Naufragios de Alvar Nunez Cabeza de Vaca

Alvar Nunez Cabeza de Vaca

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  • CAPITULO I. En que cuenta quando partio el Armada, i los Oficiales, i Gente, que iba en ella.
  • CAPITULO II. Como el Governador veno al Puerto de Xagua, i truxo consigo a vn Piloto.
  • CAPITULO III. Como llegamos a la Florida.
  • CAPITULO IV. Como entramos Por la Tierra.
  • CAPITULO V. Como dexo los Navios el Governador.
  • CAPITULO VI. Como llegamos a Apalache.
  • CAPITULO VII. De la manera que es la Tierra.
  • CAPITULO VIII. Como partimos de Aute.
  • CAPITULO IX. Como partimos de Baia de Caballos.
  • CAPITULO X. De la Refriega, que nos dieron los Indios.
  • CAPITULO XI. De lo que acaescio a Lope de Oviedo con vnos Indios.
  • CAPITULO XII. Como los Indios nos truxeron de comer.
  • CAPITULO XIII. Como supimos de otros Christianos.
  • CAPITULO XIV. Como se partieron los quatro Christianos.
  • CAPITULO XV. De lo que nos acaescio en Isla la de Malhado.
  • CAPITULO XVI. Como se partieron los Christianos de la Isla de Malhado.
  • CAPITULO XVII. Como vinieron los Indios i truxeron a Andres Dorantes, i a Castillo, i a Estevanico.
  • CAPITULO XVIII. De la Relacion que dio de Esquivel.
  • CAPITULO XIX. De como nos apartaron los Indios.
  • CAPITULO XX. De como nos huimos.
  • CAPITULO XXI. De como curamos aqui vnos dolientes.
  • CAPITULO XXII. Como otro dia nos truxeron otros enfermos.
  • CAPITULO XXIII. Como nos partimos, despues de haver comido los Perros.
  • CAPITULO XXIV. De las Costumbres de los Indios de aquella Tierra.
  • CAPITULO XXV. Como los Indios son prestos a un Arma.
  • CAPITULO XXVI. De las Naciones, i Lenguas.
  • CAPITULO XXVII. De como nos mudamos, i fuimos bien rescibidos.
  • CAPITULO XXVIII. De otra nueva costumbre.
  • CAPITULO XXIX. De como se robaban los unos a los otros.
  • CAPITULO XXX. De como se mudo la costumbre de rescebirnos.
  • CAPITULO XXXI. De como seguimos el camino del Maiz.
  • CAPITULO XXXII. De como nos dieron los coracones de los venados.
  • CAPITULO XXXIII. Como vimos rastro de Christianos.
  • CAPITULO XXXIV. De como embie por los Christianos.
  • CAPITULO XXXV. De como el Alcalde Maior nos rescibio bien la noche que llegamos.
  • CAPITULO XXXVI. De como hecimos hacer Iglesias en aquella Tierra.
  • CAPITULO XXXVII. De lo que acontescio quando me quise venir.
  • CAPITULO XXXVIII. De lo que suscedio a los demas que entraron en las Indias.
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    [Nota del Transcriptor: Las irregularidades en puntuacion, acentuacion y ortografia del libro original han sido retenidas en este texto digital. Las efes usadas en el original por eses del uso contemporaneo han sido cambiadas para facilitar la lectura.]

         HISTORIADORES

         PRIMITIVOS

         DE LAS INDIAS OCCIDENTALES,

         QUE JUNTO, TRADUXO EN PARTE,
         y saco a luz, ilustrados con eruditas notas,
         y copiosos indices,

         EL Ill'mo SENOR DON ANDRES GONZALEZ DE BARCIA,

         DEL CONSEJO, Y CAMARA

         DE SU MAGESTAD,

         DIVIDIDOS EN TRES TOMOS,

         cuyo contenido se vera en el folio siguiente.

         TOMO I.

         EN MADRID: Ano M.DCCXLIX.

    INDICE DE LAS OBRAS CONTENIDAS en estos tres Tomos de Historiadores de Indias.

    TOMO I.

    La Historia del Almirante Don Christoval Colon; que compuso en Castellano Don Fernando Colon, su hijo, y traduxo en Toscano Alfonso de Ulloa, buelta a traducir en Castellano, por no parecer el original.

    Quatro Cartas de Hernan Cortes, dirigidas al Emperador Carlos V. en que hace relacion de sus Conquistas, y sucessos en la Nueva-Espana.

    Dos Relaciones hechas al mismo Hernan Cortes, por Pedro de Alvarado, refiriendole sus Expediciones, y Conquistas en varias Provincias de aquel Reyno.

    Otra Relacion hecha al mismo Hernan Cortes, por Diego de Godoy, que trata del descubrimiento de diversas Ciudades, y Provincias, y guerras que tuvo con los Indios.

    Relacion sumaria de la Historia Natural de las Indias, compuesta, y dirigida al Emperador Carlos V. por el Capitan Gonzalo Fernandez de Oviedo.

    Examen Apologetico de la Historica narracion de los Naufragios, Peregrinaciones, y Milagros de Alvar Nunez Cabeza de Baca, contra la Censura del Padre Honorio Filopono, por Don Antonio Ardoino, Marques de Lorito.

    Relacion de los naufragios del Governador Alvar Nunez Cabeza de Baca.

    Comentarios del mismo de lo sucedido durante su Govierno del Rio de la Plata.

    TOMO II

    Historia General de las Indias, por Francisco Lopez de Gomara.

    Chronica de la Nueva-Espana, o Conquista de Mexico, por el mismo.

    TOMO III.

    Historia del Descubrimiento, y Conquista de la Provincia del Peru, y de los sucessos de ella, y de las cosas naturales, que en la dicha Provincia se hallan, por Agustin de Zarate.

    Verdadera Relacion de la Conquista, del Peru, y Provincia del Cuzco, embiada al Emperador Carlos V. por Francisco de Xerez.

    Historia, y Descubrimiento del Rio de la Plata y Paraguay, por Hulderico Schmidel, traducida del latin.

    Argentina, y Conquista del Rio de la Plata, con otros acaecimientos de los Reynos del Peru, Tucuman, y Estado del Brasil, por el Arcediano Don Martin del Barco Centenera, Poema compuesto de veinte y ocho. Cantos.

    Viage del Mundo, de Simon Perez de Torres.

    Epitome de la Relacion del viage de algunos Mercaderes de San Malo a MoKa, en Arabia, en el Mar Bermejo, hecho por los anos de 1708. 1709. Y 1710. formado, y puesto en Castellano por el Alferez Don Manuel de Grova, natural de la Gran Canaria.

         NAVFRAGIOS

         DE ALVAR NUNEZ

         CABEZA DE VACA;

         Y

         RELACION DE LA JORNADA,

         QUE HIZO A LA FLORIDA CON EL ADELANTADO,

         PANFILO DE NARVAEZ.

    CAPITULO I. En que cuenta quando partio el Armada, i los Oficiales, i Gente, que iba en ella.

    A diez i siete dias del Mes de Junio de mil quinientos i veinte i siete, partio del Puerto de Sant Lucar de Barrameda, el Governador Panfilo de Narvaez, con Poder, i mandado de V. Mag. para conquistar, i governar las Provincias, que estan desde el Rio de las Palmas, hasta el Cabo de la Florida, las quales son en Tierra-firme; i la Armada, que llevaba eran cinco Navios, en los quales, poco mas, o menos, irian seiscientos Hombres. Los Oficiales que llevaba (porque de ellos se ha de hacer mencion) eran estos, que aqui se nombran: Cabeca de Vaca, por Tesorero, i por Alguacil Maior; Alonso Enriquez, Contador; Alonso de Solis, por Factor de V. Mag. i por Veedor; iba vn Fraile de la Orden de Sant Francisco por Comisario, que se llamaba Fr. Juan Suarez, con otros quatro Frailes de la misma Orden: llegamos a la Isla de Santo Domingo, donde estuvimos casi quarenta i cinco dias, proveiendonos de algunas cosas necesarias, senaladamente de Caballos. Aqui nos faltaron de nuestra Armada mas de ciento i quarenta Hombres, que se quisieron quedar alli, por los partidos, i promesas, que los de la Tierra les hicieron. De alli, partimos, i llegamos a Santiago (que es Puerto en la Isla de Cuba) donde en algunos dias, que estuvimos, el Governador se rehico de Gente, de Armas, i de Caballos. Suscedio alli, que vn Gentil-hombre, que se llamaba Vasco Porcalle, Vecino de la Trinidad (que es en la misma Isla) ofrescio de dar al Governador ciertos Bastimentos, que tenia en la Trinidad, que es cien Leguas del dicho Puerto de Santiago. El Governador, con toda la Armada, partio para alla: mas llegados a vn Puerto, que se dice Cabo de Santa Cruz, que es mitad del camino: paresciole, que era bien esperar alli, i embiar vn Navio, que truxese aquellos Bastimentos, i para esto mando a vn Capitan Pantoja, que fuese alla con su Navio, i que Yo, para mas seguridad, fuese con el, i el quedo con quatro Navios, porque en la Isla de Santo Domingo havia comprado vn otro Navio. Llegados con estos dos Navios al Puerto de la Trinidad, el Capitan Pantoja fue con Vasco Porcalle a la Villa, que es vna Legua de alli, para rescebir los Bastimentos: Yo quede en la Mar con los Pilotos, los quales nos dixeron, que con la maior prestecsa, que pudiesemos, nos despachasemos de alli, porque aquel era un mui mal Puerto, i se solian perder muchos Navios en el; i porque lo que alli nos sucedio, fue cosa mui senalada, me parescio, que no seria fuera de proposito, i fin, con que Yo quise escrevir este Camino, contarla aqui. Otro dia de manana comenco el tiempo a dar no buena senal, porque comenco a llover, i el Mar iba arreciando tanto, que aunque Yo di licencia a la Gente, que saliese a Tierra, como ellos vieron el tiempo que hacia, i que la Villa estaba de alli vna Legua, por no estar al Agua, i frio, que hacia, muchos se bolvieron al Navio. En esto vino vna Canoa de la Villa, en que me traian vna Carta de vn Vecino de la Villa, rogandome, que me fuese alla, i que me darian los Bastimentos, que hoviese, i necesarios fuesen; de lo qual Yo me escuse, diciendo, que no podia dexar los Navios. A medio dia bolvio la Canoa con otra Carta, en que con mucha importunidad pedian lo mismo: i traian vn Caballo en que fuese. Yo di la misma respuesta que primero havia dado, diciendo, que no dexaria los Navios; mas los Pilotos, i la Gente me rogaron mucho, que fuese, porque diese priesa que los Bastimentos se truxesen lo mas presto que pudiese ser, porque nos partiesemos luego de alli, donde ellos estaban, con gran temor, que los Navios se havian de perder, si alli estuviesen mucho. Por esta racon Yo determine de ir a la Villa, aunque primero que fuese, dexe proveido, i mandado a los Pilotos, que si el Sur, con que alli suelen perderse muchas veces los Navios, ventase, i se viesen en mucho peligro, diesen con los Navios al traves, i en parte que se salvase la Gente, i los Caballos; i con esto Yo sali, aunque quise sacar algunos conmigo, por ir en compania, los quales no quisieron salir, diciendo, que hacia mucha Agua, i frio, i la Villa estaba mui lexos, que otro dia, que era Domingo, saldrian, con el aiuda de Dios, a oir Misa. A vna hora, despues de Yo salido, la Mar comenco a venir mui brava, i el Norte fue tan recio, que ni los Bateles osaron salir a Tierra, ni pudieron dar en ninguna manera con los Navios al traves, por ser el viento por la Proa; de suerte, que con mui gran trabajo, con dos tiempos contrarios, i mucha Agua que hacia, estuvieron aquel dia, i el Domingo, hasta la noche. A esta hora, el Agua, i la Tempestad, comenco a crescer tanto, que no menos Tormenta havia en el Pueblo, que en la Mar, porque todas las Casas, i Iglesias se caieron, i era necesario que anduviesemos siete, o ocho Hombres abracados vnos con otros, para podernos amparar, que el viento no nos llevase; i andando entre los Arboles, no menos temor teniamos de ellos, que de las Casas, porque como ellos tambien caian, no nos matasen debaxo. En esta tempestad, i peligro, anduvimos toda la noche, sin hallar parte, ni lugar, donde media hora pudiesemos estar seguros.

    Andando en esto, oimos toda la noche, especialmente desde el medio de ella, mucho estruendo, i grande ruido de voces, i gran sonido de Cascaveles, i de Flautas, i Tamborinos, i otros Instrumentos, que duraron hasta la manana, que la Tormenta ceso. En estas Partes nunca otra cosa tan medrosa se vio: Yo hice vna probanca de ello, cuio Testimonio embie a V. Mag. El Lunes por la manana baxamos al Puerto, i no hallamos los Navios: vimos las Boias de ellos en el Agua, adonde conoscimos ser perdidos, i anduvimos por la Costa, por ver si hallariamos alguna cosa de ellos; i como ninguno hallasemos, metimonos por los Montes, i andando por ellos vn quarto de Legua de Agua, hallamos la Barquilla de vn Navio puesta sobre vnos Arboles: i diez Leguas de alli, por la Costa, se hallaron dos Personas de mi Navio, i ciertas tapas de Caxas, i las Personas tan desfiguradas de los golpes de las penas, que no se podian conoscer: hallaronse tambien vna Capa, i vna Colcha hecha pedacos, i ninguna otra cosa parescio. Perdieronse en los Navios sesenta Personas, i veinte Caballos. Los que havian salido a Tierra, el dia que los Navios alli llegaron, que serian hasta treinta, quedaron de los que en ambos Navios havia. Asi estuvimos algunos dias, con mucho trabajo, i necesidad, porque la provision, i mantenimientos, que el Pueblo tenia, se perdieron, i algunos Ganados: la Tierra quedo tal, que era gran lastima verla: caidos los Arboles, quemados los Montes, todos sin hojas, ni ierva. Asi pasamos, hasta cinco dias del Mes de Noviembre, que llego el Governador con sus quatro Navios, que tambien havian pasado gran Tormenta, i tambien havian escapado, por haverse metido con tiempo en parte segura. La Gente, que en ellos traia, i la que alli hallo, estaban tan atemoricados de lo pasado, que temian mucho tornarse a embarcar en Invierno; i rogaron al Governador, que lo pasase alli; i el, vista su voluntad, i la de los Vecinos, inverno alli. Diome a mi cargo de los Navios, i de la Gente, para que me fuese con ellos a invernar al Puerto de Xagua, que es doce Leguas de alli, donde estuve hasta veinte dias del Mes de Hebrero.

    CAPITULO II. Como el Governador veno al Puerto de Xagua, i truxo consigo a vn Piloto.

    En este tiempo llego alli el Governador con vn Vergantin, que en la Trinidad compro, i traia consigo vn Piloto, que se llamaba Miruelo: havialo tomado, porque decia, que sabia, i havia estado en el Rio de las Palmas, i era mui buen Piloto de toda la Costa del Norte. Dexaba tambien comprado otro Navio en la Costa de la Habana, en el qual quedaba por Capitan Alvaro de la Cerda, con quarenta Hombres, i doce de Caballo; i dos dias despues que llego el Governador, se embarco, i la Gente que llevaba eran quatrocientos Hombres, i ochenta Caballos, en quatro Navios; i vn Vergantin. El Piloto, que de nuevo haviamos tomado, metio los Navios por los Baxios, que dicen de Carnarreo, de manera, que otro dia dimos en seco, i asi estuvimos quince dias, tocando muchas veces las Quillas de los Navios en seco: al cabo de los quales, vna Tormenta del Sur metio tanta Agua en los Baxios, que podimos salir, aunque no sin mucho peligro: Partidos de aqui, i llegados a Guaniguanico, nos tomo otra Tormenta, que estuvimos a tiempo de perdernos. A Cabo de Corrientes tuvimos otra, donde estuvimos tres dias. Pasados estos, doblamos el Cabo de Sant Anton, i anduvimos con tiempo contrario, hasta llegar a doce Leguas de la Habana; i estando otro dia para entrar en ella, nos tomo vn tiempo de Sur, que nos aparto de la Tierra, i atravesamos por la Costa de la Florida, i llegamos a la Tierra, Martes, doce dias del Mes de Abril, i fuimos costeando la via de la Florida: i Jueves Santo surgimos en la misma Costa, en la boca de vna Baia, al cabo de la qual vimos ciertas Casas, i Habitaciones de Indios.

    CAPITULO III. Como llegamos a la Florida.

    En este mismo dia salio el Contador Alonso Enriquez, i se puso en vna Isla, que esta en la misma Baia, i llamo a los Indios, los quales vinieron, i estuvieron con el buen pedaco de tiempo, i por via de rescate le dieron Pescado, i algunos pedacos de carne de Venado. Otro dia siguiente, que era Viernes Santo, el Governador se desembarco con la mas Gente, que en los Bateles que traia, pudo sacar; i como llegamos a los Buhios, o Casas, que haviamos visto de los Indios, hallamoslas desamparadas, i solas, porque la Gente se havia ido aquella noche en sus Canoas. El vno de aquellos Buhios era mui grande, que cabrian en el mas de trecientas Personas: los otros eran mas pequenos, i hallamos alli vna Sonaja de Oro, entre las Redes. Otro dia el Governador levanto Pendones por V. Mag. i tomo la posesion de la Tierra en su Real Nombre, presento sus Provisiones, i fue obedescido por Governador, como V. Mag. lo mandaba. Asimismo presentamos nosotros las nuestras ante el, i el las obedescio, como en ellas se contenia. Luego mando, que toda la otra Gente desembarcase, i los Caballos que havian quedado, que no eran mas de quarenta i dos, porque los demas, con las grandes Tormentas, i mucho tiempo que havian andado por la Mar, eran muertos: i estos pocos que quedaron estaban tan flacos, i fatigados, que por el presente poco provecho podiamos tener de ellos. Otro dia los Indios de aquel Pueblo vinieron a nosotros, i aunque nos hablaron, como nosotros no teniamos Lengua, no los entendiamos: mas hacian nos muchas senas, i amenacas, i nos parescio, que nos decian, que nos fuesemos de la Tierra; i con esto nos dexaron, sin que nos hiciesen ningun impedimento, i ellos se fueron.

    CAPITULO IV. Como entramos Por la Tierra.

    Otro dia adelante, el Governador acordo de entrar por la Tierra, por descubrirla, i ver lo que en ella havia. Fuimonos con el, el Comisario, i el Veedor, i Yo, con quarenta Hombres, i entre ellos seis de Caballo, de los quales poco nos podiamos aprovechar. Llevamos la via del Norte; hasta que a hora de Visperas llegamos a vna Baia mui grande, que nos parescio que entraba mucho por la Tierra, quedamos alli aquella noche, i otro dia nos bolvimos donde los Navios, i Gente estaban. El Governador mando, que el Vergantin fuese costeando la via de la Florida, i buscase el Puerto, que Miruelo el Piloto havia dicho que sabia: mas ia el lo havia errado, i no sabia en que parte estabamos, ni adonde era el Puerto; i fuele mandado al Vergantin, que si no lo hallase, travesase a la Habana, i buscase el Navio, que Alvaro de la Cerda tenia, i tomados algunos Bastimentos, nos viniesen a buscar. Partido el Vergantin, tornamos a entrar en la Tierra los mismos que primero, con alguna Gente mas, i costeamos la Baia, que haviamos hallado: i andadas quatro Leguas, tomamos quatro Indios, i mostramosles Maiz, para ver si lo conoscian, porque hasta entonces no haviamos visto senal de el. Ellos nos dixeron, que nos llevarian donde lo havia, i asi nos llevaron a su Pueblo, que es al Cabo de la Baia, cerca de alli, i en el nos mostraron vn poco de Maiz, que aun no estaba para cogerse. Alli hallamos muchas Caxas de Mercaderes de Castilla, i en cada vna de ellas estaba vn cuerpo de Hombre muerto, i los cuerpos cubiertos con vnos Cueros de Venados, pintados. Al Comisario le parescio, que esto era especie de idolatria, i quemo las Caxas con los cuerpos. Hallamos tambien pedacos de Lienco, i de Pano, i Penachos, que parescian de la Nueva Espana: hallamos tambien muestras de Oro. Por senas preguntamos a los Indios, de adonde havian havido aquellas cosas? Senalaron nos, que mui lexos de alli havia vna Provincia, que se decia Apalache, en la qual havia mucho Oro, i hacian sena de haver mui gran cantidad de todo lo que nosotros estimamos en algo. Decian, que en Apalache havia mucho, i tomando aquellos Indios por Guia, partimos de alli: i andadas diez, o doce Leguas, hallamos otro Pueblo de quince Casas, donde havia buen pedaco de Maiz sembrado, que ia estaba para cogerse, i tambien hallamos alguno, que estaba ia seco; i despues de dos dias, que alli estuvimos, nos bolvimos donde el Contador, i la Gente, i Navios estaban, i contamos al Contador, i Pilotos lo que haviamos visto, i las nuevas, que los Indios nos havian dado. Y otro dia, que fue primero de Maio, el Governador llamo a parte al Comisario, i al Contador, i al Veedor, i a mi, i a vn Marinero, que se llamaba Bartolome Fernandez, i a vn Escrivano, que se decia Geronimo de Alaniz, i asi juntos, nos dixo, que tenia en voluntad de entrar por la Tierra adentro, i los Navios se fuesen costeando, hasta que llegasen al Puerto, i que los Pilotos decian, i creian, que iendo la via de las Palmas, estaban mui cerca de alli, i sobre esto nos rogo, le diesemos nuestro parescer. Yo respondia, que me parescia, que por ninguna manera debia dexar los Navios, sin que primero quedasen en Puerto seguro, i poblado, i que mirase, que los Pilotos no andaban ciertos, ni se afirmaban en vna misma cosa, ni sabian a que parte estaban: i que allende de esto, los Caballos no estaban para que en ninguna necesidad que se ofreciese, nos pudiesemos aprovechar de ellos: i que sobre todo esto, ibamos mudos, i sin Lengua, por donde mal nos podiamos entender con los Indios, ni saber lo que de la Tierra queriamos, i que entrabamos por Tierra, de que ninguna relacion teniamos, ni sabiamos de que suerte era, ni lo que en ella havia, ni de que Gente estaba poblada, ni a que parte de ella estabamos: i que sobre todo esto, no teniamos Bastimentos para entrar adonde no sabiamos; porque visto lo que en los Navios havia, no se podia dar a cada Hombre de racion, para entrar por la Tierra, mas de vna libra de Vizcocho, i otra de Tocino; i que mi parescer era, que se debia embarcar, i ir a buscar Puerto, i Tierra; que fuese mejor para poblar, pues lo que haviamos visto, en si era tan despoblada, i tan pobre, quanto nunca en aquellas Partes se havia hallado. Al Comisario lo parescio todo lo contrario; diciendo, que no se havia de embarcar, sino que iendo siempre acia la Costa, fuesen en busca del Puerto, pues los Pilotos decian, que no estaria sino diez, o quince Leguas de alli, la via de Panuco; i que no era posible, iendo siempre a la Costa, que no topasemos con el, porque decian, que entraba doce Leguas adentro por la Tierra, i que los primeros que lo hallasen, esperasen alli a los otros, i que embarcarse era tentar a Dios, pues desque partimos de Castilla tantos trabajos haviamos pasado, tantas Tormentas, tantas perdidas de Navios, i de Gente haviamos tenido, hasta llegar alli: i que por estas racones el se debia de ir por luengo de Costa, hasta llegar al Puerto: i que los otros Navios, con la otra Gente, se irian la misma via, hasta llegar al mismo Puerto. A todos los que alli estaban, parescio bien que esto se hiciese asi, salvo al Escrivano, que dixo, que primero que desamparase los Navios, los debia de dexar en Puerto conoscido, i seguro, i en parte que fuese poblada: que esto hecho, podria entrar por la Tierra adentro, i hacer lo que le pareciese. El Governador siguio su parescer, i lo que los otros le aconsejaban. Yo, vista su determinacion, requerile de parte de V. Mag. que no dexase los Navios, sin que quedasen en Puerto, i seguros, i asi lo pedi por Testimonio al Escrivano, que alli teniamos. El respondio, que pues el se conformaba con el parescer de los mas de los otros Oficiales, i Comisario, que Yo no era parte para hacerle estos requerimientos; i pidio al Escrivano le diese por Testimonio, como por no haver en aquella Tierra Mantenimientos para poder poblar, ni Puerto para los Navios, levantaba el Pueblo que alli havia asentado, i iba con el en busca del Puerto, i de Tierra, que fuese mejor; i luego mando apercibir la Gente, que havia de ir con el, que se proveiesen de lo que era menester para la jornada; i despues de esto proveido, en presencia de los que alli estaban, me dixo: Que pues Yo tanto estorvaba, i temia la entrada por la Tierra; que me quedase, i tomase cargo de los Navios, i la Gente, que en ellos quedaba, i poblase, si Yo llegase primero que el: Yo me escuse de esto; i despues de salidos de alli aquella misma tarde, diciendo, que no le parescia, que de nadie se podia fiar aquello, me embio a decir, que me rogaba, que tomase cargo de ello; i viendo que importunandome tanto, Yo todavia me escusaba, me pregunto, que era la causa porque huia de aceptallo? A lo qual respondi, que Yo huia de encargarme de aquello, porque tenia por cierto, i sabia; que el no havia de ver mas los Navios, ni los Navios a el; i que esto entendia, viendo que tan sin aparejo se entraban por la Tierra adentro, i que Yo queria mas aventurarme al peligro, que el; i los otros se aventuraban, i pasar por lo que el, i ellos pasasen, que no encargarme de los Navios, i dar ocasion que se dixese, que como havia contradicho la entrada, me quedaba por temor, i mi honra anduviese en disputa, i que Yo queria mas aventurar la vida, que poner mi honra en esta condicion. El, viendo que conmigo no aprovechaba, rogo a otros muchos, que me hablasen en ello, i me lo rogasen: a los quales respondi lo mismo que a el; i asi proveio por su Teniente, para que quedase en los Navios, a vn Alcalde, que traia, que se llamaba Caravallo.

