos, huid
    os digo; vosotros no teneis poder en
    los parages en donde se encuentra
    la piedad. Huid, os lo ordeno en
    nombre de....



    EL ESPIRITU.


    Anciano, nosotros conocemos
    nuestra mision y tu ministerio, no
    pierdas tus palabras sagradas; serian
    inutiles. Este hombre esta condenado,
    y por la ultima vez le intimo
    que venga.



    MANFREDO.


    Yo os desafio a todos; aunque
    sienta que mi alma se me ausenta,
    os desafio a todos. No os seguire
    mientras que me quede un soplo de
    vida para luchar aunque sea con los
    demonios: si quereis arrancarme de
    aqui no lo conseguireis sino miembro
    por miembro.



    EL ESPIRITU.


    iMortal rebelde! ?eres tu el magico
    que se atrevio a arrojarse al
    mundo invisible y hacerte casi nuestro
    igual? ?eres tu el que quieres
    conservar una vida que te ha sido
    tan funesta?



    MANFREDO.


    Espiritu impostor, mientes; se
    que ha llegado la ultima hora de
    mi vida y no quisiera retardarla un
    momento. No lucho contra la muerte
    y si contra ti y contra los angeles de
    tu sequito. No fue por medio de un
    pacto contigo y con tus companeros
    por lo que adquiri un poder sobrenatural;
    fue mi ciencia superior, mis
    privaciones, mi audacia, mis dilatados
    desvelos, mi fuerza de alma y mi
    habilidad en descubrir los secretos
    de los tiempos antiguos en los que
    se veia a los hombres y a los espiritus
    marchar juntamente e ignorar
    injustos privilegios. Me encuentro
    satisfecho de mis propias fuerzas,
    os desafio, y os desprecio.



    EL ESPIRITU.


    Tus crimenes te han hecho....



    MANFREDO.


    ?Que te importan mis crimenes?
    ?Seran castigados por otros crimenes
    o por otros mayores criminales?
    Vuelve a sumergirte en el infierno,
    yo permanezco aqui; tu no tienes
    ningun poder sobre mi, y se que
    nunca me poseeras. Lo que he hecho,
    esta ya hecho; llevo en mi pecho
    un tormento al cual no anadira
    nada el que puedes causarme; un
    alma inmortal se recompensa o se
    castiga a si misma; independiente
    de los lugares y de los tiempos, lleva
    consigo el origen y el termino de
    de sus males; una vez despojada de
    su cubierta mortal, su sentimiento
    interno no presta ningun color a los
    vagos objetos que la rodean, pero
    se encuentra absorbida en las penas
    o en la dicha que nacen del conocimiento
    de sus crimenes o de sus
    virtudes. Tu no has podido tentarme
    ni enganarme un momento: ?porque
    vienes a buscar una presa que
    jamas te pertenecera? Me he perdido
    a mi mismo, y sere mi propio verdugo.
    (A todos.) Huid, demonios
    impotentes; la mano de la muerte
    esta sobre mi, pero no la vuestra.


          [Los demonios desaparecen.]



    EL ABAD.


    iAy! vuestra frente se pone palida,
    vuestros labios pierden el color,
    vuestro corazon esta oprimido,
    y vuestros acentos salen con un sonido
    ronco de vuestro pecho palpitante.
    Dirigid vuestras oraciones al
    cielo, suplicad a lo menos con el
    pensamiento ... pero no os entregueis
    a la muerte de este modo.



    MANFREDO.


    Esto es hecho, mis ojos no pueden
    mirarte, todo se mueve a mi
    rededor, y la tierra parece que se
    hunde bajo mis pasos. A Dios padre
    mio; dadme la mano.



    EL ABAD.


    Esta fria ... tambien lo esta su corazon.
    Una sola suplica... iAy! ?que
    es lo que va a sucederle?



    MANFREDO.


    Anciano, el morir no es dificil.


          [Espira.]



    EL ABAD.


    Ya no existe; su alma ha tomado
    vuelo: ?a donde ira?... Temo el
    pensarlo ... murio[5]....






    FIN.







           * * * * *






    NOTAS DE MANFREDO.