    CAPITULO V. Como dexo los Navios el Governador.

    Sabado, primero de Maio, el mismo dia que esto havia pasado, mando dar a cada vno de los que havian de ir con el, dos libras de Vizcocho, i media libra de Tocino; i ansi nos partimos para entrar en la Tierra. La suma de toda la Gente que llevabamos, era trecientos Hombres, en ellos iba el Comisario Frai Juan Suarez, i otro Fraile, que se decia Frai Juan de Palos, i tres Clerigos, i los Oficiales. La Gente de Caballo, que con estos ibamos, eramos quarenta de Caballo; i ansi anduvimos con aquel Bastimento que llevabamos, quince dias; sin hallar otra cosa que comer, salvo Palmitos, de la manera de los de Andalucia. En todo este tiempo no hallamos Indio ninguno, ni vimos Casa, ni Poblado, i al cabo llegamos a vn Rio, que lo pasamos con mui gran trabajo a nado, i en Balfast detuvimonos vn dia en pasarlo, que traia mui gran corriente. Pasados a la otra parte, salieron a nosotros hasta docientos Indios, poco mas, o menos: el Governador salio a ellos, i despues de haverlos hablado por senas, ellos nos senalaron de fuerte, que nos ovimos de rebolver con ellos, i prendimos cinco, o seis, i estos nos llevaron a sus Casas, que estaban hasta media legua de alli, en las quales hallamos gran cantidad de Maiz, que estaba ia para cogerse, i dimos infinitas gracias a Nuestro Senor, por havernos socorrido en tan gran necesidad; porque ciertamente, romo eramos nuevos en los trabajos, allende del cansancio que traiamos, veniamos mui fatigados de hambre, i a tercero dia, que alli llegamos, nos juntamos el Contador, i Veedor, i Comisario, i Yo, i rogamos al Governador, que embiase a buscar la Mar, por ver si hallariamos Puerto, porque los Indios decian, que la Mar no estaba mui lexos de alli. El nos respondio, que no curasemos de hablar en aquello, porque estaba mui lexos de alli, i como Yo era el que mas le importunaba, dixome, que me fuese Yo a descubrirla, i que buscase Puerto, i que havia de ir a pie con quarenta Hombres, i ansi otro dia Yo me parti con el Capitan Alonso del Castillo, i con quarenta Hombres de su Compania, i asi anduvimos hasta hora de medio dia, que llegamos a vnos Placeles de la Mar, que parescia que entraban mucho por la Tierra: anduvimos por ellos hasta legua i media, con el agua hasta la mitad de la pierna, pisando por encima de Hostiones, de los quales rescibimos muchas cuchilladas en los pies, y nos fueron causa de mucho trabajo; hasta que llegamos en el Rio, que primero haviamos atravesado, que entraba por aquel mismo Ancon; i como no lo podimos pasar, por el mal aparejo, que para ello teniamos, bolvimos al Real, i contamos al Governador lo que haviamos hallado; i como era menester otra vez pasar por el Rio, por el mismo lugar, que primero lo haviamos pasado, para que aquel Ancon se descubriese bien, i viesemos si por alli havia Puerto: i otro dia mando a vn Capitan, que se llamaba Valencuela, que con sesenta Hombres, i seis de Caballo, pasase el Rio, i fuese por el abaxo hasta llegar a la Mar, i buscar si havia Puerto; el qual, despues de dos dias, que alla estuvo, bolvio, y dixo, que el havia descubierto el Ancon, i que todo era Baia baxa hasta la rodilla, i que no se hallaba Puerto; i que havia visto cinco, o seis Canoas de Indios, que pasaban de vna parte a otra, i que llevaban puestos muchos Penachos. Sabido esto, otro dia partimos de alli, iendo siempre en demanda de aquella Provincia, que los Indios nos havian dicho Apalache, llevando por Guia los que de ellos haviamos tomado, i asi anduvimos hasta diez i siete de Junio, que no hallamos Indios, que nos osasen esperar; i alli salio a nosotros vn Senor, que le traia vn Indio acuestas, cubierto de vn cuero de Venado pintado: traia consigo mucha Gente, i delante de el venian tanendo vnas Flautas de Cana, i asi llego do estaba el Governador, i estuvo vna hora con el, i por senas le dimos a entender, que ibamos a Apalache, i por las que el hico nos parescio que era enemigo de los de Apalache; i que nos iria a aiudar contra el. Nosotros le dimos Cuentas, i Cascaveles, i otros rescates, i el dio al Governador el Cuero que traia cubierto, i asi se bolvio, i nosotros le fuimos siguiendo por la via que el iba. Aquella noche llegamos a vn Rio, el qual era mui hondo, i mui ancho, i la corriente mui recia, i por no atrevernos a pasar, con Balsas hecimos vna Canoa para ello, i estuvimos en pasarlo vn dia: i si los Indios nos quisieran ofender, bien nos pudieran estorvar el paso, i aun con aiudarnos ellos, tuvimos mucho trabajo: Uno de Caballo, que se decia Juan Velazquez, natural de Cuellar, por no esperar entro en el Rio, i la corriente, como era recia, lo derribo del Caballo, i se asio a las riendas, i ahogo a si, i al Caballo; i aquellos Indios de aquel Senor, que se llamaba Dulchanchellin, hallaron el Caballo, i nos dixeron donde hallariamos a el por el Rio abaxo; i asi fueron por el, i su muerte nos dio mucha pena, porque hasta entonces ninguno nos havia faltado. El Caballo dio de cenar a muchos aquella noche. Pasados de alli, otro dia llegamos al Pueblo de aquel Senor, i alli nos embio Maiz. Aquella noche, donde iban a tomar Agua, nos flecharon vn Christiano, i quiso Dios que no lo hirieron: Otro dia nos partimos de alli, sin que Indio ninguno de los Naturales paresciese, porque todos havian huido; mas iendo nuestro camino, parescieron Indios, los quales venian de Guerra, i aunque nosotros los llamamos, no quisieron bolver, ni esperar, mas antes se retiraron, siguiendonos por el mismo camino que llevabamos. El Governador dexo vna Celada de algunos de Caballo en el camino, que como pasaron salieron a ellos, i tomaron tres, o quatro Indios, i estos llevamos por Guias de alli adelante, los quales nos llevaron por Tierra mui trabajosa de andar, i maravillosa de ver, porque en ella ai mui grandes Montes, i los Arboles a maravilla altos, i son tantos los que estan caidos en el suelo, que nos embaracaban el camino, de fuerte, que no podiamos pasar sin rodear mucho, i con mui gran trabajo: de los que no estaban caidos, muchos estaban hendidos desde arriba hasta abaxo de raios, que en aquella Tierra caen, donde siempre ai mui grandes tormentas, i tempestades. Con este trabajo caminamos hasta vn dia despues de San Juan, que llegamos a vista de Apalache, sin que los Indios de la Tierra nos sintiesen: Dimos muchas gracias a Dios por vernos tan cerca de el, creiendo que era verdad lo que de aquella Tierra nos havian dicho, que alli se acabarian los grandes trabajos que haviamos pasado, asi por el malo, i largo camino para andar, como por la mucha hambre que haviamos padescido; porque aunque algunas veces hallabamos Maiz, las mas andabamos siete, i ocho leguas sin toparlo; i muchos havia entre nosotros, que allende del mucho cansancio, i hambre, llevaban hechas llagas en las espaldas de llevar las Armas acuestas, sin otras cosas que se ofrescian. Mas con vernos llegados donde deseabamos, i donde tanto mantenimiento, i Oro nos havian dicho que havia, parescionos, que se nos havia quitado gran parte del trabajo, i cansancio.

    CAPITULO VI. Como llegamos a Apalache.

    Llegados que fuimos a vista de Apalache, el Governador mando, que Yo tomase nueve de Caballo, i cinquenta Peones, i entrase en el Pueblo, i ansi lo acometimos el Veedor, i Yo; i entrados no hallamos sino Mugeres, i Muchachos, que los Hombres, a la sacon, no estaban en el Pueblo, mas de ai a poco, andando nosotros por el, acudieron, i comencaron a pelear, flechandonos, i mataron el Caballo del Veedor, mas al fin huieron, i nos dexaron. Alli hallamos mucha cantidad de Maiz, que estaba ia para cogerse, i mucho seco que tenian encerrado. Hallamosles muchos Cueros de Venados, i entre ellos algunas Mantas de Hilo pequenas, i no buenas, con que las Mugeres cubren algo de sus personas. Tenian muchos Vasos para moler Maiz. En el Pueblo havia quarenta Casas pequenas, i edificadas, baxas, i en lugares abrigados, por temor de las grandes tempestades, que continuamente en aquella Tierra suele haver. El Edificio es de Paja, i estan cercados de mui espeso Monte, i grandes Arboledas, i muchos Pielagos de Agua, donde ai tantos, i tan grandes Arboles caidos, que embaracan, i son causa, que no se puede por alli andar, sin mucho trabajo, i peligro.

    CAPITULO VII. De la manera que es la Tierra.

    La Tierra, por la maior parte, desde donde desembarcamos, hasta este Pueblo, i Tierra de Apalache, es llana; el suelo de arena, i tierra firme; por toda ella ai mui grandes Arboles, i Montes claros, donde ai Nogales, i Laureles, i otros, que se llaman Liquidambares, Cedros, Savinas, i Encinas, i Pinos, i Robles, Palmitos baxos, de la manera de los de Castilla. Por toda ella ai muchas Lagunas grandes, i pequenas, algunas mui trabajosas de pasar, parte por la mucha hondura, parte por tantos Arboles como por ellas estan caidos. El suelo de ellas es arena, i las que en la Comarca de Apalache hallamos, son mui maiores que las de hasta alli. Ai en esta Provincia muchos Maicales, i las Casas estan tan esparcidas por el campo, de la manera que estan las de los Gelves. Los Animales que en ellas vimos son Venados de tres maneras, Conejos, i Liebres, Osos, i Leones, i otras Salvaginas; entre los quales vimos vn animal que trae los hijos en vna bolsa, que en la barriga tiene; i todo el tiempo que son pequenos, los trae alli, hasta que saben buscar de comer; i si acaso estan fuera buscando de comer, i acude Gente, la madre no huie hasta que los ha recogido en su bolsa. Por alli la Tierra es mui fria; tiene mui buenos pastos para ganados: ai Aves de muchas maneras: Ansares en gran cantidad; Patos, Anades, Patos Reales, Dorales, i Garcotas, i Garcas, Perdices: vimos muchos Halcones, Neblis, Gavilanes, Esmerejones, i otras muchas Aves. Dos horas despues que llegamos a Apalache, los Indios, que de alli havian huido, vinieron a nosotros de Paz, pidiendonos a sus Mugeres, i Hijos, i nosotros se los dimos; salvo, que el Governador detuvo vn Cacique de ellos consigo, que fue causa por donde ellos fueron escandalicados; i luego otro dia bolvieron de Guerra: i con tanto denuedo, i presieca nos acometieron, que llegaron a nos poner fuego a las Casas en que estabamos; mas como salimos, huieron, i acogieronse a las Lagunas, que tenian mui cerca; i por esto, i por los grandes Maicales, que havia, no les podimos hacer dano, salvo a vno que matamos. Otro dia siguiente, otros Indios de otro Pueblo, que estaba de la otra parte, vinieron a nosotros, i acometieronnos de la misma arte que los primeros: i de la misma manera se escaparon, i tambien murio vno de ellos. Estuvimos en este Pueblo veinte i cinco dias, en que hecimos tres entradas por la Tierra, i hallarnosla mui pobre de Gente, i mui mala de andar, por los malos pasos, i Montes, i Lagunas, que tenia. Preguntamos al Cacique, que les haviamos detenido, i a los otros Indios, que traiamos con nosotros, que eran Vecinos, i Enemigos de ellos, por la manera, i poblacion de la Tierra, i la calidad de la Gente, i por los Bastimentos, i todas las otras cosas de ella? Respondieron nos cada vno por si, que el maior Pueblo de toda aquella Tierra era aquel Apalache, i que adelante havia menos Gente, i mui mas pobre que ellos, i que la Tierra era mal poblada, i los Moradores de ella mui repartidos; i que iendo adelante, havia grandes Lagunas, i espesura de Montes, i grandes Desiertos, i Despoblados. Preguntamosles luego por la Tierra, que estaba acia el Sur, que Pueblos, i Mantenimientos, tenia? Dixeron, que por aquella via, iendo a la Mar nueve jornadas, havia vn Pueblo, que llamaban Aute, i los Indios de el tenian mucho Maiz, i que tenian Frisoles, i Calabacas, i que por estar tan cerca de la Mar, alcancaban Pescados, i que estos eran Amigos suios. Nosotros, vista la pobreca de la Tierra, i las malas nuevas, que de la Poblacion, i de todo lo detras nos daban, i como los Indios nos hacian continua Guerra, hiriendonos la Gente, i los Caballos, en los lugares donde ibamos a tomar Agua, i esto desde las Lagunas, i tan a su salvo, que no los podiamos ofender, porque metidos en ellas, nos flechaban, i mataron vn Senor de Tescuco, que se llamaba D. Pedro, que el Comisario llevaba consigo, acordamos de partir de alli, i ir a buscar la Mar, i aquel Pueblo de Aute, que nos havian dicho; i asi nos partimos, a cabo de veinte i cinco dias, que alli havianos llegado. El primero dia pasamos aquellas Lagunas, i palos, sin ver Indio ninguno: mas al segundo dia llegamos a vna Laguna de mui mal paso, porque daba el Agua a los pechos, i havia en ella muchos Arboles caidos. Ya que estabamos en medio de ella, nos acometieron muchos Indios, que estaban abscondidos detras de los Arboles, porque no los viesemos; otros estaban sobre los caidos, i comencaron nos a flechar, de manera, que nos hirieron muchos Hombres, i Caballos, i nos tomaron la Guia que llevabamos antes, que de la Laguna saliesemos; i despues de salidos de ella, nos tornaron a seguir, queriendonos estorvar el paso, de manera, que no nos aprovechaba salirnos a fuera, ni hacernos mas fuertes, i querer pelear con ellos, que se metian luego en la Laguna, i desde alli nos herian la Gente, i Caballos. Visto esto, el Governador mando a los de Caballo, que se apeasen, i les acometiesen a pie. El Contador se apeo con ellos, i asi los acometieron, i todos entraron a bueltas en vna Laguna, i asi les ganamos el paso. En esta rebuelta huvo algunos de los nuestros heridos, que no les valieron buenas Armas, que llevaban; i huvo hombres este dia, que juraron que havian visto dos Robles, cada vno de ellos tan grueso como la pierna, por baxo, pasados de parte a parte de las Flechas de los Indios; i esto no es tanto de maravillar, vista la fuerca, i mana con que las echan; porque Yo mismo vi vna Flecha en vn pie de vn Alamo, que entraba por el vn geme. Quantos Indios vimos desde la Florida aqui, todos son Flecheros, i como son tan crescidos de cuerpo, i andan desnudos, desde lexos parescen Gigantes. Es Gente a maravilla bien dispuesta, mui enjutos, i de mui grandes fuercas, i ligereca. Los Arcos que vsan son gruesos como el braco, de once, o doce palmos de largo, que flechan a docientos pasos, con tan gran tiento, que ninguna cosa ierran. Palados que fuimos de este paso, de ai a vna legua llegamos a otro de la misma manera, salvo que por ser tan larga, que duraba media legua, era mui peor: este pasamos libremente, i sin estorvo de Indios, que como havian gastado en el primero toda la municion, que de Flechas tenian, no quedo con que osarnos acometer. Otro dia siguiente, pasando otro semejante paso, Yo halle rastro de Gente, que iba adelante, i di aviso de ello al Governador, que venia en la Retaguarda; i ansi, aunque los Indios salieron a nosotros, como ibamos apercebidos, no nos pudieron ofender; i salidos a lo llano, fueronnos todavia siguiendo; bolvimos a ellos por dos partes, i matamosles dos Indios, i hirieronme a mi, i dos, o tres Christianos; por acogersenos al Monte, no les podimos hacer mas mal, ni dano. De esta suerte caminamos ocho dias, i desde este paso, que he contado, no salieron mas Indios a nosotros, hasta vna legua adelante, que es Lugar donde he dicho que ibamos. Alli, iendo nosotros por nuestro camino, salieron Indios, i sin ser sentidos, dieron en la Retaguarda, i a los gritos que dio vn Muchacho de vn Hidalgo de los que alli iban, que se llamaba Avellaneda, el Avellaneda bolvio, i fue a socorrerlos, i los Indios le acertaron con vna Flecha por el canto de las Coracas, i fue tal la herida, que paso casi toda la Flecha por el pescueco, i luego alli murio, i lo llevamos hasta Aute. En nueve dias de camino, desde Apalache, hasta alli, llegamos. Y quando fuimos llegados, hallamos toda la Gente de el ida, i las Casas quemadas, i mucho Maiz, i Calabacas, i Frisoles, que ia todo estaba para empecarse a coger. Descansamos alli dos dias; i ellos pasados, el Governador me rogo que fuese a descubrir la Mar, pues los Indios decian, que estaba tan cerca de alli: ia en este camino la haviamos descubierto por vn Rio mui grande, que en el hallamos, a quien haviamos puesto por nombre el Rio de la Magdalena. Visto esto, otro dia siguiente Yo me parti a descubrirla, juntamente con el Comisario, i el Capitan Castillo, i Andres Dorantes, i otros siete de Caballo, i cinquenta Peones, i caminamos hasta hora de Visperas, que llegamos a vn Ancon, o entrada de la Mar, donde hallamos muchos Hostiones con que la Gente holgo: i dimos muchas gracias a Dios, por havernos traido alli. Otro dia de manana embie veinte Hombres a que conosciesen la Costa, i mirasen la disposicion de ella: los quales bolvieron otro dia en la noche, diciendo, que aquellos Ancones, i Baias eran mui grandes, i entraban tanto por la Tierra adentro, que estorvaban mucho para descubrir lo que queriamos, i que la Costa estaba mui lexos de alli. Sabidas estas nuevas, i vista la mala disposicion, i aparejo, que para descubrir la Costa por alli havia, Yo me bolvi al Governador: i quando llegamos, hallamosle enfermo con otros muchos; i la noche pasada los Indios havian dado en ellos, i puestolos en grandisimo trabajo, por la racon de la enfermedad que les havia sobrevenido, tambien les havian muerto vn Caballo. Yo di cuenta de lo que havia hecho, i de la mala disposicion de la Tierra. Aquel dia nos detuvimos alli.

    CAPITULO VIII. Como partimos de Aute.