      1 ... Es el efecto que producen los rayos del sol sobre
          la parte interior de los torrentes de los Alpes: ninguna
          cosa tiene mas semejanza a un arco iris tan inmediato a
          la tierra que se puede pasear al instante por debajo.
          Este fenomeno dura hasta el mediodia.




      2 ... El filosofo Jamblico. La historia de la invocacion
          de Eros y de Anteros se encuentra en su vida escrita
          por Eunopino.




      3 ... La historia de Pausanias rey de Esparta, y de
          Cleonice, nos ha sido trasmitida por Plutarco (vida de
          Cimon) y por Pausanias el sofista en su Descripcion de
          la Grecia.


          El rey Pausanias es el que mandaba a los Griegos en la
          batalla de Platea y que perecio despues, convencido de
          haber querido hacer traicion a los Lacedomonios.




      4 ... Los hijos de Dios vieron a las hijas de los
          hombres y las encontraron hermosas etc.


          En aquellos tiempos habia gigantes en la tierra; y
          cuando los hijos de Dios hubieron conocido a las hijas
          de los hombres y las hubieron hecho hijos, estos mismos
          hijos se hicieron hombres poderosos e ilustres segun
          el siglo.


             Genesis, cap. vi, ver. 3 y 4.






      5 ...”iAy! cuando un dia el alma se vera finalmente libre
          de los lazos odiosos del cuerpo, y no conservara de la
          vida material sino lo que le queda a una ligera mariposa
          que acaba de romper su prision de invierno; cuando los
          elementos se reuniran a los elementos semejantes y que
          el polvo ya no sera sino polvo, ?no sentire entonces
          realmente todo lo que creo ver: los espiritus aereos, el
          pensamiento incorporeo, y el genio de cada parage, cuya
          inmortal existencia esperimento algunas veces?”


             (Childe-Harold, canto iii.)


          En este pasage y en otros muchos, lord Byron manifiesta
          el deseo de comunicar con los espiritus, lo mismo que
          Manfredo, y de irse lejos del mundo en donde le cuesta
          mucho trabajo el marchar por el terreno rastrero de los
          pormenores de la vida. Identificandose tambien con el
          personage de Manfredo, el poeta pinta con colores muy
          vivos, las fuertes agitaciones, las pasiones
          turbulentas, y la vuelta contemplativa sobre el destino,
          que nos hacen conocer el fondo de su corazon. La musa de
          lord Byron ambiciona la gloria de inspirarnos simpatia
          con una clase de personas con las cuales nos
          avergonzariamos de reconocernos la menor conformidad de
          sentimientos. En despecho de nuestras reclamaciones en
          favor de los principios de gusto y de moral, el poeta se
          apodera de nosotros, por decirlo asi, con la mano de un
          genio sombrio, y forzandonos a descender en los secretos
          pensamientos de nuestro corazon, nos descubre alli,
          admirandonos de espanto, el germen de las negras ideas a
          que se abandonan todos sus heroes. Poco le importan las
          consecuencias morales, con tal que escite las
          agitaciones casi involuntarias que le hacen dueno de la
          imaginacion de sus lectores.


          En Manfredo, lord Byron parece adoptar al principio bajo
          nombres persas, la creencia de los maniqueos que admiten
          en el mundo intelectual la oposicion poderosa del
          principio del mal, contrariando sin cesar a la eterna
          Providencia. Manfredo reconoce sin embargo y fuerza al
          mismo Ariman a reconocer la supremacia del dios del
          bien, cuando rehusa el doblar la rodilla y proclama un
          ser delante del cual deben temblar los genios malignos.
          Es una grande concesion la que hace aqui lord Byron a la
          moral religiosa; pues le vemos, muy a menudo armarse de
          una duda sacrilega, atacar toda revelacion venida de
          arriba, y hasta lo que nos descubre un sentimiento
          intimo, la existencia de un criador.


          Se ve facilmente que el drama de Manfredo no ha sido
          nunca destinado a la representacion teatral: cuando mas
          podria confiarse a los actores de la Pan-hipocrisiada de
          M. Lemercier.