    Otro Dia siguiente partimos de Aute, i caminamos todo el dia, hasta llegar donde Yo havia estado. Fue el camino en estremo trabajoso, porque ni los Caballos bastaban a llevar los enfermos, ni sabiamos que remedio poner, porque cada dia adolescian, que fue cosa de mui gran lastima, i dolor ver la necesidad, i trabajo en que estabamos. Llegados que fuimos, visto el poco remedio, que para ir adelante havia, porque no havia donde, ni aunque lo huviera, la Gente pudiera pasar adelante, por estar los mas enfermos, i tales, que pocos havia de quien se pudiese haver algun provecho. Dexo aqui de contar esto mas largo, porque cada vno puede pensar lo que se pasaria en Tierra tan estrana, i tan mala, i tan sin ningun remedio de ninguna cosa, ni para estar, ni para salir de ella: mas como el mas cierto remedio sea Dios Nuestro Senor, i de este nunca desconfiamos, suscedio otra cosa, que agravaba mas que todo esto, que entre la Gente de Caballo se comenco la maior parte de ellos a ir secretamente, pensando hallar ellos por si remedio, i desamparar al Governador, i a los enfermos, los quales estaban sin algunas fuercas, i poder. Mas como entre ellos havia muchos Hijosdalgo, i Hombres de buena suerte, no quisieron que esto pasase, fin dar parte al Governador, i a los Oficiales de V. Mag. i como les afeamos su proposito, i les pusimos delante el tiempo en que desamparaban a su Capitan, i los que estaban enfermos, i sin poder, i apartarse sobre todo del servicio de V. Mag. acordaron de quedar, i que lo que fuese de vno, fuese de todos, sin que ninguno desamparase a otro. Visto esto por el Governador, los llamo a todos, i a cada vno por si, pidiendo parescer de tan mala Tierra, para poder salir de ella, i buscar algun remedio, pues alli no lo havia, estando la tercia parte de la Gente con gran enfermedad, i cresciendo esto cada hora, que teniamos por cierto todos lo estariamos asi, de donde no se podia seguir sino la muerte, que por ser en tal parte se nos hacia mas grave; i vistos estos, i otros muchos inconvenientes, i tentados muchos remedios, acordamos en vno (harto dificil) de poner en obra, que era hacer Navios, en que nos fuesemos. A todos parescia imposible, porque nosotros no los sabiamos hacer, ni havia Herramientas, ni Hierro, ni Fragua, ni Estopa, ni Pez, ni Xarcias, finalmente, ni cosa ninguna de tantas como son menester, ni quien supiese nada para dar industria en ello: i sobre todo no haver que comer, entretanto que se hiciesen, i los que havian de trabajar del arte que haviamos dicho; i considerando todo esto, acordamos de pensar en ello mas de espacio, i ceso la platica aquel dia, i cada vno se fue, encomendandolo a Dios Nuestro Senor, que lo encaminase por donde el fuese mas servido. Otro dia quiso Dios, que vno de la Compania vino diciendo, que el haria vnos Canones de palo, i con vnos Cueros de Venado se harian vnos Fuelles: i como estabamos en tiempo, que qualquiera cosa que tuviese alguna sobrehaz de remedio, nos parescia bien, diximos, que se pusiese por obra: i acordamos de hacer de los Estrivos, i Espuelas, i Ballestas, i de las otras cosas de Hierro, que havia, los Clavos, i Sierras, i Hachas, i otras Herramientas, de que tanta necesidad havia para ello; i dimos por remedio, que para haver algun mantenimiento, en el tiempo que esto se hiciese, se hiciesen quatro entradas en Aute, con todos los Caballos, i Gente, que pudiesen ir, i que a tercero dia se matase vn Caballo, el qual se repartiese entre los que trabajaban en la Obra de las Barcas, i los que estaban enfermos: las entradas se hicieron con la Gente, i Caballos que fue posible, i en ellas se traxeron hasta quatrocientas hanegas de Maiz, aunque no sin contiendas, i pendencias con los Indios. Hecimos coger muchos Palmitos, para aprovecharnos de la lana, i cobertura de ellos, torciendola, i aderescandola, para vsar en lugar de Estopa para las Barcas, las quales se comencaron a hacer con vn solo Carpintero, que en la Compania havia; i tanta diligencia pusimos, que comencandolas a quatro dias de Agosto, a veinte dias de el Mes de Septiembre eran acabadas cinco Barcas, de a veinte i dos codos cada vna, calafeteadas con las Estopas de los Palmitos, i breamoslas con cierta Pez de Alquitran, que hico vn Griego, llamado Don Teodoro, de vnos Pinos: i de la misma ropa de los Palmitos, i de las colas, i crines de los Caballos, hecimos cuerdas, i Xarcias: i de las nuestras Camisas, Velas; i de las Sabinas, que alli havia, hecimos los Remos, que nos parescio que era menester; i tal era la Tierra en que nuestros pecados nos havian puesto, que con mui gran trabajo podiamos hallar piedras para Lastre, i Ancles de las Barcas, ni en toda ella haviamos visto ninguna. Desollamos tambien las piernas de los Caballos enteras, i curtimos los Cueros de ellas, para hacer Botas, en que llevasemos Agua. En este tiempo algunos andaban cogiendo Marisco por los rincones, i entradas de la Mar, en que los Indios, en dos veces que dieron en ellos, nos mataron diez Hombres, a vista del Real, sin que los pudiesemos socorrer, los quales hallamos, de parte a parte, pasados con Flechas, que aunque algunos tenian buenas Armas, no bastaron a resistir, para que esto no se hiciese, por flechar con tanta destreca, i fuerca (como arriba he dicho) i a dicho, i juramento de nuestros Pilotos, desde la Baia, que pusimos Nombre de la Cruz, hasta aqui, anduvimos docientas i ochenta Leguas, poco mas, o menos: en toda esta Tierra no vimos Sierra, ni tuvimos noticia de ella en ninguna manera: i antes que nos embarcasemos, sin los que los Indios nos mataron, se murieron mas de quarenta Hombres de enfermedad, i hambre. A veinte i dos dias de el Mes de Septiembre se acabaron de comer los Caballos, que solo vno quedo; i este dia nos embarcamos por esta orden. Que en la Barca del Governador iban quarenta i nueve Hombres. En otra, que dio al Contador, i Comisario, iban otros tantos. La tercera dio al Capitan Alonso del Castillo, i Andres Dorantes, con quarenta i ocho Hombres; i otra dio a dos Capitanes, que se llamaban Tellez, i Penalosa, con quarenta i siete Hombres. La otra dio al Veedor, i a mi con quarenta i nueve Hombres; i despues de embarcados los Bastimentos, i Ropa, no quedo a las Barcas mas de vn geme de bordo fuera del Agua: i allende de esto, ibamos tan apretados, que no nos podiamos menear; i tanto puede la necesidad, que nos hico aventurar a ir de esta manera, i meternos en vna Mar tan trabajosa, i sin tener noticia de la Arte del marcar ninguno de los que alli iban.

    CAPITULO IX. Como partimos de Baia de Caballos.

    Aquella Baia de donde partimos, ha por nombre la Baia de Caballos, i anduvimos siete dias por aquellos Ancones, entrados en el Agua hasta la cinta, sin senal de ver ninguna cosa de Costa; i al cabo de ellos llegamos a una Isla, que estaba cerca de la Tierra. Mi Barca iba delante, i de ella vimos venir cinco Canoas de Indios, los quales las desampararon, i nos las dexaron en las manos, viendo que ibamos a ellas: las otras Barcas pasaron adelante, i dieron en vnas Casas de la misma Isla, donde hallamos muchas Licas, i huevos de ellas, que estaban secas, que fue mui gran remedio para la necesidad que llevabamos. Despues de tomadas, pasamos adelante, i dos Leguas de alli pasamos vn Estrecho, que la Isla con la Tierra hacia, al qual llamamos de Sant Miguel, por haver salido en su Dia por el; i salidos, llegamos a la Costa, donde con las cinco Canoas, que Yo havia tomado a los Indios, remediamos algo de las Barcas, haciendo falcas de ellas, i anadiendolas, de manera que subieron dos palmos de bordo sobre el Agua; i con esto tornamos a caminar por luengo de Costa, la via del Rio de Palmas, cresciendo cada dia la sed, i la hambre, porque los Bastimentos eran mui pocos, i iban mui al cabo, i el Agua se nos acabo, porque las Botas, que hecimos de las piernas de los Caballos, luego fueron podridas, i sin ningun provecho: algunas veces entramos por Ancones, i Baias, que entraban mucho por la Tierra adentro, todas las hallamos baxas, i peligrosas: i ansi anduvimos por ellas treinta dias, donde algunas veces hallabamos Indios Pescadores, Gente pobre, i miserable. Al cabo ia de estos treinta dias, que la necesidad del Agua era en estremo, iendo cerca de Costa, vna noche sentimos venir vna Canoa, i como la vimos, esperamos que llegase, i ella no quiso hacer cara: i aunque la llamamos, no quiso bolver, ni aguardarnos, i por ser de noche, no la seguimos, i fuimonos nuestra via; quando amanescio, vimos vna Isla pequena, i fuimos a ella, por ver si hallariamos Agua, mas nuestro trabajo fue en valde, porque no la havia. Estando alli surtos, nos tomo vna Tormenta mui grande, porque nos detuvimos seis dias, sin que osasemos salir a la Mar: i como havia cinco dias, que no bebiamos, la sed fue tanta, que nos puso en necesidad de beber Agua salada; i algunos se desatentaron tanto en ello, que supitameete se nos murieron cinco Hombres. Cuento esto asi brevemente, porque no creo que ai necesidad de particularmente contar las miserias, i trabajos en que nos vimos; pues considerando el lugar donde estabamos, i la poca esperanca de remedio, que teniamos, cada vno puede pensar mucho de lo que alli pasaria; i como vimos que la sed crescia, i el Agua nos mataba, aunque la Tormenta no era cesada, acordamos de encomendarnos a Dios Nuestro Senor, i aventurarnos antes al peligro de la Mar, que esperar la certinidad de la muerte, que la sed nos daba; i asi salimos la via, donde haviamos visto la Canoa, la noche que por alli veniamos; i en este dia nos vimos muchas veces anegados, i tan perdidos, que ninguno huvo, que no tuviese por cierta la muerte. Plugo a Nuestro Senor, que en las maiores necesidades suele mostrar su favor, que a puesta del Sol bolvimos vna Punta, que la Tierra hace, adonde hallamos mucha bonanca, i abrigo. Salieron a nosotros muchas Canoas, i los Indios, que en ellas venian, nos hablaron, i sin querernos aguardar, se bolvieron. Era Gente grande, i bien dispuesta, i no traian Flechas, ni Arcos. Nosotros les fuimos siguiendo hasta sus Casas, que estaban cerca de alli a la Lengua del Agua, i saltamos en Tierra: i delante de las Casas hallamos muchos Cantaros de Agua, i mucha cantidad de Pescado guisado, i el Senor de aquellas Tierras ofrescio todo aquello al Governador, i tomandolo consigo, lo llevo a su Casa. Las Casas de estos eran de Esteras, que a lo que parescio eran estantes; i despues que entramos en Casa del Cacique, nos dio mucho Pescado, i nosotros le dimos del Maiz, que traiamos, i lo comieron en nuestra presencia, i nos pidieron mas, i se lo dimos, i el Governador le dio muchos Rescates; el qual, estando con el Cacique en su Casa, a media hora de la noche, supitamente los Indios dieron en nosotros, i en los que estaban mui malos, echados en la Costa, i acometieron tambien la Casa del Cacique, donde el Governador estaba, i lo hirieron de vna piedra en el rostro. Los que alli se hallaron, prendieron al Cacique: mas como los Suios estaban tan cerca, soltoseles, i dexoles en las manos vna Manta de Martas Cebelinas, que son las mejores, que creo Yo que en el Mundo se podrian hallar, i tienen vn olor, que no paresce sino de Ambar, i Almizcle, i alcanca tan lexos, que de mucha cantidad se siente: otras vimos alli, mas ningunas eran tales como estas. Los que alli se hallaron, viendo al Governador herido, lo metimos en la Barca, i hecimos que con el se recogiese toda la mas Gente a sus Barcas, i quedamos hasta cinquenta en Tierra, para contra los Indios, que nos acometieron tres veces aquella noche, i con tanto impetu, que cada vez nos hacian retraer mas de vn tiro de piedra: ninguno huvo de nosotros, que no quedase herido, i Yo lo fui en la cara; i si como se hallaron pocas Flechas, estuvieran mas proveidos de ellas, sin dubda nos hicieran mucho dano. La vltima vez se pusieron en celada los Capitanes Dorantes, i Penalosa, i Tellez, con quince Hombres, i dieron en ellos por las espaldas, i de tal manera les hicieron huir, que nos dexaron. Otro dia de manana Yo les rompi mas de treinta Canoas, que nos aprovecharon para vn Norte que hacia, que por todo el dia huvimos de estar alli con mucho frio, sin osar entrar en la Mar, por la mucha Tormenta que en ella havia. Esto pasado, nos tornamos a embarcar, i navegamos tres dias: i como haviamos tomado poca Agua, i los Vasos que teniamos para llevar asimismo eran mui pocos, tornamos a caer en la primera necesidad; i siguiendo nuestra via, entramos por vn Estero, i estando en el, vimos venir vna Canoa de Indios: como los llamamos, vinieron a nosotros; i el Governador, a cuia Barca havian llegado, pidioles Agua, i ellos la ofrescieron, con que les diesen en que la traxesen; i vn Christiano Griego, llamado Doroteo Teodoro (de quien arriba se hico mencion) dixo, que queria ir con ellos: el Governador, i otros se lo procuraron estorvar mucho, i nunca lo pudieron, sino que en todo caso queria ir con ellos: asi se fue, i llevo consigo vn Negro, i los Indios dexaron en rehenes dos de su Compania; i a la noche los Indios bolvieron, i traxeronnos nuestros Vasos sin Agua, i no traxeron los Christianos, que havian llevado: i los que havian dexado por rehenes, como los otros los hablaron, quisieronse echar al Agua. Mas los que en la Barca estaban los detuvieron, i ansi se fueron huiendo los Indios de la Canoa, i nos dexaron mui confusos, i tristes, por haver perdido aquellos dos Christianos.

    CAPITULO X. De la Refriega, que nos dieron los Indios.

    Venida la manana, vinieron a nosotros muchas Canoas de Indios, pidiendonos los dos Companeros, que en la Barca havian quedado por rehenes. El Governador dixo, que se los daria, con que traxesen los dos Christianos, que havian llevado. Con esta Gente venian cinco, o seis Senores, i nos parescio ser la Gente mas bien dispuesta, i de mas autoridad, i concierto, que hasta alli haviamos visto, aunque no tan grandes como los otros, de quien havemos contado. Traian los cabellos sueltos, i mui largos, i cubiertos con Mantas de Martas, de la suerte de las que atras haviamos tomado, i algunas de ellas hechas por mui estrana manera, porque en ellas havia vnos lacos de labores de vnas Pieles leonadas, que parescian mui bien. Rogabannos, que nos fuesemos con ellos, i que nos darian los Christianos, i Agua, i otras muchas cosas: i contino acudian sobre nosotros muchas Canoas, procurando de tomar la boca de aquella entrada: i asi por esto, como porque la Tierra era mui peligrosa para estar en ella, nos salimos a la Mar, donde estuvimos hasta medio dia con ellos. Y como no nos quisiesen dar los Christianos, i por este respeto nosotros no les diesemos los Indios, comencaronnos a tirar piedras con Hondas, i Varas, con muestras de flecharnos, aunque en todos ellos no vimos sino tres, o quatro Arcos.

    Estando en esta contienda, el viento refresco, i ellos se bolvieron, i nos dexaron: i asi navegamos aquel dia, hasta hora de Visperas, que mi Barca, que iba delante, descubrio vna Punta, que la Tierra hacia, i del otro cabo se via vn Rio mui grande: i en vna Isleta que hacia la Punta, hice Yo surgir, por esperar las otras Barcas. El Governador no quiso llegar, antes se metio por vna Baia mui cerca de alli, en que havia muchas Isletas, i alli nos juntamos, i desde la Mar tomamos Agua dulce, porque el Rio entraba en la Mar de avenida: i por tostar algun Maiz de lo que traiamos, porque ia havia dos dias que lo comiamos crudo, saltamos en aquella Isla, mas como no hallamos Lena, acordamos de ir al Rio, que estaba detras de la Punta, vna Legua de alli: i iendo, era tanta la corriente, que no nos dexaba en ninguna manera llegar, antes nos apartaba de la Tierra; i nosotros, trabajando, i porfiando por tomarla. El Norte, que venia de la Tierra, comenco a crescer tanto, que nos metio en la Mar, sin que nosotros pudiesemos hacer otra cosa: i a media Legua que fuimos metidos en ella, sondamos, i hallamos, que con treinta bracas no podimos tomar hondo, i no podiamos entender, si la corriente era causa que no lo pudiesemos tomar; i asi navegamos dos dias, todavia trabajando por tomar Tierra: i al cabo de ellos, vn poco antes que el Sol saliese, vimos muchos humeros por la Costa: i trabajando por llegar alla, nos hallamos en tres bracas de Agua, i por ser de noche, no osamos tomar Tierra; porque como haviamos visto tantos humeros, creiamos que se nos podria recrescer algun peligro, sin nosotros poder ver, por la mucha obscuridad, lo que haviamos de hacer: i por esto determinamos de esperar a la manana, i como amanescio, cada Barca se hallo por si perdida de las otras: Yo me halle en treinta bracas; i siguiendo mi viage, a hora de Visperas vi dos Barcas, i como fui a ellas, vi que la primera a que llegue, era la del Governador, el qual me pregunto, que me parescia que debiamos hacer? Yo le dixe, que debia recobrar aquella Barca, que iba delante, i que en ninguna manera la dexase, i que juntas todas tres Barcas, siguiesemos nuestro camino, donde Dios nos quisiese llevar. El me respondio, que aquello no se podia hacer, porque la Barca iba mui metida en la Mar, i el queria tomar la Tierra, i que si la queria Yo seguir, que hiciese que los de mi Barca tomasen los Remos, i trabajasen, porque con fuerca de bracos se havia de tomar la Tierra: i esto le aconsejaba vn Capitan, que consigo llevaba, que se llamaba Pantoja, diciendole, que si aquel dia no tomaba la Tierra, que en otros seis no la tomaria, i en este tiempo era necesario morir de hambre. Yo vista su voluntad, tome mi Remo, i lo mismo hicieron todos los que en mi Barca estaban para ello, i bogamos hasta casi puesto el Sol: mas como el Governador llevaba la mas sana, i recia Gente, que entre toda havia, en ninguna manera lo podimos seguir, ni tener con ella. Yo, como vi esto, pedile, que para poderle seguir, me diese vn cabo de su Barca: i el me respondio, que no harian ellos poco, si solos aquella noche pudiesen llegar a Tierra. Yo le dixe, que pues via la poca posibilidad, que en nosotros havia para poder seguirle, i hacer lo que havia mandado, que me dixese, que era lo que mandaba que Yo hiciese? El me respondio, que ia no era tiempo de mandar vnos a otros, que cada vno hiciese lo que mejor le pareciese que era para salvar la vida, que el ansi lo entendia de hacer; i diciendo esto, se alargo con su Barca: i como no le pude seguir, arribe sobre la otra Barca, que iba metida en la Mar, la qual me espero; i llegado a ella halle, que era la que llevaban los Capitanes Penalosa, i Tellez: i ansi navegamos quatro dias en compania, comiendo por tasa cada dia medio puno de Maiz crudo. A cabo de estos quatro dias nos tomo vna Tormenta, que hico perder la otra Barca: i por gran misericordia, que Dios tuvo de nosotros, no nos hundimos del todo, segun el tiempo hacia; i con ser Invierno, i el frio mui grande, i tantos dias, que padesciamos hambre, con los golpes, que de la Mar haviamos rescibido, otro dia la Gente comenco mucho a desmaiar: de tal manera, que quando el Sol se puso, todos los que en mi Barca venian estaban caidos en ella, vnos sobre otros, tan cerca de la muerte, que pocos havia que tuviesen sentido, i entre todos ellos, a esta hora, no havia cinco Hombres en pie; i quando vino la noche, no quedamos sino el Maestre, i Yo, que pudiesemos marear la Barca; i a dos horas de la noche, el Maestre me dixo, que Yo tuviese cargo de ella, porque el estaba tal, que creia aquella noche morir: i asi Yo tome el leme, i pasada media noche, Yo llegue, por ver si era muerto el Maestre: i el me respondio, que el antes estaba mejor, i que el governaria hasta el dia. Yo cierto aquella hora, de mui mejor voluntad tomara la muerte, que no ver tanta Gente delante de mi de tal manera. Y despues que el Maestre tomo cargo de la Barca, Yo repose vn poco mui sin reposo; ni havia cosa mas lexos de mi entonces, que el sueno. Y acerca del Alva, pareciome que oia el tumbo de la Mar, porque como la Costa era baxa, sonaba mucho, i con este sobresalto, llame al Maestre, el qual me respondio, que creia que eramos cerca de Tierra, i tentamos, i hallamonos en siete bracas, i paresciole, que nos debiamos tener a la Mar, hasta que amanesciese; Y asi Yo tome vn Remo, i bogue de la vanda de la Tierra, que nos hallamos vna Legua de ella, i dimos la popa a la Mar; i cerca de Tierra nos tomo vna ola; que echo la Barca fuera del Agua vn juego de herradura: i con el gran golpe que dio, casi toda la Gente que en ella estaba como muerta, torno en si, i como se vieron cerca de la Tierra, se comencaron a descolgar, i con manos, i pies andando: i como salieron a Tierra a vnos barrancos, hecimos lumbre, i tostamos del Maiz que traiamos, i hallamos Agua de la que havia llovido, i con el calor del fuego la Gente torno en si, i comencaron algo a esforcarse. El dia que aqui llegamos era sexto del Mes de Noviembre.

    CAPITULO XI. De lo que acaescio a Lope de Oviedo con vnos Indios.

    Desque la Gente huvo comido, mande a Lope de Oviedo, que tenia mas fuerca, i estaba mas recio que todos, se llegase a vnos Arboles, que cerca de alli estaban, i subido en vno de ellos, descubriese la Tierra en que estabamos, i procurase de haver alguna noticia de ella. El lo hico asi, i entendio que estabamos en Isla, i vio que la Tierra estaba cabada, a la manera que suele estar Tierra donde anda Ganado, i paresciole por esto, que debia ser Tierra de Christianos, i ansi nos lo dixo. Yo le mande, que la tornase a mirar mui mas particularmente, i viese si en ella havia algunos Caminos, que fuesen seguidos, i esto sin alargarse mucho, por el peligro que podia haver. El fue, i topando con vna vereda, se fue por ella adelante, hasta espacio de media Legua, i hallo vnas Chocas de unos Indios, que estaban solas, porque los Indios eran idos al Campo, i tomo vna Olla de ellos, i vn Perrillo pequeno, i vnas pocas de Licas, i asi se bolvio a nosotros; i paresciendonos que se tardaba, embie otros dos Christianos, para que le buscasen, i viesen que le havia suscedido, i ellos le toparon cerca de alli, i vieron, que tres Indios, con Arcos, i Flechas, venian tras de el, llamandole, i el asimismo llamaba a ellos por senas: i asi llego donde estabamos, i los Indios se quedaron vn poco atras, asentados en la misma Ribera; i dende a media hora acudieron otros cien Indios Flecheros, que agora ellos fuesen grandes, o no, nuestro miedo les hacia parescer Gigantes, i pararon cerca de nosotros, donde los tres primeros estaban. Entre nosotros escusado era pensar que havria quien se defendiese, porque dificilmente se hallaron seis, que del suelo se pudiesen levantar. El Veedor, i Yo salimos a ellos; i llamamosles, i ellos se llegaron a nosotros: i lo mejor que podimos, procuramos de asegurarlos, i asegurarnos, i dimosles Cuentas, i Cascaveles, i cada vno de ellos me dio vna Flecha, que es senal de amistad: i por senas nos dixeron, que a la manana bolverian, i nos traerian de comer, porque entonces no lo tenian.

    CAPITULO XII. Como los Indios nos truxeron de comer.

    Otro dia, saliendo el Sol, que era la hora que los Indios nos havian dicho, vinieron a nosotros, como lo havian prometido, i nos traxeron mucho Pescado, i de vnas Raices, que ellos comen, i son como Nueces, algunas maiores, o menores, la maior parte de ellas se sacan debaxo del Agua, i con mucho trabajo. A la tarde bolvieron, i nos traxeron mas Pescado, i de las mismas Raices, i hicieron venir sus Mugeres, i Hijos, para que nos viesen; i ansi se bolvieron ricos de Cascaveles, i Cuentas, que les dimos, i otros dias nos tornaron a visitar, con lo mismo que estotras veces. Como nosotros viamos, que estabamos proveidos de Pescado, i de Raices, i de Agua, i de las otras cosas que pedimos, acordamos de tornarnos a embarcar, i seguir nuestro camino, i desenterramos la Barca de la Arena, en que estaba metida, i fue menester, que nos desnudasemos todos, i pasasemos gran trabajo para echarla al Agua, porque nosotros estabamos tales, que otras cosas mui mas livianas bastaban para ponernos en el; i asi embarcados, a dos tiros de Ballesta dentro en la Mar, nos dio tal golpe de Agua, que nos mojo a todos: i como ibamos desnudos, i el frio que hacia era mui grande, soltamos los Remos de las manos: i a otro golpe que la Mar nos dio, trastorno la Barca: el Veedor, i otros dos se asieron de ella para escaparse, mas suscedio mui al reves, que la Barca los tomo debaxo, i se ahogaron. Como la Costa es mui braba, el Mar de vn tumbo echo a todos los otros embueltos en las olas, i medio ahogados en la Costa de la misma Isla, sin que faltasen mas de los tres, que la Barca havia tomado debaxo. Los que quedamos escapados, desnudos como nascimos, i perdido todo lo que traiamos: i aunque todo valia poco, para entonces valia mucho. Y como entonces era por Noviembre, i el frio mui grande, i nosotros tales, que con poca dificultad nos podian contar los huesos, estabamos hechos propria figura de la Muerte. De mi se decir, que desde el mes de Maio pasado, Yo no havia comido otra cosa sino Maiz tostado, i algunas veces me vi en necesidad de comerlo crudo; porque aunque se mataron los Caballos, entretanto que las Barcas se hacian, Yo nunca pude comer de ellos, i no fueron diez veces las que comi pescado. Esto digo, por escusar racones, porque pueda cada vno ver, que tales estariamos. Y sobre todo lo dicho, havia sobrevenido viento Norte, de suerte, que mas estabamos cerca de la muerte, que de la vida: plugo a Nuestro Senor, que buscando los ticones del fuego, que alli haviamos hecho, hallamos lumbre con que hicimos grandes fuegos: i ansi estuvimos pidiendo a Nuestro Senor misericordia, i perdon de nuestros pecados, derramando muchas lagrimas, haviendo cada vno lastima, no solo de si, mas de todos los otros, que en el mismo estado vian. Y a hora de puesto el Sol, los Indios, creiendo que no nos haviamos ido, nos bolvieron a buscar, i a traernos de comer: mas quando ellos nos vieron ansi en tan diferente habito del primero, i en manera tan estrana, espantaronse tanto, que se bolvieron atras. Yo sali a ellos, i llamelos, i vinieron mui espantados, hicelos entender por senas, como se nos havia hundido vna Barca, i se havian ahogado tres de nosotros: i alli en su presencia, ellos mismos, vieron dos muertos, i los que quedabamos, ibamos aquel camino. Los Indios de ver el desastre que nos havia venido, y el desastre en que estabamos, con tanta desventura, i miseria se sentaron entre nosotros: i con el gran dolor, i lastima que ovieron de vernos en tanta fortuna, comencaron todos a llorar recio, i tan de verdad, que lexos de alli se podia oir, i esto les duro mas de media hora: i cierto, ver que estos Hombres, tan sin racon, i tan crudos, a manera de Brutos, se dolian tanto de nosotros, hico que en mi, i en otros de la compania cresciese mas la pasion, i la consideracion de nuestra desdicha. Sosegado ia este llanto, Yo pregunte a los Christianos, i dixe, que si a ellos parescia, rogaria a aquellos Indios, que nos llevasen a sus Casas: i algunos de ellos, que havian estado en la Nueva-Espana, respondieron, que no se debia hablar en ello, porque si a sus Casas nos llevaban, nos sacrificarian a sus Idolos: mas visto que otro remedio no havia, i que por qualquier otro camino estaba mas cerca, i mas cierta la muerte, no cure de lo que decian, antes rogue a los Indios, que nos llevasen a sus Casas, i ellos mostraron que havian gran placer de ello, i que esperasemos vn poco, que ellos harian lo que queriamos; i luego treinta de ellos se cargaron de lena, i se fueron a sus Casas, que estaban lexos de alli, i quedamos con los otros hasta cerca de la noche, que nos tomaron; i llevandonos asidos, i con mucha priesa, fuimos a sus Casas, i por el gran frio que hacia; i temiendo que en el camino alguno no muriese, o desmaiase, proveieron, que oviese quatro, o cinco fuegos mui grandes, puestos a trechos, i en cada vno de ellos nos escalentaban: i desque vian que haviamos tomado alguna fuerca, i calor, nos llevaban hasta el otro, tan apriesa, que casi los pies no nos dexaban poner en el suelo: i de esta manera fuimos hasta sus Casas, donde hallamos que tenian hecha vna Casa para nosotros, i muchos fuegos en ella: i desde a vn hora que haviamos llegado, comencaron a bailar, i hacer grande fiesta (que duro toda la noche) aunque para nosotros no havia placer, siesta, ni sueno, esperando quando nos havian de sacrificar, i la manana nos tornaron a dar Pescado, i Raices, i hacer tan buen tratamiento, que nos aseguramos algo, i perdimos algo el miedo del sacrificio.

    CAPITULO XIII. Como supimos de otros Christianos.

    Este mismo dia Yo vi a vn Indio de aquellos vn Rescate, i conosci que no era de los que nosotros les haviamos dado: i preguntando donde le havian havido, ellos por senas me respondieron, que se lo havian dado otros Hombres como nosotros, que estaban atras. Yo viendo esto, embie dos Christianos, i dos Indios, que les mostrasen aquella Gente, i mui cerca de alli toparon con ellos, que tambien venian a buscarnos, porque los Indios que alla quedaban, los havian dicha de nosotros, i estos eran los Capitanes Andres Dorantes, y Alonso del Castillo, con toda la Gente de su Barca. Y llegados a nosotros, se espantaron mucho de vernos de la manera que estabamos, i rescibieron mui gran pena por no tener que darnos, que ninguna otra cosa traian, sino la que tenian vestida. Y estuvieron alli con nosotros, i nos contaron, como a cinco de aquel mismo Mes, su Barca havia dado al traves legua, i media de alli, i ellos havian escapado, sin perderse ninguna cosa: i todos juntos acordamos de adobar su Barca, i irnos en ella los que tuviesen fuerca, i disposicion para ello; los otros quedarse alli hasta que convaleciesen, para irse, como pudiesen, por luengo de Costa, i que esperasen alli, hasta que Dios los llevase con nosotros a Tierra de Christianos; i como lo pensamos, asi nos pusimos en ello; i antes que echasemos la Barca al Agua, Tavera, vn Caballero de nuestra Compania, murio; i la Barca que nosotros pensabamos llevar, hico su fin, i no se pudo sostener a si misma, que luego fue hundida; i como quedamos del arte que he dicho, i los mas desnudos, i el tiempo tan recio para caminar, i pasar Rios, i Ancones a nado, ni tener bastimento alguno, ni manera para llevarlo, determinamos de hacer lo que la necesidad pedia, que era invernar alli; i acordamos tambien, que quatro Hombres, que mas recios estaban, fuesen a Panuco, creiendo que estabamos cerca de alli; i que si Dios Nuestro Senor fuese servido de llevarnos alla, diesen aviso de como quedabamos en aquella Isla, i de nuestra necesidad, i trabajo. Estos eran mui grandes nadadores, i al vno llamaban Alvaro Fernandez, Portugues, Carpintero, i Marinero: el segundo se llamaba Mendez; i al tercero Figueroa, que era natural de Toledo: el quarto, Astudillo, natural de Cafra, llevaban consigo vn Indio, que era de la Isla.

    CAPITULO XIV. Como se partieron los quatro Christianos.

    Partidos estos quatro Christianos, dende a pocos dias suscedio tal tiempo de frios, i tempestades, que los Indios no podian arrancar las Raices: i de los Canales en que pescaban ia no havia provecho ninguno; i como las Casas eran tan desabrigadas, comencose a morir la Gente; i cinco Christianos, que estaban en rancho en la Costa, llegaron a tal estremo, que se comieron los vnos a los otros, hasta que quedo vno solo, que por ser solo no huvo quien lo comiese. Los nombres de ellos son estos: Sierra, Diego Lopez, Corral, Palacios, Goncalo Ruiz. De este caso se alteraron tanto los Indios, i hovo entre ellos tan gran escandalo, que sin duda, si al principio ellos lo vieran, los mataran, i todos nos vieramos en grande trabajo. Finalmente, en mui poco tiempo, de ochenta Hombres, que de ambas partes alli llegamos, quedaron vivos solos quince: i despues de muertos estos; dio a los Indios de la Tierra vna enfermedad de estomago, de que murio la mitad de la Gente de ellos: i creieron, que nosotros eramos los que los matabamos; i teniendolo por mui cierto, concertaron entre si de matar a los que haviamos quedado. Ya que lo venian a poner en efecto, vn Indio, que a mi me tenia, les dixo, que no creiesen, que nosotros eramos los que los matabamos, porque si nosotros tal poder tuvieramos, escusaramos que no murieran tantos de nosotros, como ellos vian que havian muerto, sin que les pudieramos poner remedio, i que ia no quedabamos sino mui pocos, i que ninguno hacia dano, ni perjuicio, que lo mejor era, que nos dexasen. Y quiso Nuestro Senor, que los otros siguieron este consejo, i pareicer, i ansi se estorvo su proposito. A esta Isla pusimos por nombre, Isla de Malhado. La Gente que alli hallamos son grandes, i bien dispuestos: no tienen otras Armas sino Flechas, i Arcos, en que son por estremo diestros. Tienen los Hombres la vna Teta horadada de vna parte a otra, i algunos ai que las tienen ambas; i por el agujero que hacen, traen vna Cana atravesada, tan larga, como dos palmos i medio, i tan gruesa, como dos dedos: traen tambien horadado el Labio de abaxo, i puesto en el vn pedaco de la Cana, delgada como medio dedo. Las Mugeres son para mucho trabajo. La habitacion que en esta Isla hacen, es desde Octubre, hasta en fin de Hebrero. El su mantenimiento es las Raices que he dicho, sacadas debaxo el Agua por Noviembre, i Diciembre. Tienen Canales, i no tienen mas Peces de para este tiempo: de ai adelante comen las Raices. En fin de Hebrero van a otras partes a buscar con que mantenerse, porque entonces las Raices comiencan a nascer, i no son buenas. Es la Gente del Mundo, que mas aman a sus Hijos, i mejor tratamiento les hacen: i quando acaesce que a alguno se le muere el Hijo, lloranle los Padres, i los Parientes, i todo el Pueblo, i el llanto dura vn Ano cumplido, que cada dia por la manana, antes que amanezca, comiencan primero a llorar los Padres, i tras esto todo el Pueblo: i esto mismo hacen al medio dia, i quando amanesce: i pasado un Ano que los han llorado, hacenle las Honras del muerto, i lavanse, i limpianse del tizne que traen. A todos los Defuntos lloran de esta manera, salvo a los viejos, de quien no hacen caso, porque dicen, que ia han pasado su tiempo, i de ellos ningun provecho ai, antes ocupan la Tierra, i quitan el mantenimiento a los ninos. Tienen por costumbre de enterrar los Muertos, sino son los que entre ellos son Fisicos, que a estos quemanlos; i mientras el fuego arde, todos estan bailando, i haciendo mui gran fiesta, i hacen polvos los huesos: i pasado vn Ano, quando se hacen sus Honras, todos se jasan en ellas, i a los Parientes dan aquellos polvos a beber de los huesos en Agua. Cada vna tiene vna Muger conoscida. Los Fisicos son los Hombres mas libertados; pueden tener dos, i tres, i entre estas ai mui gran amistad, i conformidad. Quando viene que alguno casa su Hija, el que la toma por Muger, dende el dia que con ella se casa, todo lo que matare cacando, o pescando, todo lo trae la Muger a la casa de su Padre, sin osar tomar, ni comer alguna cosa de ello, i de casa de el Suegro le llevan a el de comer: i en todo este tiempo el Suegro, ni la Suegra no entran en su casa, ni el ha de entrar en casa de los Suegros, ni Cunados: i si acaso se toparen por alguna parte, se desvian vn tiro de Ballesta el vno del otro; i entretanto que asi van apartandose, llevan la cabeca baxa, i los ojos en tierra puestos; porque tienen por cosa mala verse, ni hablarse. Las Mugeres tienen libertad para comunicar, i conversar con los Suegros, i Parientes; i esta costumbre se tiene desde la Isla, hasta mas de cinquenta leguas por la Tierra adentro.

    Otra costumbre ai, i es, que quando algun Hijo, o Hermano muere, en la casa donde muriere, tres meses no buscan de comer, antes se dexan morir de hambre, i los Parientes, i los Vecinos les proveen de lo que han de comer. Y como en el tiempo que aqui estuvimos murio tanta Gente de ellos, en las mas Casas havia mui gran hambre, por guardar tambien su costumbre, i cerimonia; i los que lo buscaban, por mucho que trabajaban, por ser el tiempo tan recio, no podian hacer sino mui poco; i por esta causa los Indios que a mi me tenian, se salieron de la Isla, i en vnas Canoas se pasaron a Tierra-firme a vnas Baias, adonde tenian muchos Hostiones, i tres meses del Ano no comen otra cosa, i beben mui mala Agua. Tienen gran falta de Lena, i de Mosquitos mui grande abundancia. Sus Casas son edificadas de Esteras, sobre muchas Cascaras de Hostiones, i sobre ellos duermen encueros, i no los tienen sino es acaso; i asi estuvimos hasta en fin de Abril, que fuimos a la Costa de la Mar, a do comimos Moras de Carcas todo el Mes, en el qual no cesan de hacer sus Areitos, i fiestas.

    CAPITULO XV. De lo que nos acaescio en Isla la de Malhado.

    En aquella Isla, que he contado, nos quisieron hacer Fisicos, sin examinarnos, ni pedirnos los Titulos, porque ellos curan las enfermedades soplando al enfermo, i con aquel soplo, i las manos, echan de el la enfermedad, i mandaron nos que hiciesemos lo mismo, i sirviesemos en algo: nosotros nos reiamos de ello, diciendo, que era burla, i que no sabiamos curar, i por esto nos quitaban la comida, hasta que hiciesemos lo que nos decian. Y viendo nuestra porfia, vn Indio me dixo a mi, que Yo no sabia lo que decia en decir, que no aprovecharia nada aquello que el sabia, ca las Piedras, i otras cosas que se crian por los Campos, tienen virtud; i que el con vna Piedra caliente, traiendola por el estomago, sanaba, i quitaba el dolor, i que nosotros que eramos hombres, cierto era que teniamos maior virtud, i poder. En fin, nos vimos en tanta necesidad, que lo hovimos de hacer, sin temer que nadie nos llevase por ello la pena. La manera que ellos tienen en curarse es esta: que en viendose enfermos, llaman vn Medico, i despues de curado, no solo le dan todo lo que poseen, mas entre sus parientes buscan cosas para darle. Lo que el Medico hace, es dalle vnas fajas adonde tiene el dolor, i chupanles al derredor de ellas. Dan cauterios de fuego, que es cosa entre ellos tenida por mui provechosa, i Yo lo he experimentado, i me suscedio bien de ello; i despues de esto, soplan aquel lugar que les duele, i con esto creen ellos, que se les quita el mal. La manera con que nosotros curamos, era santiguandolos, i soplarlos, i recar vn Pater noster, i vn Ave Maria, i rogar lo mejor que podiamos a Dios Nuestro Senor, que les diese salud, i espirase en ellos, que nos hiciesen algun buen tratamiento. Quiso Dios Nuestro Senor, i su misericordia, que todos quellos por quien suplicamos, luego que los santiguamos, decian a los otros, que estaban sanos, i buenos; i por este respecto nos hacian buen tratamiento, i dexaban ellos de comer por darnoslo a nosotros, i nos daban Cueros, i otras cosillas. Fue tan estremada la hambre que alli se paso, que muchas veces estuve tres dias sin comer ninguna cosa, i ellos tambien lo estaban, i paresciame ser cosa imposible durar la vida, aunque en otras maiores hambres, i necesidades me vi despues, como adelante dire. Los Indios que tenian a Alonso del Castillo, i Andres Dorantes, i a los demas que havian quedado vivos, como eran de otra Lengua, i de otra Parentela, se pasaron a otra parte de la Tierra-firme a comer Hostiones, i alli estuvieron hasta el primero dia del Mes de Abril, i luego bolvieron a la Isla, que estaba de alli hasta dos leguas, por lo mas ancho del Agua, i la Isla tiene media legua de traves, i cinco en largo.

    Toda la Gente de esta Tierra anda desnuda, solas las Mugeres traen de sus cuerpos algo cubierto con vna Lana que en los Arboles se cria. Las Mocas se cubren con vnos Cueros de Venados. Es Gente mui partida de lo que tienen vnos con otros. No ai entre ellos Senor. Todos los que son de vn Linage andan juntos. Habitan en ella dos maneras de Lenguas, a los vnos llaman de Capoques, i a los otros de Han: tienen por costumbre, quando se conoscen, i de tiempo a tiempo se ven, primero que se hablen, estar media hora llorando; i acabado esto, aquel que es visitado, se levanta primero, i da al otro todo quanto posee, i el otro lo rescibe: i de ai a vn poco se va con ello, i aun algunas veces, despues de rescebido, se van sin que hablen palabra. Otras estranas costumbres tienen, mas Yo he contado las mas principales, i mas senaladas por pasar adelante, i contar lo que mas nos suscedio.

    CAPITULO XVI. Como se partieron los Christianos de la Isla de Malhado.