          Este drama ofrece numerosas relaciones con el de Faust
          que analiza madama de Stael con su talento acostumbrado.
          Vamos a ensayar por medio de algunos estractos de ambas
          obras el modo de que el lector pueda comparar el
          espiritu de estas dos piezas estraordinarias.
          Primeramente debe notarse que la nobleza y dignidad
          tragica no cesan nunca de caracterizar el estilo de lord
          Byron, mientras que Goethe ha introducido en la escena
          personages de la infima plebe, que se esplican en el
          innoble lenguaje de su estado y que parecen no
          representar su papel, sino para probar que el autor esta
          tan acostumbrado a las conversaciones bajas de los
          bodegones, como a las maneras elegantes de la corte;
          pero no puede juzgarse a Goethe segun los principios
          establecidos, porque ha afectado el escribir contra
          todas las reglas; “no se puede ir mas lejos en
          pensamientos atrevidos, y la memoria que queda de este
          escrito conserva siempre un poco de desvario.” Pero este
          talento no debe ser muy envidiado ni admirado, porque
          brilla particularmente a espensas de la moral, del
          juicio interno y de la religion. Goethe no trata
          solamente de destruir todos los consuelos de la vida
          presente, probando que el hombre esta destinado a la
          miseria desde su nacimiento, sean cuales fueren su
          rango, su fortuna y su inteligencia, pero procura
          tambien despojarle de la sola esperanza que le queda
          cuando se halla en el colmo de la desgracia: la promesa
          de una felicidad futura. Faust es un hechicero como
          Manfredo “sus conocimientos profundos no le preservan
          del fastidio de la vida; ensayo para librarse de el, el
          hacer un pacto con el diablo y este concluyo con
          llevarsele. Ved la primera palabra que ha dado a Goethe
          su obra singular.”


          “El diablo es el heroe de esta pieza: el autor no le ha
          concebido como una fantasma hedionda, tal como se
          acostumbra a representarle a los ninos; ha hecho de el
          un malvado por escelencia, acerca de quien todos los
          malos, y el de Gresset en particular, no son sino
          novicios, apenas dignos de ser los criados de
          Mefistofeles. (Este es el nombre del demonio que se hace
          amigo de Faust.)


          “Goethe ha querido representar en este personage real y
          fantastico a un mismo tiempo, la mas amarga chanza que
          ha podido inspirar el desprecio, y no obstante tiene una
          alegria audaz que entretiene. En los discursos de
          Melistofeles hay una ironia infernal que se dirige a la
          creacion toda entera, y juzga al universo como un mal
          libro cuyo censor es el diablo.


          “Faust reune en su caracter todas las debilidades de la
          humanidad: deseos de saber y fatigas del trabajo,
          necesidad del buen resultado y saciedad del placer. Es
          un perfecto modelo del ser variable y movible cuyos
          sentimientos son todavia mas efimeros que la corta vida
          de que se lamenta. Faust tiene mas ambicion que fuerza,
          y la agitacion interior le dispone contra la naturaleza
          y le hace recurrir a todos los sortilegios para
          libertarse de todas las condiciones duras, pero
          necesarias, impuestas al hombre mortal. En la primera
          escena se le ve en medio de sus libros y de un numero
          infinito de instrumentos de fisica y de frascos de
          quimica. Su padre se ocupaba tambien de las ciencias y
          le trasmitio el gusto y la costumbre. Una sola lampara
          da luz al retiro sombrio, y Faust estudia sin cesar la
          naturaleza y particularmente la magia, de cuyos secretos
          ya posee algunos.


          “Quiere hacer aparecer uno de los genios creadores del
          segundo orden; el genio viene, y le aconseja no elevarse
          sobre la esfera del espiritu humano.” Corresponde a
          nosotros, le dice, el sumergirnos en el tumulto de la
          actividad, en las olas eternas de la vida que el
          nacimiento y la muerte elevan y precipitan, rechazan y
          vuelven a traer. Nosotros estamos criados para trabajar
          en la obra que Dios nos manda y cuya trama cumple el
          tiempo. Pero tu, que no puedes concebir sino a ti mismo,
          tu que tiemblas cuando quieres profundizar tu destino, y
          que mi soplo hace estremecer, dejame, no me llames mas.”
          Cuando el genio desaparece una desesperacion profunda se
          apodera de Faust, y quiere envenenarse.