    Despues que Dorantes, i Castillo bolvieron a la Isla, recogieron consigo todos los Christianos, que estaban algo esparcidos, i hallaronse por todos catorce. Yo, como he dicho, estaba en la otra parte en Tierra-firme, donde mis Indios me havian llevado, i donde me havia dado tan gran enfermedad, que ia que alguna otra cosa me diera esperanca de vida, aquella bastaba para del todo quitarmela. Y como los Christianos esto supieron, dieron a vn Indio la Manta de Martas, que del Cacique haviamos tomado, como arriba diximos, porque los pasase donde Yo estaba para verme; i asi, vinieron doce, porque los dos quedaron tan flacos, que no se atrevieron a traerlos consigo: los nombres de los que entonces vinieron, son: Alonso del Castillo, Andres Dorantes, i Diego Dorantes, Valdivieso, Estrada, Tostado, Chaves, Gutierrez, Asturiano Clerigo, Diego de Huelva, Estevanico el Negro, Benitez: i como fueron venidos a Tierra-firme, hallaron otro, que era de los nuestros, que se llamaba Francisco de Leon; i todos trece por luengo de Costa. Y luego que fueron pasados los Indios, que me tenian, me avisaron de ello, i como quedaban en la Isla Hieronimo de Alaniz, i Lope de Oviedo. Mi enfermedad estorvo que no les pude seguir, ni los vi. Yo huve de quedar con estos mismos Indios de la Isla mas de vn Ano, i por el mucho trabajo que me daban, i mal tratamiento que me hacian, determine de huir de ellos, i irme a los que moran en los Montes, i Tierra-firme, que se llaman los de Charruco, porque Yo no podia sufrir la vida, que con estos otros tenia; porque entre otros trabajos muchos, havia de sacar las Raices para comer debaxo del Agua, i entre las Canas, donde estaban metidas en la Tierra; i de esto traia Yo los dedos tan gastados, que vna Paja que me tocase, me hacia sangre de ellos, i las Canas me rompian por muchas partes, porque muchas de ellas estaban quebradas, i havia de entrar por medio de ellas, con la Ropa que he dicho que traia. Y por esto Yo puse en obra de pasarme a los otros, i con ellos me suscedio algo mejor: i porque Yo me hice Mercader, procure de vsar el Oficio lo mejor que supe; i por esto ellos me daban de comer, i me hacian buen tratamiento, i rogabanme, que me fuese de vnas partes a otras, por cosas que ellos havian menester; porque por racon de la Guerra, que contino traen, la Tierra no se anda, ni se contrata tanto. E ia con mis Tratos, i Mercaderias entraba la Tierra adentro todo lo que queria, i por luengo de Costa me alargaba quarenta, o cinquenta leguas. Lo principal de mi trato, era pedacos de Caracoles de la Mar, i Coracones de ellos, i Conchas, con que ellos cortan vna fruta, que es como Frisoles, con que se curan, i hacen sus Bailes, i Fiestas; i esta es la cosa de maior prescio que entre ellos ai, i Cuentas de la Mar, i otras cosas. Asi esto era lo que io llevaba la Tierra adentro; i en cambio, i trueco de ello traia Cueros, i Almagra con que ellos se vntan, i tinen las Caras, i Cabellos; Pedernales para puntas de Flechas, Engrudo, i Canas duras para hacerlas, i vnas Borlas, que se hacen de Pelos de Venados, que las tinen, i paran coloradas: i este Oficio me estaba a mi bien, porque andando en el tenia libertad para ir donde queria, i no era obligado a cosa alguna, i no era Esclavo, i donde quiera que iba me hacian buen tratamiento, i me daban de comer por respeto de mis Mercaderias; i lo mas principal, porque andando en ello, Yo buscaba por donde me havia de ir adelante, i entre ellos era mui conoscido: holgaban mucho quando me vian, i les traia lo que havian menester; i los que no me conoscian, me procuraban, i deseaban ver por mi fama. Los trabajos que en esto pase, seria largo contarlos, asi de peligros, i hambres, como de tempestades, i frios, que muchos de ellos me tomaron en el Campo. i solo, donde por gran misericordia de Dios Nuestro Senor escape; i por esta causa Yo no trataba el Oficio en Invierno, por ser tiempo, que ellos mismos en sus Chocas, i Ranchos metidos, no podian valerse, ni ampararse. Fueron casi seis Anos el tiempo que Yo estuve en esta Tierra solo entre ellos, i desnudo, como todos andaban. La racon por que tanto me detuve, fue por llevar conmigo vn Christiano, que estaba en la Isla, llamado Lope de Oviedo. El otro Companero de Alaniz, que con el havia quedado, quando Alonso del Castillo, i Andres Dorantes, con todos los otros, se fueron, murio luego; i por sacarlo de alli, Yo pasaba a la Isla cada Ano, i le rogaba, que nos fuesemos a la mejor mana que pudiesemos en busca de Christianos, i cada Ano me detenia, diciendo, que el otro siguiente nos iriamos. En fin, al cabo lo saque, i le pase el Ancon, i quatro Rios, que ai por la Costa, porque el no sabia nadar, i ansi fuimos con algunos Indios adelante, hasta que llegamos a vn Ancon, que tiene vna legua de traves, i es por todas partes hondo: i por lo que de el nos parescio, i vimos, es, el que llaman del Espiritu Santo, i de la otra parte del vimos vnos Indios, que vinieron a ver los nuestros, i nos dixeron, como mas adelante havia tres Hombres como nosotros, i nos dixeron los nombres de ellos; i preguntandoles por los demas, nos respondieron, que todos eran muertos de frio, i de hambre: i que aquellos Indios de adelante, ellos mismos por su pasatiempo havian muerto a Diego Dorantes, i a Valdivieso, i a Diego de Huelva, porque se havian pasado de vna casa a otra; i, que los otros Indios sus vecinos, con quien agora estaba el Capitan Dorantes, por racon de vn sueno que havian sonado, havian muerto a Esquivel, i a Mendez. Preguntamosles, que tales estaban los vivos? dixeron nos, que mui maltratados, porque los Mochachos, i otros Indios, que entre ellos son mui holgacanes, i de mal trato, les daban muchas coces, i bofetones, i palos, i que esta era la vida que con ellos tenian. Quesimonos informar de la Tierra adelante, i de los mantenimientos que en ella havia, respondieron, que era mui pobre de Gente, i que en ella no havia que comer, i que morian de frio, porque no tenian Cueros, ni con que cubrirse. Dixeron nos tambien, si queriamos ver aquellos tres Christianos, que de ai a dos dias los Indios que los tenian venian a comer Nueces vna legua de alli a la Vera de aquel Rio: i porque viesemos, que lo que nos havian dicho del mal tratamiento de los otros era verdad, estando con ellos dieron al Companero mio de bofetones, i palos, i Yo no quede sin mi parte, i de muchos pellacos de lodo que nos tiraban, i nos ponian cada dia las Flechas al coracon, diciendo, que nos querian matar como a los otros nuestros Companeros. Y temiendo esto Lope de Oviedo, mi Companero, dixo, que queria bolverse con vnas Mugeres de aquellos Indios, con quien haviamos pasado el Ancon, que quedaban algo atras. Yo porfie mucho con el que no lo hiciese, i pase muchas cosas, i por ninguna via lo pude detener; i asi se bolvio, i Yo quede solo con aquellos Indios, los quales se llamaban Quevenes, i los otros con quien el se fue, llaman Deaguanes.

    CAPITULO XVII. Como vinieron los Indios i truxeron a Andres Dorantes, i a Castillo, i a Estevanico.

    Desde a dos dias que Lope de Oviedo se havia ido, los Indios que tenian a Alonso del Castillo, i Andres Dorantes, vinieron al mesmo Lugar, que nos havian dicho, a comer de aquellas Nueces, de que se mantienen, moliendo vnos granillos con ellas, dos Meses del Ano, sin comer otra cosa, i aun esto no lo tienen todos los Anos, porque acuden vno, i otro no: son del tamano de las de Galicia, i los Arboles son mui grandes, i ai gran numero de ellos. Vn Indio me aviso como los Christianos eran llegados, i que si Yo queria verlos, me hurtase, i huiese a vn Canto de vn Monte, que el me senalo; porque el, i otros Parientes suios havian de venir a ver aquellos Indios, i que me llevarian consigo adonde los Christianos estaban. Yo me confie de ellos, i determine de hacerlo, porque tenian otra Lengua distinta de la de mis Indios: i puesto por obra, otro dia fueron, i me hallaron en el lugar que estaba senalado: i asi me llevaron consigo. Ya que llegue cerca de donde tenian su Aposento, Andres Dorantes salio a ver quien era, porque los Indios le havian tambien dicho como venia vn Christiano; i quando me vio, fue mui espantado, porque havia muchos dias que me tenian por muerto, i los Indios asi lo havian dicho. Dimos muchas gracias a Dios de vernos juntos: i este dia fue vno de los de maior placer, que en nuestros dias havemos tenido: i llegado donde Castillo estaba, me preguntaron, que donde iba? Yo le dixe, que mi proposito era de pasar a Tierra de Christianos, i que en este rastro, i busca iba. Andres Dorantes respondio, que muchos dias havia que el rogaba a Castillo, i a Estevanico, que se fuesen adelante, i que no lo osaban hacer, porque no sabian nadar, i que temian mucho los Rios, i Ancones por donde havian de pasar, que en aquella Tierra ai muchos. Y pues Dios Nuestro Senor havia sido servido de guardarme entre tantos trabajos, i enfermedades, i al cabo traerme en su compania, que ellos determinaban de huir, que Yo los pasaria de los Rios, i Ancones que topasemos; i avisaronme, que en ninguna manera diese a entender a los Indios, ni conosciesen de mi, que Yo queria pasar adelante, porque luego me matarian; i que para esto era menester que Yo me detuviese con ellos seis Meses, que era tiempo en que aquellos Indios iban a otra Tierra a comer Tunas. Esta es vna Fruta, que es del tamano de Huevos, i son bermejas, i negras, i de mui buen gusto. Comenlas tres Meses del Ano, en los quales no comen otra cosa alguna; porque al tiempo que ellos las cogian, venian a ellos otros Indios de adelante, que traian Arcos para contratar, i cambiar con ellos: i que quando aquellos se bolviesen, nos huiriamos de los nuestros, i nos bolveriamos con ellos. Con este concierto Yo quede alli, i me dieron por Esclavo a vn Indio, con quien Dorantes estaba; el qual era tuerto, i su Muger, i vn Hijo que tenia, i otro que estaba en su compania; de manera, que todos eran tuertos. Estos se llaman Marianes: i Castillo estaba con otros sus vecinos, llamados Iguases. Y estando aqui ellos me contaron, que despues que salieron de la Isla de Malhado, en la Costa de la Mar hallaron la Barca en que iba el Contador, i los Frailes al traves; i que iendo pasando aquellos Rios, que son quatro mui grandes, i de muchas corrientes, les llevo las Barcas en que pasaban a la Mar, donde se ahogaron quatro de ellos, i que asi fueron adelante hasta que pasaron el Ancon, i lo pasaron con mucho trabajo: i a quince leguas adelante hallaron otro: i que quando alli llegaron, ia se les havian muerto dos Companeros, en sesenta leguas que havian andado, i que todos los que quedaban estaban para lo mismo, i que en todo el camino no havian comido sino Cangrejos, i Yerva Pedrera: i llegados a este vltimo Ancon, decian, que hallaron en el Indios, que estaban comiendo Moras; i como vieron a los Christianos, se fueron de alli a otro cabo: i que estando procurando, i buscando manera para pasar el Ancon, pasaron a ellos vn Indio, i vn Christiano, i que llegado, conoscieron que era Figueroa, vno de los quatro que haviamos embiado adelante en la Isla de Malhado, i alli les conto, como el, i sus Companeros havian llegado hasta aquel Lugar, donde se havian muerto dos de ellos, i vn Indio, todos tres de frio, i de hambre, porque havian venido, i estado en el mas recio tiempo del mundo, i que a el, i a Mendez havian tomado los Indios, i que estando con ellos, Mendez havia huido, iendo la via lo mejor que pudo de Panuco, i que los Indios havian ido tras el; i que lo havian muerto: i que estando el con estos Indios, supo de ellos, como con los Mariames estaba vn Christiano, que havia pasado de la otra parte, i lo havia hallado con los que llamaban Quevenes: i que este Christiano era Hernando de Esquivel, natural de Badajoz, el qual venia en compania del Comisario, i que el supo de Esquivel el fin en que havian parado el Governador, i Contador, i los demas, i le dixo, que el Contador, i los Frailes havian echado al traves su Barca entre los Rios; i viniendose por luengo de Costa, llego la Barca del Governador con su Gente en tierra, i el se fue con su Barca, hasta que llegaron a aquel Ancon grande, i que alli torno a tomar la Gente, i la paso del otro cabo, i bolvio por el Contador, i los Frailes, i todos los otros; i conto, como estando desembarcados, el Governador havia revocado el Poder que el Contador tenia de Lugar-Teniente suio; i dio el cargo a vn Capitan, que traia consigo, que se decia Pantoja, i que el Governador se quedo en su Barca, i no quiso aquella noche salir a tierra, i quedaron con el vn Maestre, i vn Page, que estaba malo, i en la Barca no tenian Agua, ni cosa ninguna que comer; i que a media noche el Norte vino tan recio, que saco la Barca a la Mar, sin que ninguno la viese, porque no tenia por reson sino vna Piedra, i que nunca mas supieron del; i que visto esto, la Gente que en tierra quedaron, se fueron por luengo de Costa, i que como hallaron tanto estorvo de Agua, hicieron Balsas con mucho trabajo, en que pasaron de la otra parte; i que iendo adelante llegaron a vna punta de vn Monte, orilla del Agua, i que hallaron Indios, que como los vieron venir, metieron sus Casas en sus canoas, i se pasaron de la otra parte a la Costa; i los Christianos viendo el tiempo que era, porque era por el Mes de Noviembre, pararon en este Monte porque hallaron Agua, i Lena, i algunos Cangrejos, i Mariscos, donde de frio, i de hambre se comencaron poco a poco a morir. Allende de esto, Pantoja, que por Teniente havia quedado, les hacia mal tratamiento, i no lo pudiendo sufrir Soto-Maior, Hermano de Vasco Porcallo, el de la Isla de Cuba, que en el Armada havia venido por Maestre de Campo, se rebolvio con el, i le dio vn palo, de que Pantoja quedo muerto, i asi se fueron acabando; i los que morian, los otros los hacian tasajos, i el vltimo que murio fue Soto-Maior i Esquivel, lo hico tasajos, i comiendo del, se mantuvo hasta primero de Marco, que vn Indio de los que alli havian huido, vino a ver si eran muertos, i llevo a Esquivel consigo; i estando en poder de este Indio, el Figueroa lo hablo, i supo de el todo lo que havemos contado; i le rogo que se viniese con el, para irse ambos la via del Panuco; lo qual Esquivel no quiso hacer, diciendo, que el havia sabido de los Frailes, que Panuco havia quedado atras, i asi se quedo alli, i Figueroa se fue a la Costa adonde solia estar.

    CAPITULO XVIII. De la Relacion que dio de Esquivel.

    Esta cuenta toda dio Figueroa por la relacion que de Esquivel havia sabido, i asi de mano en mano llego a mi, por donde se puede ver, i saber el fin que toda aquella Armada hovo, i los particulares casos, que a cada vno de los demas acontescieron. Y dixo mas, que si los Christianos algun tiempo andaban por alli, podria ser que viesen a Esquivel, porque sabia que se havia huido de aquel Indio con quien estaba, a otros que se decian los Mareames, que eran alli vecinos. Y como acabo de decir, el, i el Asturiano se quisieran ir a otros Indios, que adelante estaban: mas como los Indios que lo tenian lo sintieron, salieron a ellos, i dieronles muchos palos, i desnudaron al Asturiano, i pasaronle vn braco con vna Flecha; i en fin se escaparon huiendo, i los Christianos se quedaron con aquellos Indios, i acabaron con ellos, que los tomasen por Esclavos, aunque estando sirviendoles fueron tan mal tratados de ellos, como nunca Esclavos, ni Hombres de ninguna suerte lo fueron; porque de seis que eran, no contentos con darles muchas bofetadas, i apalearlos, i pelarles las barbas por su pasatiempo, por solo pasar de vna casa, o otra, mataron tres, que son los que arriba dixe: Diego Dorantes, i Valdivieso, i Diego de Huelva, i los otros tres que quedaban, esperaban parar en esto mismo: i por no sufrir esta vida, Andres Dorantes se huyo, i se paso a los Mareames, que eran aquellos adonde Esquivel havia parado, i ellos le contaron como havian tenido alli a Esquivel, i como estando alli se quiso huir, porque vna Muger havia sonado, que le havia de matar vn Hijo, i los Indios fueron tras el, i lo mataron, i mostraron a Andres Dorantes su Espada, i sus Cuentas, i Libro, i otras cosas que tenia. Esto hacen estos por vna costumbre que tienen, i es, que matan sus mismos Hijos por suenos, i a las Hijas en nasciendo las dexan comer a Perros, i las echan por ai. La razon porque ellos lo hacen es, segun ellos dicen, porque todos los de la Tierra son sus enemigos, i con ellos tienen continua guerra: i que si acaso casasen sus Hijas, multiplicarian tanto sus enemigos, que los sujetarian, i tomarian por Esclavos: i por esta causa querian mas matallas, que no que de ellas mismas nasciese quien fuese su enemigo. Nosotros les diximos, que por que no las casaban con ellos mismos? Y tambien entre ellos dixeron, que era fea cosa casarlas con sus Parientes, i que era mui mejor matarlas, que darlas a sus Parientes, ni a sus enemigos: i esta costumbre vsan estos, i otros sus vecinos, que se llaman los Iguaces solamente, sin que ningunos otros de la Tierra la guarden. Y quando estos se han de casar, compran las Mugeres a sus Enemigos, i el precio que cada vno da por la suia, es vn Arco, el mejor que puede haver, con dos Flechas; i si acaso no tiene Arco, vna Red, hasta vna braca en ancho, i otra en largo: matan sus Hijos, i mercan los agenos: no dura el casamiento mas de quanto estan contentos, i con vna Higa deshacen el casamiento. Dorantes estuvo con estos, i desde a pocos dias se huio. Castillo, i Estevanico se vinieron dentro a la Tierra-firme a los Yeguaces. Toda esta Gente son Flecheros, i bien dispuestos, aunque no tan grandes como los que atras dexamos; i traen la Teta, i el Labio horadados. Su mantenimiento principalmente es Raices de dos, o tres maneras, i buscanlas por toda la Tierra: son mui malas, i hinchan los Hombres que las comen. Tardan dos dias en asarse, i muchas de ellas son mui amargas, i con todo esto se sacan con mucho trabajo. Es tanta la hambre, que aquellas Gentes tienen, que no se pueden pasar sin ellas, i andan dos, o tres Leguas buscandolas. Algunas veces matan algunos Venados, i a tiempos toman algun Pescado: mas esto es tan poco, i su hambre tan grande, que comen Aranas, i huevos de Hormigas, i Gusanos, i Lagartijas, i Salamanquesas, i Culebras, i Vivoras, que matan los Hombres, que muerden, i comen Tierra, i Madera, i todo lo que pueden haver, i estiercol de Venados, i otras cosas, que dexo de contar; i creo averiguadamente, que si en aquella Tierra huviese piedras, las comerian. Guardan las espinas del Pescado, que comen, i de las Culebras, i otras cosas, para molerlo despues todo, i comer el polvo de ello. Entre estos no se cargan los Hombres, ni llevan cosa de peso, mas llevanlo las Mugeres, i los Viejos, que es la Gente que ellos en menos tienen. No tienen tanto amor a sus Hijos, como los que arriba diximos. Ai algunos entre ellos, que vsan pecado contra natura. Las Mugeres son mui trabajadas, i para mucho: porque de veinte i quatro horas que ai entre dia, i noche, no tienen sino seis horas de descanso: i todo lo mas de la noche pasan en aticar sus Hornos, para secar aquellas Raices, que comen; i desque amanesce comiencan a cabar, i a traer Lena, i Agua a sus Casas, i dar orden en las otras cosas, de que tienen necesidad. Los mas de estos son grandes Ladrones, porque aunque entre si son bien partidos, en bolviendo vno la cabeca, su Hijo mismo, o su Padre, le toma lo que puede. Mienten mui mucho, i son grandes borrachos, i para esto beben ellos vna cierta cosa. Estan tan vsados a correr, que sin descansar, ni cansar, corren desde la manana hasta la noche, i siguen vn Venado; i de esta manera matan muchos de ellos, porque los siguen, hasta que los cansan; i algunas veces los toman vivos. Las Casas de ellos son de Esteras, puestas sobre quatro Arcos, llevanlas acuestas, i mudanse cada dos, o tres dias, para buscar de comer: ninguna cosa siembran, que se puedan aprovechar: es Gente mui alegre: por mucha hambre que tengan, por eso no dexan de bailar, ni de hacer sus Fiestas, i Areytos. Para ellos el mejor tiempo que estos tienen, es quando comen las Tunas, porque entonces no tienen hambre, i todo el tiempo se les pasa en bailar, i comen de ellas de noche, i de dia: todo el tiempo que les duran, exprimenlas, i abrenlas, i ponenlas a secar; i despues de secas, ponenlas en vnas Seras, como Higos, i guardanlas para comer por el camino, quando se buelven, i las cascaras de ellas muelenlas, i hacenlas polvo. Muchas veces, estando con estos, nos acontescio tres, o quatro dias estar sin comer, porque no lo havia: ellos, por alegrarnos, nos decian, que no estuviesemos tristes, que presto havria Tunas, i comeriamos muchas, i beberiamos del cumo de ellas, i terniamos las barrigas mui grandes, i estariamos mui contentos, i alegres, i sin hambre alguna: i desde el tiempo que esto nos decian, hasta que las Tunas se huviesen de comer, havia cinco, o seis Meses: i en fin, huvimos de esperar aquestos seis Meses; i quando fue tiempo, fuimos a comer las Tunas: hallamos por la Tierra mui gran cantidad de Mosquitos, de tres maneras, que son mui malos, i enojosos, i todo lo mas del Verano nos daban mucha fatiga: i para defendernos de ellos, haciamos al derredor de la Gente muchos fuegos de Lena podrida, i mojada, para que no ardiesen, i hiciesen humo; i esta defension nos daba otro trabajo, porque en toda la noche no haciamos sino llorar, del humo que en los ojos nos daba, i sobre eso gran calor, que nos causaban los muchos fuegos, i saliamos a dormir a la Costa; i si alguna vez podiamos dormir, recordabannos a palos, para que tornasemos a encender los fuegos. Los de la Tierra adentro, para esto vsan otro remedio, tan incomportable, i mas que este que he dicho; i es, andar con ticones en las manos, quemando los Campos, i Montes, que topan, para que los Mosquitos huian, i tambien para sacar debaxo de Tierra Lagartijas, i otras semejantes cosas, para comerlas: i tambien suelen matar Venados, cercandolos con muchos fuegos, i vsan tambien esto, por quitar a los Animales el pasto, que la necesidad les haga ir a buscarlo adonde ellos quieren, porque nunca hacen asiento con sus Casas, sino donde ai Agua, i Lena, i alguna vez se cargan todos de esta provision, i van a buscar los Venados, que mui ordinariamente estan donde no ai Agua, ni Lena: i el dia que llegan matan Venados, i algunas otras cosas que pueden, i gastan todo el Agua, i Lena en guisar de comer, i en los fuegos que hacen para defenderse de los Mosquitos, i esperan otro dia para tomar algo que lleven para el camino; i quando parten, tales van de los Mosquitos, que paresce que tienen enfermedad de Sant Lacaro: i de esta manera satisfacen su hambre dos, o tres veces en el ano, a tan grande costa como he dicho; i por haver pasado por ello, puedo afirmar, que ningun trabajo que se sufra en el Mundo, iguala con este. Por la Tierra ai muchos Venados, i otras Aves, i Animales, de las que atras he contado. Alcancan aqui Vacas, i Yo las he visto tres veces, i comido de ellas: i paresceme, que seran del tamano de las de Espana: tienen los cuernos pequenos, como Moriscas, i el pelo mui largo, merino, como vna bernia, vnas son pardillas, i otras negras; i a mi parescer tienen mejor, i mas gruesa carne, que de las de aca. De las que no son grandes, hacen los Indios Mantas para cubrirse, i de las maiores hacen Capatos, i Rodelas: estas vienen de acia el Norte, por la Tierra adelante, hasta la Costa de la Florida, i tiendense por toda la Tierra mas de quatrocientas Leguas: i en todo este camino, por los Valles por donde ellas vienen, baxan las Gentes, que por alli habitan, i se mantienen de ellas, i meten en la Tierra grande cantidad de Cueros.

    CAPITULO XIX. De como nos apartaron los Indios.

    Quando fueron cumplidos los seis Meses, que Yo estuve con los Christianos, esperando a poner en efecto el concierto que teniamos hecho, los Indios se fueron a las Tunas, que havia de alli a donde las havian de coger, hasta treinta Leguas: i ia que estabamos para huirnos, los Indios con quien estabamos, vnos con otros rineron sobre vna Muger, i se apunearon, i apalearon, i descalabraron vnos a otros; i con el grande enojo que huvieron, cada vno tomo su Casa, i se fue a su parte: de donde fue necesario, que todos los Christianos que alli eramos, tambien nos apartasemos, i en ninguna manera nos podimos juntar hasta otro Ano: i en este tiempo Yo pase mui mala vida, ansi por la mucha hambre, como por el mal tratamiento, que de los Indios rescibia, que fue tal, que Yo me huve de huir tres veces de los Amos que tenia, i todos me anduvieron a buscar, i poniendo diligencia para matarme; i Dios Nuestro Senor, por su misericordia, me quiso guardar, i amparar de ellos, i quando el tiempo de las Tunas torno, en aquel mismo lugar nos tornamos a juntar. Ya que teniamos concertado de huirnos, i senalado el dia, aquel mismo dia los Indios nos apartaron, i fuimos cada vno por su parte: i Yo dixe a los otros Companeros, que Yo los esperaria en las Tunas; hasta que la Luna fuese llena: i este dia era primero de Septiembre, i primero dia de Luna; i aviselos, que si en este tiempo no viniesen al concierto, Yo me iria solo, i los dexaria: i ansi nos apartamos, i cada vno se fue con sus Indios, i Yo estuve con los mios, hasta trece de Luna: i Yo tenia acordado de me huir a otros Indios, en siendo la Luna llena; i a trece dias del Mes llegaron adonde Yo estaba Andres Dorantes, i Estevanico, i dixeronme como dexaban a Castillo con otros Indios, que se llamaban Anagados, i que estaban cerca de alli, i que havian pasado mucho trabajo, i que havian andado perdidos, i que otro dia adelante nuestros Indios se mudaron acia donde Castillo estaba, i iban a juntarse con los que lo tenian, i hacerse Amigos vnos de otros, porque hasta alli havian tenido Guerra: i de esta manera cobramos a Castillo. En todo el tiempo que comiamos las Tunas, teniamos sed, i para remedio de esto bebiamos el cumo de las Tunas, i sacabamoslo en vn hoio, que en la Tierra haciamos, i desque estaba lleno, bebiamos de el, hasta que nos hartabamos. Es dulce, i de color de Arrope: esto hacen, por falta de otras Vasijas. Ai muchas maneras de Tunas, i entre ellas ai algunas mui buenas, aunque a mi todas me parescian asi, i nunca la hambre me dio espacio para escogerlas, ni parar mientes en quales eran mejores. Todas las mas de Gentes beben Agua llovedica, i recogida en algunas partes, porque aunque ai Rios, como nunca estan de asiento, nunca tienen Agua conoscida, ni senalada. Por toda la Tierra ai mui grandes, i hermosas Dehesas, i de mui buenos pastos para Ganados; i paresceme, que seria Tierra mui fructifera, si fuese labrada, i habitada de Gente de racon. No vimos Sierra en toda ella, en tanto que en ella estuvimos. Aquellos Indios nos dixeron, que otros estaban mas adelante, llamados Camones, que viven acia la Costa, i havian muerto toda la Gente, que venia en la Barca de Penalosa, i Tellez, i que venian tan flacos, que aunque los mataban no se defendian: i asi los acabaron todos, i nos mostraron Ropas, i Armas de ellos, i dixeron, que la Barca estaba alli al traves. Esta es la quinta Barca, que faltaba, porque la del Governador ia diximos como la Mar la llevo: i la del Contador, i los Frailes la havian visto echada al traves en la Costa, i Esquivel conto el fin de ellos. Las dos, en que Castillo, i Yo, i Dorantes ibamos, ia hemos contado, como junto a la Isla de Malhado se hundieron.

    CAPITULO XX. De como nos huimos.

    Despues de havernos mudado, desde a dos dias nos encomendamos a Dios Nuestro Senor, i nos fuimos huiendo, confiando, que aunque era ia tarde, i las Tunas se acababan, con los frutos que quedarian en el Campo, podriamos andar buena parte de Tierra. Yendo aquel dia nuestro camino, con harto temor que los Indios nos havian de seguir, vimos vnos humos, i iendo a ellos, despues de Visperas llegamos alla, do vimos vn Indio, que como vio que ibamos a el, huio, sin querernos aguardar: nosotros embiamos al Negro tras de el, i como vio que iba solo, aguardolo. El Negro le dixo, que ibamos a buscar aquella Gente, que hacia aquellos humos. El respondio, que cerca de alli estaban las Casas, i que nos guiaria alla, i asi lo fuimos siguiendo: i el corrio a dar aviso de como ibamos, i a puesta del Sol vimos las Casas: i dos tiros de Ballesta antes que llegasemos a ellas, hallamos quatro Indios, que nos esperaban, i nos rescibieron bien. Diximosles, en Lengua de Mariames, que ibamos a buscallos: i ellos mostraron, que se holgaban con nuestra compania, i ansi nos llevaron a sus Casas; i a Dorantes, i al Negro aposentaron en Casa de vn Fisico: i a mi, i a Castillo en Casa de otro. Estos tienen otra Lengua, i llamanse Avavares, i son aquellos que solian llevar los Arcos a los nuestros, i iban a contratar con ellos; i aunque son de otra Nacion, i Lengua, entienden la Lengua de aquellos con quien antes estabamos, i aquel mismo dia havian llegado alli con sus Casas. Luego el Pueblo nos ofrescio muchas Tunas, porque ia ellos tenian noticia de nosotros, i como curabamos, i de las maravillas, que Nuestro Senor con nosotros obraba (que aunque no huviera otras) harto grandes eran abrirnos caminos por Tierra tan despoblada, i darnos Gente, por donde muchos tiempos no la havia, i librarnos de tantos peligros, i no permitir que nos matasen, i sustentarnos con tanta hambre, i poner aquellas Gentes en coracon, que nos tratasen bien, como adelante diremos.

    CAPITULO XXI. De como curamos aqui vnos dolientes.

    Aquella misma noche, que llegamos, vinieron vnos Indios a Castillo, i dixeronle, que estaban mui malos de la cabeca, rogandole, que los curase; i despues que los huvo santiguado, i encomendado a Dios, en aquel punto los Indios dixeron, que todo el mal se les havia quitado: i fueron a sus Casas, i truxeron muchas Tunas, i vn pedaco de carne de Venado, cosa, que no sabiamos que cosa era; i como esto entre ellos se publico, vinieron otros muchos enfermos en aquella noche, a que los sanase, i cada vno traia vn pedaco de Venado: i tantos eran, que no sabiamos adonde poner la carne. Dimos muchas gracias a Dios, porque cada dia iba cresciendo su misericordia, i mercedes; i despues que se acabaron las curas, comencaron a bailar, i hacer sus Areytos, i Fiestas, hasta otro dia que el Sol salio: i duro la fiesta tres dias, por haver nosotros venido, i al cabo de ellos les preguntamos por la Tierra de adelante, i por la Gente que en ella hallariamos, i los Mantenimientos que en ella havia? Respondieronnos, que por toda aquella Tierra havia muchas Tunas, mas que ia eran acabadas, i que ninguna Gente havia, porque todos eran idos a sus Casas, con haver ia cogido las Tunas: i que la Tierra era mui fria, i en ella havia mui pocos Cueros. Nosotros, viendo esto, que ia el Invierno, i tiempo frio entraba, acordamos de pasarlo con estos. A cabo de cinco dias, que alli haviamos llegado, se partieron a buscar otras Tunas, adonde havia otra Gente de otras Nasciones, i Lenguas; i andadas cinco jornadas, con mui grande hambre, porque en el camino no havia Tunas, ni otra Fruta ninguna, allegamos a vn Rio, donde asentamos nuestras Casas, i despues de asentadas, fuimos a buscar vna Fruta de vnos Arboles, que es como Hieros: i como por toda esta Tierra no ai Caminos, Yo me detuve mas en buscarla: la Gente se bolvio, i Yo quede solo, i viniendo a buscarlos, aquella noche me perdi; i plugo a Dios, que halle vn Arbol ardiendo, i al fuego de el pase aquel frio aquella noche, i a la manana Yo me cargue de Lena, i tome dos ticones, i bolvi a buscarlos, i anduve de esta manera cinco dias, siempre con mi lumbre, i carga de Lena, porque si el fuego se me matase en parte donde no tuviese Lena, como en muchas partes no la havia, tuviese de que hacer otros ticones, i no me quedase sin lumbre, porque para el frio Yo no tenia otro remedio, por andar desnudo, como nasci; i para las noches Yo tenia este remedio, que me iba a las matas del Monte, que estaba cerca de los Rios, i paraba en ellas, antes que el Sol se pusiese, i en la Tierra hacia vn hoio, i en el echaba mucha Lena, que se cria en muchos Arboles, de que por alli ai mui gran cantidad, i juntaba mucha Lena, de la que estaba caida, i seca de los Arboles, i al derredor de aquel hoio hacia quatro fuegos en Cruz, i Yo tenia cargo, i cuidado de rehacer el fuego de rato en rato, i hacia vnas gavillas de paja larga, que por alli ai, con que me cubria en aquel hoio: i de esta manera me amparaba del frio de las noches; i vna de ellas el fuego caio en la paja, con que Yo estaba cubierto, i estando Yo durmiendo en el hoio, comenco a arder mui recio, i por mucha priesa que Yo me di a salir, todavia saque senal en los cabellos del peligro en que havia estado. En todo este tiempo no comi bocado, ni halle cosa, que pudiese comer: i como traia los pies descalcos, corriome de ellos mucha sangre; i Dios vso conmigo de misericordia, que en todo este tiempo no vento el Norte, porque de otra manera ningun remedio havia de Yo vivir; i a cabo de cinco dias llegue a vna Ribera de vn Rio, donde Yo halle a mis Indios, que ellos, i los Christianos me contaban ia por muerto, i siempre creian, que alguna Vivora me havia mordido. Todos huvieron gran placer de verme, principalmente los Christianos, i me dixeron, que hasta entonces havian caminado con mucha hambre, que esta era la causa, que no me havian buscado: i aquella noche me dieron de las Tunas que tenian; i otro dia partimos de alli, i fuimos donde hallamos muchas Tunas, con que todos satisfacieron su gran hambre; i nosotros dimos muchas gracias a Nuestro Senor, porque nunca nos faltaba su remedio.

    CAPITULO XXII. Como otro dia nos truxeron otros enfermos.

    Otro Dia de manana vinieron alli muchos Indios, i traian cinco enfermos, que estaban tollidos, i mui malos, i venian en busca de Castillo, que los curase: i cada vno de los enfermos ofrescio su Arcos, i Flechas, i el los rescibio, i a puesta del Sol los santiguo, i encomendo a Dios Nuestro Senor, i todos le suplicamos, con la mejor manera que podiamos, les embiase salud: pues el via, que no havia otro remedio para que aquella Gente nos aiudase, i saliesemos de tan miserable vida, i el lo hico tan misericordiosamente, que venida la manana, todos amanescieron tan buenos, i sanos, i se fueron tan recios, como si nunca hovieran tenido mal ninguno. Esto causo, entre ellos, mui gran admiracion, i a nosotros desperto, que diesemos muchas gracias a Nuestro Senor, a que mas enteramente conosciesemos su bondad, i tuviesemos firme esperanca, que nos havia de librar, i traer donde le pudiesemos servir; i de mi se decir, que siempre tuve esperanca en su misericordia, que me havia de sacar de aquella captividad, i asi Yo lo hable siempre a mis Companeros. Como los Indios fueron idos, i llevaron sus Indios sanos, partimos donde estaban otros comiendo Tunas, i estos se llaman Cutalches, i Malicones, que son otras Lenguas: i junto con ellos havia otros, que se llamaban Coayos, i Susolas, i de otra parte otros, llamados Atayos, i estos tenian Guerra con los Susolas, con quien se flechaban cada dia; i como por toda la Tierra no se hablase sino en los misterios, que Dios Nuestro Senor con nosotros obraba, venian de muchas partes a buscarnos, para que los curasemos; i a cabo de dos dias, que alli llegaron, vinieron a nosotros vnos Indios de los Susolas, i rogaron a Castillo, que fuese a curar vn herido, i otros enfermos, i dixeron, que entre ellos quedaba vno, que estaba mui al cabo. Castillo era Medico mui temeroso, principalmente quando las curas eran mui temerosas, i peligrosas, i creia, que sus pecados havian de estorvar, que no todas veces suscediese bien el curar. Los Indios me dixeron, que Yo fuese a curarlos, porque ellos me querian bien, i se acordaban, que les havia curado en las Nueces, i por aquello nos havian dado Nueces, i Cueros; i esto havia pasado, quando Yo vine a juntarme con los Christianos, i asi huve de ir con ellos: i fueron conmigo Dorantes, i Estevanico; i quando llegue cerca de los Ranchos, que ellos tenian, Yo vi el enfermo, que ibamos a curar, que estaba muerto, porque estaba mucha Gente al derredor de el llorando, i su Casa deshecha, que es senal, que el dueno estaba muerto; i ansi, quando Yo llegue, halle el Indio los ojos bueltos, i sin ningun pulso, i con todas senales de muerto, segun a mi me parescio, i lo mismo dixo Dorantes: Yo le quite vna Estera, que tenia encima, con que estaba cubierto, i lo mejor que pude, suplique a Nuestro Senor fuese servido de dar salud a aquel, i a todos los otros, que de ella tenian necesidad; i despues de santiguado, i soplado muchas veces, me traxeron su Arco, i me lo dieron, i vna Sera de Tunas molidas, i llevaronme a curar otros muchos, que estaban malos de modorra, i me dieron otras dos Seras de Tunas, las quales di a nuestros Indios, que con nosotros havian venido; i hecho esto, nos bolvimos a nuestro Aposento: i nuestros Indios, a quien di las Tunas, se quedaron alla, i a la noche se bolvieron a sus Casas, i dixeron, que aquel estaba muerto, i Yo havia curado en presencia de ellos, se havia levantado bueno, i se havia paseado, i comido, i hablado con ellos, i que todos quantos havia curado, quedaban sanos, i mui alegres. Esto causo mui gran admiracion, i espanto, i en toda la Tierra no se hablaba en otra cosa. Todos aquellos a quien esta fama llegaba, nos venian a buscar, para que los curasemos, i santiguasemos sus Hijos; i quando los Indios, que estaban en compania de los nuestros, que eran los Cutalchiches, se hovieron de ir a su Tierra, antes que se partiesen nos ofrescieron todas las Tunas, que para su camino tenian, sin que ninguna les quedase: i dieronnos Pedernales, tan largos como palmo i medio, con que ellos cortan, i es entre ellos cosa de mui gran estima. Rogaronnos, que nos acordasemos de ellos, i rogasemos a Dios, que siempre estuviesen buenos, i nosotros se lo prometimos: i con esto partieron los mas contentos Hombres del Mundo, haviendonos dado todo lo mejor que tenian. Nosotros estuvimos con aquellos Indios Avavares ocho Meses, i esta cuenta haciamos por las Lunas. En todo este tiempo nos venian de muchas partes a buscar, i decian, que verdaderamente nosotros eramos Hijos del Sol. Dorantes, i el Negro, hasta alli no havian curado: mas por la mucha importunidad que teniamos, viniendonos de muchas partes a buscar, venimos todos a ser Medicos, aunque en atrevimiento, i osar acometer, qualquier cura, era Yo mas senalado entre ellos; i ninguno jamas curamos, que no nos dixese, que quedaba sano: i tanta confianca tenian, que havian de sanar, si nosotros los curasemos, que creian, que en tanto que nosotros alli estuviesemos, ninguno de ellos havia de morir. Estos, i los de mas atras, nos contaron vna cosa mui estrana, i por la cuenta que nos figuraron, parescia que havia quince, o diez i seis Anos, que havia acontescido, que decian, que por aquella Tierra anduvo vn Hombre, que ellos llaman Mala cosa, i que era pequeno de cuerpo, i que tenia barbas, aunque nunca claramente le pudieron ver el rostro, i que guando venia a la Casa, donde estaban, se les levantaban los cabellos, i temblaban, i luego parescia a la puerta de la Casa vn ticon ardiendo: i luego aquel Hombre entraba, i tomaba al que queria de ellos, i dabales tres cuchilladas grandes por las hijadas, con vn Pedernal mui agudo, tan ancho como vna mano, i dos palmos en luengo, i metia la mano por aquellas cuchilladas, i sacabales las tripas, i que cortaba de vna tripa poco mas, o menos de vn palmo, i aquello que cortaba echaba en las brasas, i luego le daba tres cuchilladas en vn braco; i la segunda daba por la sangradura, i desconcertabaselo, i dende a poco se lo tornaba a concertar, i poniale las manos sobre las heridas, i deciannos, que luego quedaban sanos: i que muchas veces, quando bailaban, aparescia entre ellos en habito de Muger vnas veces, i otras como Hombre: i quando el queria, tomaba el Buhio, o Casa, i subiala en alto, i dende a vn poco caia con ella, i daba mui gran golpe. Tambien nos contaron, que muchas veces le dieron de comer, i que nunca jamas comio, i que le preguntaban donde venia, i a que parte tenia su Casa, i que les mostro vna hendedura de la Tierra, i dixo, que su Casa era alla debaxo. De estas cosas, que ellos nos decian, nosotros nos reiamos mucho, burlando de ellas: i como ellos vieron que no lo creiamos, truxeron muchos de aquellos, que decian que el havia tomado, i vimos las senales de las cuchilladas, que el havia dado en los lugares, en la manera que ellos contaban. Nosotros les diximos, que aquel era vn malo; i de la mejor manera que podimos les dabamos a entender, que si ellos creiesen en Dios Nuestro Senor, i fuesen Christianos, como nosotros, no ternian miedo de aquel, ni el osaria venir a hacelles aquellas cosas; i que tuviesen por cierto, que en tanto que nosotros en la Tierra estuviesemos, el no osaria parescer en ella. De esto se holgaron ellos mucho, i perdieron mucha parte del temor que tenian. Estos Indios nos dixeron, que havian visto al Asturiano, i a Figueroa con otros, que adelante en la Costa estaban, a quien nosotros llamabamos de los Higos. Toda esta Gente no conoscian los Tiempos por el Sol, ni la Luna, ni tienen cuenta del Mes, i Ano, i mas entienden, i saben las diferencias de los Tiempos, quando las Frutas vienen a madurar, i en tiempo que muere el Pescado, i el aparescer de las Estrellas, en que son mui diestros, i exercitados. Con estos siempre fuimos bien tratados, aunque lo que haviamos de comer lo cababamos, i traiamos nuestras cargas de Agua, i Lena. Sus Casas, i Mantenimientos son como las de los pasados, aunque tienen mui maior hambre, porque no alcancan Maiz, ni Bellotas, ni Nueces. Anduvimos siempre encueros como ellos, i de noche nos cubriamos con Cueros de Venado. De ocho Meses, que con ellos estuvimos, los seis padescimos mucha hambre, que tampoco alcancan Pescado. Y al cabo de este tiempo, ia las Tunas comencaban a madurar, i sin que de ellos fuesemos sentidos, nos fuimos a otros, que adelante estaban, llamados Maliacones: estos estaban vna jornada de alli, donde Yo, i el Negro llegamos. A cabo de los tres dias embie, que traxese a Castillo, i a Dorantes; i venidos, nos partimos todos juntos con los Indios, que iban a comer vna Frutilla de vnos Arboles, de que se mantienen diez, o doce dias, entretanto que las Tunas vienen; i alli se juntaron con estos otros Indios, que se llaman Arbadaos, i a estos hallamos mui enfermos, i flacos, i hinchados: tanto, que nos maravillamos mucho, i los Indios con quien haviamos venido se bolvieron por el mismo camino: i nosotros les diximos, que nos queriamos quedar con aquellos, de que ellos mostraron pesar; i asi nos quedamos en el Campo con aquellos, cerca de aquellas Casas; i quando ellos nos vieron, juntaronse, despues de haver hablado entre si, i cada vno de ellos tomo el suio por la mano, i nos llevaron a sus Casas. Con estos padescimos mas hambre, que con los otros, porque en todo el dia no comiamos mas de dos punos de aquella Fruta (la qual estaba verde) tenia tanta leche, que nos quemaba las bocas: i con tener falta de Agua, daba mucha sed, a quien la comia; i como la hambre fuese tanta, nosotros compramosles dos Perros, i a trueco de ellos les dimos vnas Redes, i otras cosas, i vn Cuero, con que Yo me cubria. Ya he dicho, como por toda esta Tierra anduvimos desnudos, i como no estabamos acostumbrados a ello, a manera de Serpientes, mudabamos los Cueros dos veces en el ano: i con el Sol, i Aire haciansenos en los pechos, i en las espaldas, vnos empeines mui grandes, de que rescebiamos mui gran pena, por racon de las mui grandes cargas, que traiamos, que eran mui pesadas, i hacian, que las cuerdas se nos metian por los bracos; i la Tierra es tan aspera, i tan cerrada, que muchas veces haciamos Lena en Montes, que quando la acababamos de sacar, nos corria por muchas partes sangre, de las espinas, i matas con que topabamos, que nos rompian por donde alcancaban. A las veces me acontescio hacer Lena, donde despues de haverme costado mucha sangre, no la podia sacar, ni acuestas, ni arrastrando. No tenia, quando en estos trabajos me via, otro remedio, ni consuelo, sino pensar en la Pasion de Nuestro Redemptor Jesu-Christo, i en la Sangre, que por mi derramo, i considerar quanto mas seria el tormento, que de las Espinas el padescio, que no aquel, que Yo entonces sufria. Contrataba con estos Indios, haciendoles Peines, i con Arcos, i con Flechas, i con Redes. Haciamos Esteras, que son Casas, de que ellos tienen mucha necesidad: i aunque lo saben hacer, no quieren ocuparse en nada, por buscar entretanto que comer, i quando entienden en esto, pasan mui gran hambre. Otras veces me mandaban raer Cueros, i ablandarlos: i la maior prosperidad en que Yo alli me vi, era, el dia que me daban a raer alguno, porque Yo lo raia mui mucho, i comia de aquellas raeduras, i aquello me bastaba para dos, o tres dias. Tambien nos acontescio con estos, i con los que atras havemos dexado, darnos vn pedaco de carne, i comernoslo asi crudo, porque si lo pusieramos a asar, el primer Indio que llegaba, se lo llevaba, i comia: parescianos, que no era bien ponerla en esta ventura, i tambien nosotros no estabamos tales, que nos dabamos pena comerlo asado, i no lo podiamos tambien pasar como crudo. Esta es la vida; que alli tuvimos, i aquel poco sustentamiento lo ganabamos con los Rescates, que por nuestras manos hecimos.