          “iEs pues hacia ti, licor ponzonoso, que mis miradas se
          fijan! Tu que das la muerte, te saludo como a una palida
          luz en un bosque sombrio. En ti honro la ciencia y el
          espiritu del hombre; tu eres la mas dulce esencia de los
          jugos que proporcionan el sueno. Tu contienes las
          fuerzas que destruyen la vida, ven a mi socorro, ya veo
          que se calma la agitacion de mi espiritu. Quiero
          arrojarme al mar: las aguas cristalinas brillan a mis
          pies como un espejo. Un nuevo dia me llama hacia la otra
          orilla; un carro de fuego pasa sobre mi cabeza, quiero
          subir en el, sabre recorrer las esferas etereas y gustar
          las delicias de los cielos.


          “Pero ?como merecerlas en mi abatimiento? Si, yo lo
          puedo, si me atrevo a hacerlo, si derribo con valor las
          puertas de la muerte, delante de las cuales todos pasan
          temblando. Ya es tiempo de manifestar la dignidad del
          hombre. Ya no es necesario que tiemble a la orilla del
          abismo en donde su imaginacion se condena a si misma a
          sus propios tormentos, y en donde las llamas del
          infierno parece que impiden el acercarse. Quiero verter
          el mortal veneno en esta copa de cristal puro. iAy! en
          otros tiempos tenia un uso diferente: se pasaba de mano
          en mano en los festines alegres de nuestros padres, y el
          convidado recibiendola, celebraba en verso su hermosura.
          iCopa dorada! tu me recuerdas las noches bulliciosas de
          mi juventud, no te ofrecere mas a mi vecino, no alabare
          mas al artista que supo hermosearte. Te ha llenado un
          licor sombrio, yo le he preparado, le he escogido; iah!
          ique sea para mi el ofertorio solemne que consagro a la
          manana de mi nueva vida!


          “En el momento en que Faust va a tomar el veneno, oye
          las campanas que anuncian el dia de Pascua a la ciudad,
          y los coros que en la iglesia inmediata celebran esta
          santa fiesta.


          “Cantos celestes, poderosos y dulces, ?porque me buscais
          entre el polvo? Haceos oir a los humanos a quienes
          podeis consolar. Escucho el mensage que me traeis, pero
          me falta la fe para creerlo. El milagro es el hijo
          querido de la fe. Sin embargo, acostumbrado a oir estos
          cantos desde la infancia, me llaman a la vida. En otros
          tiempos un rayo de amor divino bajaba sobre mi durante
          la solemnidad tranquila del domingo. El sonido bronco de
          la campana llenaba mi alma del presentimiento del
          porvenir y mis oraciones eran un goce ardiente. La misma
          campana anunciaba tambien los juegos de la juventud y la
          fiesta de la primavera. La memoria reanima en mi los
          sentimientos propios de los pocos anos, que hacen
          olvidarnos de la muerte. iO! haceos oir todavia, cantos
          celestes; la tierra me ha reconquistado.”


          “Este momento de exaltaciones pasagero: Faust tiene un
          caracter inconstante, las pasiones mundanas vuelven a
          apoderarse de su corazon, busca el modo de
          satisfacerlas, y desea el entregarse a ellas. El diablo,
          bajo el nombre de Mefistofeles, viene y le promete
          ponerle en posesion de todos los goces de la tierra,
          pero al mismo tiempo sabe disgustarle de todos ellos;
          porque la verdadera maldad seca el alma de tal manera,
          que concluye por inspirar una indiferencia profunda por
          los placeres igualmente que por las virtudes.


          “Mefistofeles conduce a Faust a la casa de una hechicera
          que tenia a su disposicion unos animales medio monos y
          medio gatos. Esta escena puede considerarse en algun
          modo como la parodia de las brujas de Macbeth.


          “Faust frecuenta las sociedades acompanado siempre de
          Mefistofeles; pero el se fastidia y el diablo le
          aconseja que se enamore. En efecto se manifiesta
          enamorado de una joven plebeya totalmente inocente y
          sencilla, que vive pobremente con su madre y que se deja
          seducir luego. Faust se cansa del amor de Margarita lo
          mismo que de todos los goces de la vida. No hay nada mas
          hermoso en aleman que los versos en que manifiesta a un
          mismo tiempo el entusiasmo de la ciencia y la saciedad
          de la dicha.