    CAPITULO XXIII. Como nos partimos, despues de haver comido los Perros.

    Despues que comimos los Perros, paresciendonos que teniamos algun esfuerco para poder ir adelante, encomendamonos a Dios Nuestro Senor, para que nos guiase, nos despedimos de aquellos Indios, i ellos nos encaminaron a otros de su Lengua, que estaban cerca de alli. E iendo por nuestro camino, llovio, i todo aquel dia anduvimos con Agua: i allende de esto perdimos el camino, i fuimos a parar a vn Monte mui grande, i cogimos muchas hojas de Tunas, i asamoslas aquella noche en vn Horno, que hecimos, i dimosles tanto fuego, que a la manana estaban para comer: i despues de haverlas comido, encomendamonos a Dios, i partimonos, i hallamos el camino, que perdido haviamos; i pasado el Monte, hallamos otras Casas de Indios, i llegados alla, vimos dos Mugeres, i Muchachos, que se espantaron, que andaban por el Monte, i en vernos huieron de nosotros, i fueron a llamar a los Indios, que andaban por el Monte; i venidos, pararonse a mirarnos detras de vnos Arboles, i llamamosles, i allegaronse con mucho temor, i despues de haverlos hablado, nos dixeron, que tenian mucha hambre, i que cerca de alli estaban muchas Casas de ellos proprios, i dixeron, que nos llevarian a ellas: i aquella noche llegamos a donde havia cinquenta Casas, i se espantaban de vernos, i mostraban mucho temor; i despues que estuvieron algo sosegados de nosotros, allegabannos con las manos al rostro, i al cuerpo, i despues traian ellos sus mismas manos por sus caras, i sus cuerpos: i asi estuvimos aquella noche; i venida la manana, traxeronnos los enfermos, que tenian, rogandonos, que los santiguasemos, i nos dieron de lo que tenian para comer, que eran hojas de Tunas, i Tunas verdes asadas; i por el buen tratamiento que nos hacian, i porque aquello que tenian nos lo daban de buena gana, i voluntad, i holgaban de quedar sin comer por darnoslo, estuvimos con ellos algunos dias: i estando alli, vinieron otros de mas adelante. Quando se quisieron partir, diximos a los primeros, que nos queriamos ir con aquellos. A ellos les peso mucho, i rogaronnos mui ahincadamente que no nos fuesemos: i al fin, nos despedimos de ellos, i los dexamos llorando por nuestra partida, porque les pesaba mucho en gran manera.

    CAPITULO XXIV. De las Costumbres de los Indios de aquella Tierra.

    Desde la Isla de Malhado, todos los Indios, que hasta esta Tierra vimos, tienen por costumbre, desde el dia que sus Mugeres se sienten prenadas, no dormir juntos, hasta que pasen dos Anos, que han criado los Hijos, los quales maman hasta que son de edad de doce Anos, que ia entonces estan en edad, que por si saben buscar de comer. Preguntamosles, que por que los criaban asi? Y decian, que por la mucha hambre, que en la Tierra havia, que acontescia muchas veces, como nosotros viamos, estar dos, o tres dias sin comer, i a las veces quatro: i por esta causa los dexaban mamar, porque en los tiempos de hambre no muriesen; i ia que algunos escapasen, saldrian mui delicados, i de pocas fuercas; i si acaso acontesce caer enfermos algunos, dexanlos morir en aquellos Campos, sino es Hijo, i todos los demas, sino pueden ir con ellos, se quedan: mas para llevar vn Hijo, o Hermano, se cargan, i lo llevan acuestas. Todos estos acostumbran dexar sus Mugeres, quando entre ellos no ai conformidad, i se tornan a casar con quien quieren: esto es entre los Mancebos, mas los que tienen Hijos, permanescen con sus Mugeres, i no las dexan: i quando en algunos Pueblos rinen, i traban questiones vnos con otros, apuneanse, i apaleanse, hasta que estan mui cansados, i entonces se desparten: algunas veces los desparten Mugeres, entrando entre ellos, que Hombres no entran a despartirlos: i por ninguna pasion que tengan, no meten en ella Arcos, ni Flechas; i desque se han apuneado, i pasado su question, toman sus Casas, i Mugeres, i vanse a vivir por los Campos, i apartados de los otros, hasta que se les pasa el enojo; i quando ia estan desenojados, i sin ira, tornanse a su Pueblo, i de ai adelante son Amigos, como si ninguna cosa hoviera pasado entre ellos, ni es menester que nadie haga las amistades, porque de esta manera se hacen; i si los que rinen no son casados, vanse a otros sus Vecinos, i aunque sean sus Enemigos los resciben bien, i se huelgan mucho con ellos, i les dan de lo que tienen, de suerte, que quando es pasado el enojo, buelven a su Pueblo, i vienen ricos. Toda es Gente de Guerra, i tienen tanta astucia para guardarse de sus Enemigos, como ternian si fuesen criados en Italia, i en continua Guerra. Quando estan en parte que sus Enemigos los pueden ofender, asientan sus Casas a la orilla de el Monte mas aspero, i de maior espesura que por alli hallan, i junto a el hacen vn Foso, i en este duermen. Toda la Gente de Guerra esta cubierta con Lena menuda, i hacen, sus saeteras: i estan tan cubiertos, i disimulados, que aunque esten cabe ellos, no los ven, i hacen vn camino mui angosto, i entra hasta enmedio del Monte, i alli hacen lugar para que duerman las Mugeres, i Ninos, i quando viene la noche, encienden lumbres en sus Casas, para que si hoviere Espias, crean que estan en ellas, i antes del Alva tornan a encender los mismos fuegos; i si acaso los Enemigos vienen a dar en las mismas Casas, los que estan en el Foso salen a ellos, i hacen desde las Trincheas mucho dano, sin que los de fuera los vean, ni los puedan hallar; i quando no ai Montes en que ellos puedan de esta manera esconderse, i hacer sus celadas, asientan en llano, en la parte que mejor les paresce: i cercanse de Trincheas, cubiertas con Lena menuda, i hacen sus saeteras, con que flechan a los Indios, i estos reparos hacen para de noche. Estando Yo con los de Aguenes, no estando avisados, vinieron sus Enemigos a media noche, i dieron en ellos, i mataron tres, i hirieron otros muchos, de suerte, que huieron de sus Casas por el Monte adelante: i desque sintieron que los otros se havian ido, bolvieron a ellas, i recogieron todas las Flechas, que los otros les havian echado, i lo mas encubiertamente que pudieron, los siguieron, i estuvieron aquella noche sobre sus Casas, sin que fuesen sentidos: i al quarto del Alva les acometieron, i les mataron cinco, sin otros muchos que fueron heridos, i les hicieron huir, i dexar sus Casas, i Arcos, con toda su hacienda; i de ai a poco tiempo vinieron las Mugeres de los que se llamaban Quevenes, i entendieron entre ellos, i los hicieron Amigos, aunque algunas veces ellas son principio de la Guerra. Todas estas Gentes, quando tienen enemistades particulares, quando no son de vna Familia, se matan de noche, por asechancas, i vsan vnos con otros grandes crueldades.

    CAPITULO XXV. Como los Indios son prestos a un Arma.

    Esta es la mas presta Gente para vn Arma, de quantas Yo he visto en el Mundo, porque si se temen de sus Enemigos, toda la noche estan despiertos, con sus Arcos a par de si, i vna docena de Flechas: i el que duerme, tienta su Arco, i si no le halla en cuerda, le da la buelta que ha menester. Salen muchas veces fuera de las Casas, baxados por el suelo, de arte que no pueden ser vistos, i miran, i atalaian por todas partes para sentir lo que ai: i si algo sienten, en vn punto son todos en el Campo con sus Arcos, i Flechas, i asi estan hasta el dia, corriendo a vnas partes, i otras, donde ven que es menester, o piensan que pueden estar sus Enemigos. Quando viene el dia, tornan a afloxar sus Arcos, hasta que salen a Caca. Las cuerdas de los Arcos son niervos de Venados. La manera que tienen de pelear es, abaxados por el suelo, i mientras se flechan, andan hablando, i saltando siempre de vn cabo para otro, guardandose de las Flechas de sus Enemigos: tanto, que en semejantes partes pueden rescibir mui poco dano de Ballestas, i Arcabuces, antes los Indios burlan de ellos, porque estas Armas no aprovechan para ellos en Campos llanos, adonde ellos andan sueltos: son buenas para estrechos, i lugares de Agua: en todo lo demas los Caballos son los que han de sojuzgar, i lo que los Indios vniversalmente temen. Quien contra ellos hoviere de pelear, ha de estar mui avisado, que no le sientan flaqueca, ni codicia de lo que tienen, i mientras durare la Guerra, hanlos de tratar mui mal: porque si temor les conocen, o alguna codicia, ella es Gente, que sabe conoscer tiempos en que vengarse, i toman esfuerco del temor de los contrarios. Quando se han flechado en la Guerra, i gastado su municion, buelvense cada vno su camino, sin que los vnos sigan a los otros, aunque los vnos sean muchos, i los otros pocos: i esta es costumbre suia. Muchas veces se pasan de parte a parte con las Flechas, i no mueren de las heridas, sino toca en las tripas, o en el corazon, antes sanan presto. Ven, i oien mas, i tienen mas agudo sentido, que quantos Hombres Yo creo que ai en el Mundo. Son grandes sufridores de hambre, i de sed, i de frio, como aquellos que estan mas acostumbrados, i hechos a ello, que otros. Esto he querido contar aqui, porque allende que todos los Hombres desean saber las costumbres, i exercicios de los otros, los que algunas veces se vinieren a ver con ellos, esten avisados de sus costumbres, i ardides, que suelen no poco aprovechar en semejantes casos.

    CAPITULO XXVI. De las Naciones, i Lenguas.

    Tambien quiero contar sus Naciones, i Lenguas, que desde la Isla de Malhado, hasta los vltimos ai. En la Isla de Malhado ai dos Lenguas: a los vnos llaman de Caoques, i a los otros llaman de Han. En la Tierra-firme, enfrente de la Isla, ai otros, que se llaman de Chorruco, i toman el nombre de los Montes donde viven. Adelante, en la Costa de la Mar, habitan otros, que se llaman Doguenes; i enfrente de ellos otros, que tienen por nombre los de Mendica. Mas adelante, en la Costa, estan los Quevenes; i enfrente de ellos, dentro en la Tierra-firme, los Mariames: i iendo por la Costa adelante, estan otros, que se llaman Guaycones; i enfrente de estos, dentro en la Tierra-firme, los Yguaces. Cabo de estos estan otros, que se llaman Atayos; i detras de estos, otros Acubadaos, i de estos ai muchos por esta vereda adelante. En la Costa viven otros, llamados Quitoles; i enfrente de estos, dentro en la Tierra-firme, los Avavares. Con estos se juntan los Maliacones, i otros Cutalchiches, i otros, que se llaman Susolas, i otros, que se llaman Comos; i adelante, en la Costa, estan los Camoles; i en la misma Costa adelante otros, a quien nosotros llamamos los de los Higos. Todas estas Gentes tienen Habitaciones, i Pueblos, i Lenguas diversas. Entre estos ai vna Lengua, en que llaman a los Hombres, por mira aca, arre aca, a los Perros xo: en toda la Tierra se emborrachan con vn humo, i dan quanto tienen por el. Beben tambien otra cosa, que sacan de las hojas de los Arboles, como de Encina, i tuestanla en vnos botes al fuego, i despues que la tienen tostada, hinchen el bote de Agua, i asi lo tienen sobre el fuego, i quando ha hervido dos veces, echanlo en vna Vasija, i estan enfriandola con media Calabaca; i quando esta con mucha espuma, bebenla tan caliente, quanto pueden sufrir; i desde que la sacan del Bote, hasta que la beben, estan dando voces, diciendo: Que quien quiere beber. Y quando las Mugeres oyen estas voces, luego se paran sin osarse mudar; i aunque esten mucho cargadas, no osan hacer otra cosa: i si acaso alguna de ellas se mueve, la deshonran, i la dan de palos, i con mui gran enojo derraman el Agua que tienen para beber, i la que han bebido la tornan a lancar, lo qual ellos hacen mui ligeramente, i sin pena alguna. La racon de la costumbre dan ellos, i dicen: Que si quando ellos quieren beber aquella Agua, las Mugeres se mueven de donde les toma la voz, que en aquella Agua se les mete en el cuerpo vna cosa mala, i que dende a poco les hace morir; i todo el tiempo que el Agua esta cociendo, ha de estar el Bote atapado; i si acaso esta desatapado, i alguna Muger pasa, lo derraman, i no beben mas de aquella Agua: es amarilla, i estan bebiendola tres dias, sin comer, i cada dia bebe cada vno arroba i media de ella; i quando las Mugeres estan con su costumbre, no buscan de comer mas de para si solas, porque ninguna otra persona come de lo que ellas traen. En el tiempo que asi estaba, entre estos vi vna diablura, i es, que vi vn Hombre casado con otro, i estos son vnos Hombres amarionados impotentes, i andan tapados como Mugeres, i hacen oficio de Mugeres, i tiran Arco, i llevan mui gran carga, i entre estos vimos muchos de ellos, asi amarionados como digo, i son mas membrudos que los otros Hombres, i mas altos: sufren mui grandes cargas.

    CAPITULO XXVII. De como nos mudamos, i fuimos bien rescibidos.

    Despues que nos partimos de los que dexamos llorando, fuimonos con los otros a sus Casas, i de los que en ellas estaban fuimos bien rescebidos, i truxeron sus Hijos para que les tocasemos las manos, i dabannos mucha Harina de Mezquiquez. Este Mezquiquez es vna Fruta, que quando esta en el Arbol es mui amarga, i es de la manera de Algarrovas, i comese con Tierra, i con ella esta dulce, i bueno de comer. La manera que tienen con ella es esta: que hacen vn hoio en el suelo, de la hondura que cada vno quiere; i despues de echada la Fruta en este hoio, con vn palo tan gordo como la pierna, i de braca i media en largo, la muelen hasta mui molida; i demas que se le pega de la Tierra del hoio, traen otros punos, i echanla en el hoio, i tornan otro rato a moler, i despues echanla en vna Vasija, de manera de vna Espuerta, i echanle tanta Agua, que basta a cubrirla, de suerte que quede Agua por cima, i el que la ha molido pruebala, i si le paresce que no esta dulce, pide Tierra, i rebuelvela con ella, i esto hace hasta que la halla dulce, i asientanse todos al rededor, i cada vno mete la mano, i saca lo que puede, i las Pepitas de ella tornan a echar sobre vnos Cueros, i las Cascaras; i el que lo ha molido las coge, i las torna a echar en aquella Espuerta, i echa Agua como de primero, i tornan a espremir el Cumo, i Agua que de ello sale, i las Pepitas, i Cascaras tornan a poner en el Cuero, i de esta manera hacen tres, o quatro veces cada moledura: i los que en este Banquete, que para ellos es mui grande, se hallan, quedan las Barrigas mui grandes de la Tierra, i Agua que han bebido, i de esto nos hicieron los Indios mui gran Fiesta, i hovo entre ellos mui grandes Bailes, i Areitos, en tanto que alli estuvimos. Y quando de noche durmiamos a la puerta del Rancho donde estabamos, nos velaban a cada vno de nosotros seis Hombres, con gran cuidado, sin que nadie nos osase entrar dentro, hasta que el Sol era salido. Quando nosotros nos quisimos partir de ellos, llegaron alli vnas Mugeres de otros, que vivian adelante: i informados de ellas donde estaban aquellas Casas, nos partimos para alla, aunque ellos nos rogaron mucho, que por aquel dia nos detuviesemos, porque las Casas adonde ibamos estaban lexos, i no havia camino para ellas, i que aquellas Mugeres venian cansadas, i descansando, otro dia se irian con nosotros, i nos guiarian, i ansi nos despedimos; i dende a poco las Mugeres que havian venido, con otras del mismo Pueblo, se fueron tras nosotros: mas como por la Tierra no havia caminos, luego nos perdimos, i ansi anduvimos quatro leguas, i al cabo de ellas llegamos a beber a vn Agua adonde hallamos las Mugeres que nos seguian, i nos dixeron el trabajo que havian pasado por alcancarnos. Partimos de alli llevandolas por Guia, i pasamos vn Rio, quando ia vino la tarde, que nos daba el Agua a los pechos: seria tan ancho como el de Sevilla, i corria mui mucho, i a puesta del Sol llegamos a cien Casas de Indios; i antes que llegasemos, salio toda la Gente que en ellas havia a rescebirnos, con tanta grita, que era espanto, i dando en los muslos grandes palmadas: traian las Calabacas horadadas, con Piedras dentro, que es la cosa de maior fiesta, i no las sacan sino a bailar, o para curar, ni las osa nadie tomar sino ellos; i dicen, que aquellas Calabacas tiene virtud, i que vienen del Cielo, porque por aquella Tierra no las ai, ni saben donde las aia, sino que las traen los Rios, quando vienen de avenida. Era tanto el miedo, i tubacion que estos tenian, que por llegar mas presto los vnos que los otros a tocarnos, nos apretaron tanto, que por poco nos hovieran de matar; i sin dexarnos poner los pies en el suelo nos llevaron a sus Casas, i tanto cargaban sobre nosotros, i de tal manera nos apretaban, que nos metimos en las Casas, que nos tenian hechas, i nosotros no consentimos en ninguna manera que aquella noche hiciesen mas Fiesta con nosotros. Toda aquella noche pasaron entre si en Areitos, i Bailes: i otra dia de manana nos traxeron toda la Gente de aquel Pueblo, para que los tocasemos, i santiguasemos, como haviamos hecho a los otros con quien haviamos estado. Y despues de esto hecho, dieron muchas Flechas a las Mugeres del otro Pueblo, que havian venido con las suias. Otro dia partimos de alli, i toda la Gente del Pueblo fue con nosotros; i como llegamos a otros Indios, fuimos bien rescebidos, como de los pasados, i ansi nos dieron de lo que tenian, i los Venados que aquel dia havian muerto; i entre estos vimos vna nueva costumbre, i es, que los que venian a curarse, los que con nosotros estaban les tomaban el Arco, i las Flechas, i Capatos, i Cuentas, si las traian, i despues de haverlas tomado, nos las traian delante de nosotros para que los curasemos; i curados se iban mui contentos, diciendo, que estaban sanos. Asi nos partimos de aquellos, i nos fuimos a otros, de quien fuimos mui bien rescebidos, i nos traxeron sus enfermos, que santiguandolos decian, que estaban sanos, i el que no sanaba, creia que podiamos sanarle; i con lo que los otros que curabamos les decian, hacian tantas Alegrias, i Bailes, que no nos dexaban dormir.

    CAPITULO XXVIII. De otra nueva costumbre.