          “Espiritu sublime, tu me has concedido cuanto te he
          pedido, y no has sido en vano que hayas vuelto hacia mi
          tu rostro rodeado de llamas, tu me has dado la
          encantadora naturaleza por imperio, me has dado la
          fuerza de conocerla y de gozar de ella. No es una fria
          admiracion la que me has permitido, pero si un intimo
          conocimiento, y me has hecho penetrar en el seno del
          universo igualmente que en el de un amigo; tu has
          conducido a mi presencia la multitud variada de los
          vivientes y me has ensenado a conocer a mis hermanos en
          los habitantes de los bosques, de los aires y de las
          aguas. Cuando suena la tempestad en el bosque, cuando
          arranca y derriba los pinos gigantescos, cuya caida hace
          resonar la montana, tu me guias a un asilo seguro y me
          revelas los secretos maravillosos de mi propio corazon;
          cuando la luna tranquila sube lentamente a los cielos,
          las sombras plateadas de los tiempos antiguos se
          presentan a mis ojos, sobre las rocas y en las
          arboledas, y parece que me suavizan el severo placer de
          la meditacion.


          “Pero lo conozco, iay! el hombre no puede alcanzar nada
          que sea perfecto. Al lado de las delicias que me acercan
          a los dioses, es preciso que sufra el companero frio,
          indiferente y altivo que me humilla a mis propios ojos y
          que con una sola palabra reduce a la nada todos los
          dones que me has hecho. Enciende en mi corazon un fuego
          desordenado que me consume y arrastra hacia la muger
          hermosa: pero con enagenamiento del deseo a la dicha,
          pero en el seno de la felicidad misma un vacilante
          fastidio me hace echar de menos el deseo.”


          “La historia de Margarita contrista dolorosamente el
          corazon, su estado vulgar, su entendimiento limitado, y
          todo lo que la somete a la desgracia sin que ella pueda
          resistirlo, inspira tambien piedad en su favor. Goethe
          casi nunca ha dado calidades superiores a las mugeres,
          pero pinta maravillosamente el caracter debil que les
          hace tan necesaria la proteccion. Lord Byron ha adornado
          a Astarte de todos los encantos y de todas las
          perfecciones, pero en la pieza no se descubre sino su
          sombra y el poeta no alza sino un momento el velo
          misterioso que cubre a la hermana y a la amiga
          de Manfredo.


          “Margarita es la causa de la muerte de su madre y de su
          hermano, y Faust la llena de amarguras. iAy! esclama en
          un momento de remordimientos, ihubiera sido tan
          facilmente dichosa! una pobre choza en uno de los valles
          de los Alpes y algunas ocupaciones domesticas, hubieran
          bastado para satisfacer sus deseos limitados y llenar su
          vida pacifica; pero yo, enemigo de Dios, no he
          descansado hasta despues de haber despedazado su corazon
          y de haber arruinado su miserable destino. De este modo
          la paz debe haberle sido robada para siempre, y es
          necesario que sea la victima del infierno. iY bien!
          demonio, abrevia mis angustias y haz llegar lo que debe
          suceder. Que la suerte de esta desgraciada se cumpla, y
          a lo menos precipitame con ella en los abismos.”


          “Mefistofeles imagina el trasportar a Faust a la junta
          nocturna de las brujas a fin de distraerle de sus penas;
          y hay una escena que es imposible esplicarla, aunque en
          ella se encuentran un gran numero de ideas que retener.
          La junta de las brujas es verdaderamente como una fiesta
          de las saturnales.


          Faust sabe que Margarita ha hecho perecer al nino que
          habia dado a luz, esperando por este medio el escusarse
          la vergueenza de su conducta. Su crimen ha sido
          descubierto, se le ha puesto en prision, y al dia
          siguiente debe morir en un cadalso. Faust maldice con
          furor a Mefistofeles, y este acusa a Faust con frialdad,
          y le prueba que es el quien ha deseado el mal, y que no
          le ha ayudado sino porque le habia llamado. Se ha dado
          una sentencia de muerte contra Faust porque quito la
          vida al hermano de Margarita; pero no obstante se
          introduce secretamente en la ciudad, obtiene de
          Mefistofeles los medios para libertar a Margarita, y se
          introduce de noche en su calabozo cuyas llaves
          habia ocultado.


          “Oye a lo lejos que ensaya el cantar una cancion que
          prueba la perdida de su razon. Margarita cree que vienen
          a buscarla para conducirla al cadalso: escena tierna
          entre ella y Faust que no puede decidirla a que le siga;
          Margarita pasa rapidamente de una idea a otra, no
          reconociendo a su amante sino por intervalos.
          Mefistofeles comparece a la puerta y les dice: daos
          prisa o estais perdidos; vuestros retardos y vuestras
          dudas son funestos, mis caballos tiritan, el frio de la
          manana se hace sentir.—Margarita. ?Quien sale de este
          modo de la tierra? el es, el es; hacedle ir. ?Que hara
          en el lugar sagrado? Es a mi a quien quiere
          llevarse.—Faust. Es necesario que tu
          vivas.—Margarita. iJusticia divina, me abandono a
          ti!—Mefistofeles a Faust. Ven, ven o te doy la muerte
          igualmente que a ella.—Margarita. Padre celestial, yo
          soy tuya, y vosotros angeles salvadme, coros sagrados,
          rodeadme, defendedme: Faust, tu suerte es la que me
          aflige...—Mefistofeles. iYa esta juzgada! Las voces
          del cielo esclaman: iesta salvada!—Mefistofeles a
          Faust
    . iSigueme! Mefistofeles desaparece con Faust; se
          oye en lo interior la voz de Margarita que llama
          inutilmente a su amigo “iFaust! iFaust!”


          “La pieza queda cortada despues de estas palabras.” “Es
          necesario anadir alguna cosa” concluye madama de Stael,
          y nosotros aplicamos lo que dice a nuestra traduccion de
          Manfredo: “es preciso suplir por la imaginacion al
          hechizo qne debe anadir una hermosa poesia a las escenas
          que he ensayado traducir. En el arte de la versificacion
          hay siempre un genero de merito reconocido por todo el
          mundo, y que es independiente del objeto a que ha sido
          aplicado en la pieza de Faust. La cadencia cambia segun
          la situacion, y la brillante variedad que resulta es
          admirable.


          “La creencia de los malos espiritus se encuentra en un
          grande numero de poesias alemanas. La naturaleza del
          Norte se acomoda bastante bien con semejante terror, y
          asi es mucho menos ridiculo en Alemania que lo seria en
          Francia, el servirse del diablo en las ficciones.


          “Es imposible el leer la pieza de Faust sin que se
          presente en la idea de mil maneras diferentes, se enfada
          uno con el autor, se le acusa, se le justifica, pero da
          motivo para reflexionar sobre todo, y para valerme del
          lenguaje ingenuo de un sabio de la mediana edad, sobre
          alguna cosa mas que todo
    .


          “La critica de una obra semejante debe ser un objeto muy
          facil de prever de antemano, o mas bien el genero mismo
          de la obra puede merecer la censura, todavia con mas
          razon que el modo como esta tratada; porque una buena
          composicion, debe ser juzgada como un sueno; y si el
          buen gusto se halla siempre vigilante en la puerta de
          marfil de los suenos para obligarles a tomar la forma
          convenida, muy rara vez chocaran a la imaginacion.


          “Sin embargo la pieza de Faust no es ciertamente un buen
          modelo, y sea que pueda ser considerada como la obra de
          un delirio del entendimiento, o de la saciedad de la
          razon, es de desear que no se repitan semejantes
          producciones; pues cuando un ingenio tal como el de
          Goethe, rompe todas las trabas, la multitud de sus
          pensamientos es tan grande, que por todas partes esceden
          y trastornan los limites del arte.


          “Dichosos los autores que como Goethe, estan traducidos
          y comentados por una muger a quien lord Byron ha
          proclamado ila primera de su siglo y de todos los siglos
          pasados! y aunque algunas de sus criticas pueden hallar
          su aplicacion en las obras del autor de Manfredo,
          nuestras citas no podran ser desagradables a un poeta
          que fue constantemente el admirador y el amigo
          de Corina.”





    FIN DE LAS NOTAS