    Partidos de estos, fuimos a otras muchas Casas, i desde aqui comenco otra nueva costumbre, i es, que rescibiendonos mui bien, que los que iban con nosotros los comencaron a hacer tanto mal, que les tomaban las haciendas, i les saqueaban las Casas, sin que otra cosa ninguna les dexasen: de esto nos peso mucho, por ver el mal tratamiento que a aquellos, que tan bien nos rescebian, se hacia; i tambien porque temiamos, que aquello seria, o causaria alguna alteracion, i escandalo entre ellos; mas como no eramos parte para remediarlo, ni para osar castigar los que esto hacian, hovimos por entonces de sufrir, hasta que mas autoridad entre ellos tuviesemos; i tambien los Indios mismos, que perdian la hacienda, conosciendo nuestra tristeca, nos consolaron, diciendo, que de aquello no rescibiesemos pena, que ellos estaban tan contentos de havernos visto, que daban por bien empleadas sus haciendas; i que adelante serian pagados de otros que estaban mui ricos. Por todo este camino teniamos mui gran trabajo, por la mucha Gente que nos seguia; i no podiamos huir de ella, aunque lo procurabamos, porque era mui grande la priesa que tenian por llegar a tocarnos; i era tanta la importunidad de ellos sobre esto, que pasaban tres horas que no podiamos acabar con ellos que nos dexasen. Otro dia nos traxeron toda la Gente del Pueblo, i la maior parte de ellos sin Tuertos de Nubes, i otros de ellos son Ciegos de ellas mismas, de que estabamos espantados. Son mui bien dispuestos, i de mui buenos gestos, mas blancos que otros ningunos de quantos hasta alli haviamos visto. Aqui empecamos a ver Sierras, i parescia que venian seguidas de acia el Mar del Norte; i asi, por la relacion que los Indios de esto nos dieron, creemos, que estan quince leguas de la Mar. De aqui nos partimos con estos Indios acia estas Sierras que decimos, i llevaronnos por donde estaban vnos parientes suios, porque ellos no nos querian llevar sino por do habitaban sus Parientes, i no querian que sus enemigos alcancasen tanto bien, como les parescia, que era vernos. Y quando fuimos llegados los que con nosotros iban, saquearon a los otros; i como sabian la costumbre, primero que llegasemos, escondieron algunas cosas; i despues que nos hovieron rescebido con mucha fiesta, i alegria sacaron lo que havian escondido, i vinieronnoslo a presentar, i esto era Cuentas, i Almagra, i algunas Taleguillas de Plata. Nosotros, segun la costumbre, dimoslo luego a los Indios, que con nos venian; i quando nos lo hovieron dado, comencaron sus Bailes, i Fiestas, i embiaron a llamar otros de otro Pueblo, que estaba cerca de alli, para que nos viniesen a ver, i a la tarde vinieron todos, i nos traxeron Cuentas, i Arcos, i otras cosillas, que tambien repartimos; i otro dia, queriendonos partir, toda la Gente nos queria llevar a otros Amigos suios, que estaban a la punta de las Sierras, i decian, que alli havia muchas Casas, i Gente, i que nos darian muchas cosas, mas por ser fuera de nuestro camino no quesimos ir a ellos, i tomamos por lo llano, cerca de las Sierras, las quales creiamos que no estaban lexos de la Costa. Toda la Gente de ella es muy mala, i teniamos por mejor de atravesar la Tierra, porque la Gente que esta mas metida adentro, es mas bien acondicionada, i tratabannos mejor, i teniamos por cierto, que hallariamos la Tierra mas poblada, i de mejores mantenimientos. Lo vltimo haciamos esto, porque atravesando la Tierra, viamos muchas particularidades de ella; porque si Dios Nuestro Senor fuese servido de sacar alguno de nosotros, i traerlo a Tierra de Christianos, pudiese dar nuevas, i relacion de ella. Y como los Indios vieron, que estabamos determinados de no ir por donde ellos nos encaminaban, dixeronnos, que por donde nos queriamos ir, no havia Gente, ni Tunas, ni otra cosa alguna que comer: i rogaronnos que estuviesemos alli aquel dia, i ansi lo hicimos. Luego ellos embiaron dos Indios para que buscasen Gente por aquel camino que queriamos ir: i otro dia nos partimos, llevando con nosotros muchos de ellos, i las Mugeres iban cargadas de Agua, i era tan grande entre ellos nuestra autoridad, que ninguno osaba beber sin nuestra licencia. Dos leguas de alli topamos los Indios que havian ido a buscar la Gente, i dixeron, que no la hallaban, de lo que los Indios mostraron pesar, i tornaronnos a rogar que nos fuesemos por la Sierra. No lo quisimos hacer, i ellos como vieron nuestra voluntad, aunque con mucha tristeca, se despidieron de nosotros, i se bolvieron el Rio abaxo a sus Casas, i nosotros caminamos por el Rio arriba, i desde a vn poco topamos dos Mugeres cargadas, que como nos vieron, pararon, i descargaronse, i traxeron nos de lo que llevaban, que era Harina de Maiz, i nos dixeron, que adelante en aquel Rio hallariamos Casas, i muchas Tunas, i de aquella Harina, i ansi nos despedimos de ellas, porque iban a los otros, donde haviamos partido, i anduvimos hasta puesta del Sol, i llegamos a vn Pueblo de hasta veinte Casas, adonde nos rescibieron llorando, i con grande tristeca, porque sabian ia, que adonde quiera que llegabamos eran todos saqueados, i robados de los que nos acompanaban, i como nos vieron solos, perdieron el miedo, i dieronnos Tunas, i no otra cosa ninguna. Estuvimos alli aquella noche, i al Alva los Indios que nos havian dexado el dia pasado, dieron en sus Casas; i como los tomaron descuidados, i seguros, tomaronles quanto tenian, sin que tuviesen lugar donde asconder ninguna cosa, de que ellos lloraron mucho: i los robadores para consolarles los decian, que eramos Hijos del Sol, i que teniamos poder para sanar los enfermos, i para matarlos, i otras mentiras, aun maiores que estas, como ellos las saben mejor hacer quando sienten que les conviene: i dixeronles, que nos llevasen con mucho acatamiento, i tuviesen cuidado de no enojarnos en ninguna cosa, i que nos diesen todo quanto tenian, i procurasen de llevarnos donde havia mucha Gente, i que donde llegasemos robasen ellos, i saqueasen lo que los otros tenian, porque asi era costumbre.

    CAPITULO XXIX. De como se robaban los unos a los otros.

    Despues de haverlos informado, i senalado bien lo que havian de hacer, se bolvieron, i nos dexaron con aquellos; los quales teniendo en la memoria lo que los otros les havian dicho, nos comencaron a tratar con aquel mismo temor, i reverencia que los otros, i fuimos con ellos tres jornadas, i llevaronnos adonde havia mucha Gente; i antes que llegasemos a ellos avisaron como ibamos, i dixeron de nosotros todo lo que los otros les havian ensenado, i anadieron mucho mas, porque toda esta Gente de Indios, son grandes amigos de Novelas, i mui mentirosos, maiormente donde pretenden algun interese. Y quando llegamos cerca de las Casas, salio toda la Gente a rescebirnos con mucho placer, i fiesta: i entre otras cosas, dos Fisicos de ellos nos dieron dos Calabacas, i de aqui comencamos a llevar Calabacas con nosotros, i anadimos a nuestra autoridad esta cerimonia, que para con ellos es mui grande. Los que nos havian acompanado saquearon las Casas, mas como eran muchas, i ellos pocos, no pudieron llevar todo quanto tomaron, i mas de la mitad dexaron perdido; i de aqui por la Halda de la Sierra nos fuimos metiendo por la Tierra adentro mas de cinquenta leguas, i al cabo de ellas hallamos quarenta Casas, i entre otras cosas que nos dieron, hovo Andres Dorantes vn Cascavel gordo, grande, de Cobre, i en el figurado vn rostro, i esto mostraban ellos, que lo tenian en mucho, i les dixeron, que lo havian havido de otros sus Vecinos: i preguntandoles, que donde havian havido aquello? dixeronles, que lo havian traido de acia el Norte, i que alli havia mucho, i era tenido en grande estima; i entendimos, que do quiera que aquello havia venido, havia fundicion, i se labraba de Vaciado, i con esto nos partimos otro dia, i atravesamos vna Sierra de siete Leguas, i las Piedras de ella eran de Escorias de Hierro; i a la noche llegamos a muchas Casas, que estaban asentadas a la Ribera de vn mui hermoso Rio, i los Senores de ellas salieron a medio camino a rescebirnos con sus Hijos acuestas, i nos dieron muchas Taleguillas de Margagita, i de Alcohol molido, con esto se vntan ellos la cara, i dieron muchas Cuentas, i muchas Mantas de Vacas, i cargaron a todos los que venian con nosotros de todo quanto ellos tenian. Comian Tunas, i Pinones: ai por aquella Tierra Pinos chicos, i las Pinas de ellas son como Huevos pequenos, mas los Pinones son mejores que los de Castilla, porque tienen las cascaras mui delgadas; i quando estan verdes, muelenlos, i hacenlos Pellas, i ansi los comen; i si estan secos, los muelen con cascaras, i los comen hechos polvos. Y los que por alli nos rescebian, desque nos havian tocado, bolvian corriendo hasta sus Casas, i luego daban buelta a nosotros, i no cesaban de correr, iendo, i viniendo. De esta manera traiannos muchas cosas para el camino. Aqui me traxeron vn Hombre, i me dixeron, que havia mucho tiempo que le havian herido con vna Flecha por el espalda derecha, i tenia la punta de la Flecha sobre el coracon, decia que le daba mucha pena, i que por aquella causa siempre estaba enfermo. Yo le toque, i senti la punta de la Flecha, i vi, que la tenia atravesada por la ternilla, i con vn Cuchillo que tenia le abri el pecho hasta aquel lugar, i vi que tenia la punta atravesada, i estaba mui mala de sacar; torne a cortar mas, i meti la punta del Cuchillo, i con gran trabajo en fin la saque. Era mui larga, i con vn Hueso de Venado, vsando de mi Oficio de Medicina, le di dos puntos; i dados, se me desangraba, i con raspa de vn Cuero le estanque la sangre; i quando huve sacado la punta, pidieronmela, i Yo se la di, i el Pueblo todo vino a verla, i la embiaron por la Tierra adentro, para que la viesen los que alla estaban, i por esto hicieron muchos Bailes, i Fiestas, como ellos suelen hacer; i otro dia le corte los dos puntos al Indio, i estaba sano; i no parescia la herida que le havia hecho sino como vna raia de la palma de la mano, i dixo, que no sentia dolor, ni pena alguna: i esta cura nos dio entre ellos tanto credito por toda la Tierra, quanto ellos podian, i sabian estimar, i encarescer. Mostramosles aquel Cascavel que traiamos, i dixeronnos, que en aquel Lugar de donde aquel havia venido, havia muchas Planchas de aquello enterradas, i que aquello era cosa que ellos tenian en mucho; i havia Casas de asiento, i esto creemos nosotros que es la Mar del Sur, que siempre tuvimos noticia, que aquella Mar es mas rica que la del Norte. De estos nos partimos, i anduvimos por tantas suertes de Gentes, i de tan diversas Lenguas, que no basta memoria a poderlas contar, i siempre saqueaban los vnos a los otros; i asi los que perdian, como los que ganaban, quedaban mui contentos. Llevabamos tanta compania, que en ninguna manera podiamos valernos con ellos. Por aquellos Valles donde ibamos, cada vno de ellos llevaba vn Garrote, tan largo como tres palmos, i todos iban en ala; i en saltando alguna Liebre (que por alli havia hartas) cercabanla luego, i caian tantos Garrotes sobre ella, que era cosa de maravilla, i de esta manera la hacian andar de vnos para otros, que a mi ver era la mas hermosa caca que se podia pensar, porque muchas veces ellas se venian hasta las manos; i quando a la noche parabamos, eran tantas las que nos havian dado, que traia cada vno de nosotros ocho, o diez cargas de ellas; i los que traian Arcos no parescian delante de nosotros, antes se apartaban por la Sierra a buscar Venados; i a la noche quando venian, traian para cada vno de nosotros cinco, o seis Venados, i Paxaros, i Codornices, i otras cacas: finalmente, todo quanto aquella Gente hallaban, i mataban, nos lo ponian delante, fin que ellos osasen tomar ninguna cosa, aunque muriesen de hambre, que asi lo tenian ia por costumbre, despues que andaban con nosotros, i sin que primero lo santiguasemos; i las Mugeres traian muchas Esteras, de que ellos nos hacian Casas, para cada vno la suia a parte, i con toda su Gente conoscida: i quando esto era hecho, mandabamos que asasen aquellos Venados, i Liebres, i todo lo que havian tomado; i esto tambien se hacia mui presto en vnos Hornos, que para esto ellos hacian; i de todo ello nosotros tomabamos vn poco, i lo otro dabamos al Principal de la Gente, que con nosotros venia, mandandole, que lo repattiese entre todos. Cada vno con la parte que le cabia, venian a nosotros para que la soplasemos, i santiguasemos, que de otra manera no osaran comer de ella; i muchas veces traiamos con nosotros tres, o quatro mil personas. Y era tan grande nuestro trabajo, que a cada vno haviamos de soplar, i santiguar lo que havian de comer, i beber, i para otras muchas cosas que querian hacer, nos venian a pedir licencia, de que se puede ver, que tanta importunidad rescebiamos. Las Mugeres nos traian las Tunas, i Aranas, i Gusanos, i lo que podian haver, porque aunque se muriesen de hambre, ninguna cosa havian de comer, sin que nosotros la diesemos. E iendo con estos, pasamos vn gran Rio, que venia del Norte: i pasados vnos Llanos de treinta leguas, hallamos mucha Gente, que de lexos de alli venia a rescebirnos, i salian al Camino por donde haviamos de ir, i nos rescibieron de la manera de los pasados.

    CAPITULO XXX. De como se mudo la costumbre de rescebirnos.

    Desde aqui hovo otra manera de rescebirnos, en quanto toca al saquearse; porque los que salian de los Caminos a traernos alguna cosa a los que con nosotros venian, no los robaban; mas despues de entrados en sus Casas, ellos mismos nos ofrescian quanto tenian, i las Casas con ello; nosotros las dabamos a los Principales, para que entre ellos las partiesen, i siempre los que quedaban despojados nos seguian, de donde crescia mucha Gente para satisfacerse de su perdida: i decianles, que se guardasen, i no escondiesen cosa alguna de quantas tenian, porque no podia ser sin que nosotros lo supiesemos, i hariamos luego, que todos muriesen, porque el Sol nos lo decia. Tan grandes eran los temores que les ponian, que los primeros dias que con nosotros estaban, nunca estaban sino temblando, i sin osar hablar, ni alcar los ojos al Cielo. Estos nos guiaron por mas de cinquenta leguas de despoblado, de mui asperas Sierras, i por ser tan secas no havia caca en ellas, i por esto pasamos mucha hambre, i al cabo vn Rio mui grande, que el Agua nos daba hasta los pechos: i desde aqui nos comenco mucha de la Gente que traiamos a adolescer, de la mucha hambre, i trabajo, que por aquellas Sierras havian pasado, que por extremo eran agras, i trabajosas. Estos mismos nos llevaron a vnos Llanos, al cabo de las Sierras, donde venian a rescebirnos de mui lexos de alli, i nos rescibieron como los pasados; i dieron tanta hacienda a los que con nosotros venian, que por no poderla llevar, dexaron la mitad; i diximos a los Indios que lo havian dado, que lo tornasen a tomar, i lo llevasen, porque no quedase alli perdido: i respondieron, que en ninguna manera lo harian, porque no era su costumbre, despues de haver vna vez ofrescido, tornarlo a tomar; i asi, no lo teniendo en nada, lo dexaron todo perder. A estos diximos, que queriamos ir a la puesta del Sol, i ellos respondieronnos, que por alli estaba la Gente mui lexos; i nosotros les mandabamos, que embiasen a hacerles saber, como nosotros ibamos alla, i de esto se escusaron lo mejor que ellos podian, porque ellos eran sus enemigos, i no querian que fuesemos a ellos, mas no osaron hacer otra cosa; i asi embiaron dos Mugeres, vna suia, i otra que ellos tenian captiva; i embiaron estas, porque las Mugeres pueden contratar, aunque aia Guerra, i nosotros las seguimos, i paramos en vn Lugar, donde estaba concertado que las esperasemos, mas ellas tardaron cinco Dias: i los Indios decian, que no debian de hallar Gente. Diximosles, que nos llevasen acia el Norte: respondieron de la misma manera, diciendo, que por alli no havia Gente, sino mui lexos, i que no havia que comer, ni se hallaba Agua; i con todo esto nosotros porfiamos, i diximos, que por alli queriamos ir, i ellos todavia se escusaban de la mejor manera que podian, i por esto nos enojamos, i Yo me sali vna noche a dormir en el Campo, apartado de ellos; mas luego fueron donde Yo estaba, i toda la noche estuvieron sin dormir, i con mucho miedo, i hablandome, i diciendome quan atemoricados estaban, rogandonos, que no estuviesemos mas enojados; i que aunque ellos supiesen morir en el camino, nos llevarian por donde nosotros quisiesemos ir, i como nosotros todavia fingiamos estar enojados; i porque su miedo no se quitase, suscedio vna cosa estrana, i fue, que este dia mesmo adolescieron muchos de ellos; i otro dia siguiente murieron ocho Hombres. Por toda la Tierra, donde esto se supo, hovieron tanto miedo de nosotros, que parescia en vernos, que de temor havian de morir. Rogaronnos, que no estuviesemos enojados, ni quisiesemos que mas de ellos muriesen; i tenian por mui cierto, que nosotros los matabamos con solamente quererlo: i a la verdad, nosotros rescebiamos tanta pena de esto, que no podia ser maior; porque allende de ver los que morian, temiamos, que no muriesen todos, o nos dexasen solos de miedo, i todas las otras Gentes de al adelante hiciesen lo mismo, viendo lo que a estos havia acontecido. Rogamos a Dios Nuestro Senor, que lo remediase, i ansi comencaron a sanar todos aquellos que havian enfermado; i vimos vna cosa, que fue de grande admiracion, que los Padres, i Hermanos, i Mugeres de los que murieron, de verlos en aquel estado tenian gran pena; i despues de muertos, ningun sentimiento hicieron, ni los vimos llorar, ni hablar vnos con otros, ni hacer otra ninguna muestra, ni osaban llegar a ellos, hasta que nosotros los mandabamos llevar a enterrar; i mas de quince dias, que con aquellos estuvimos, a ninguno vimos hablar vno con otro, ni los vimos reir, ni llorar a ninguna criatura; antes porque vna lloro, la llevaron mui lexos de alli, i con vnos dientes de Raton agudos la sajaron desde los hombros, hasta casi todas las piernas. E Yo viendo esta crueldad, i enojado de ello les pregunte, que por que lo hacian? i respondieron, que para castigarla, porque havia llorado delante de mi. Todos estos temores que ellos tenian, ponian a todos los otros, que nuevamente venian a conoscernos, a fin que nos diesen todo quanto tenian, porque sabian, que nosotros no tomabamos nada, i lo haviamos de dar todo a ellos. Esta fue la mas obediente Gente que hallamos por esta Tierra, i de mejor condicion; i comunmente son mui dispuestos. Convalescidos los dolientes, i ia que havia tres dias que estabamos alli, llegaron las Mugeres que haviamos embiado, diciendo, que havian hallado mui poca Gente, i que todos havian ido a las Vacas, que era en tiempo de ellas; i mandamos a los que havian estado enfermos, que se quedasen, i los que estuviesen buenos fuesen con nosotros, i que dos jornadas de alli, aquellas mismas dos Mugeres irian con dos de nosotros a sacar Gente, i traerla al camino, para que nos rescibiesen, i con esto otro dia de manana, todos los que mas recios estaban, partieron con nosotros, i a tres jornadas paramos, i el siguiente dia partio Alonso del Castillo con Estevanico el Negro, llevando por Guia las dos Mugeres; i la que de ellas era Captiva, los llevo a vn Rio, que corria entre vnas Sierras, donde estaba vn Pueblo, en que su Padre vivia, i estas fueron las primeras Casas que vimos que tuviesen parescer, i manera de ello. Aqui llegaron Castillo, i Estevanico; i despues de haver hablado con los Indios, a cabo de tres dias vino Castillo adonde nos havia dexado, i traxo cinco, o seis de aquellos Indios, i dixo como havia hallado Casas de Gente, i de asiento, i que aquella Gente comia Frisoles, i Calabacas, i que havia visto Maiz. Esta fue la cosa del Mundo que mas nos alegro, i por ello dimos infinitas gracias a Nuestro Senor, i dixo, que el Negro vernia con toda la Gente de las Casas a esperar al camino, cerca de alli; i por esta causa partimos, i andada legua i media topamos con el Negro, i la Gente que venian a rescebirnos, i nos dieron Frisoles, i muchas Calabacas para comer, i para traer Agua, i Mantas de Vacas, i otras cosas. Y como estas Gentes, i las que con nosotros venian, eran enemigos, i no se entendian, partimonos de los primeros, dandoles lo que nos havian dado, i fuimonos con estos, i a seis leguas de alli, ia que venia la noche, llegamos a sus Casas, donde hicieron muchas Fiestas con nosotros. Aqui estuvimos vn dia, i el siguiente nos partimos, i llevamoslos con nosotros a otras Casas de asiento, donde comian lo mismo que ellos; i de ai adelante hovo otro nuevo vio, que los que sabian de nuestra vida, no salian a rescebirnos a los caminos, como los otros hacian, antes los hallabamos en sus Casas, i tenian hechas otras para nosotros; i estaban todos asentados, i todos tenian bueltas las caras acia la pared, i las cabecas baxas, i los cabellos puestos delante de los ojos, i su hacienda puesta en monton en medio de la Casa; i de aqui adelante comencaron a darnos muchas Mantas de Cueros, i no tenian cosa que no nos diesen. Es la Gente de mejores cuerpos que vimos, i de maior viveca, i habilidad, i que mejor nos entendian, i respondian en lo que preguntabamos; i llamamos los de las Vacas, porque la maior parte que de ellas mueren, es cerca de alli: i por aquel Rio arriba mas de cinquenta leguas van matando muchas de ellas. Esta Gente andan del todo desnudos, a la manera de los primeros que hallamos. Las Mugeres andan cubiertas con vnos Cueros de Venado, i algunos pocos de Hombres, senaladamente los que son viejos, que no sirven para la Guerra. Es Tierra mui poblada. Preguntamosles, como no sembraban Maiz? respondieronnos, que lo hacian por no perder lo que sembrasen; porque dos Anos arreo les havian faltado las Aguas, i havia sido el tiempo tan seco, que a todos les havian perdido los Maices los Topos; i que no osarian tornar a sembrar, sin que primero hoviese llovido mucho: i rogabannos que dixesemos al Cielo que lloviese, i se lo rogasemos, i nosotros se lo prometimos de hacerlo ansi. Tambien nosotros quesimos saber de donde havian traido aquel Maiz, i ellos nos dixeron, que de donde el Sol se ponia, i que lo havia por toda aquella Tierra, mas que lo mas cerca de alli era por aquel camino. Preguntamosles, por donde iriamos bien? i que nos informasen del camino, porque no querian ir alla. Dixeronnos, que el camino era por aquel Rio arriba acia el Norte, i que en diez i siete jornadas no hallariamos otra cosa ninguna que comer, sino vna Fruta, que llaman Chacan, i que la machucan entre vnas Piedras; si aun despues de hecha esta diligencia, no se puede comer de aspera, i seca, i asi era la verdad, porque alli nos lo mostraron, i no lo podimos comer; i dixeronnos tambien, que entretanto que nosotros fuesemos por el Rio arriba, iriamos siempre por Gente, que eran sus enemigos, i hablaban su misma Lengua, i que no tenian que darnos cosa a comer, mas que nos rescibirian de mui buena voluntad, i que nos darian muchas Mantas de Algodon, i Cueros, i otras cosas de las que ellos tenian, mas que todavia les parescia que en ninguna manera no debiamos tomar aquel camino. Dudando lo que hariamos, i qual camino tomariamos, que mas a nuestro proposito, i provecho fuese, nosotros nos detuvimos con ellos dos dias. Dabannos a comer Frisoles, i Calabacas; la manera de cocerlas es tan nueva, que por ser tal, Yo la quise aqui poner, para que se vea, i se conozca quan diversos, i estranos son los ingenios, i industrias de los Hombres humanos. Ellos no alcancan Ollas; i para cocer lo que ellos quieren comer, hinchen media Calabaca grande de Agua, i en el fuego echan muchas Piedras, de las que mas facilmente ellos pueden encender, i toman el fuego; i quando ven que estan ardiendo, tomanlas con vnas Tenacas de Palo, i echanlas en aquella Agua que esta en la Calabaca, hasta que la hacen hervir con el fuego que las Piedras llevan; i quando ven que el Agua hierve, echan en ella lo que han de cocer, i en todo este tiempo no hacen sino sacar vnas Piedras, i echar otras ardiendo, para que el Agua hierva, para cocer lo que quieren, i asi lo cuecen.

    CAPITULO XXXI. De como seguimos el camino del Maiz.

    Pasados dos dias, que alli estuvimos, determinamos de ir a buscar el Maiz, i no quesimos seguir el camino de las Vacas, porque es acia el Norte, i esto era para nosotros mui gran rodeo; porque siempre tuvimos por cierto, que iendo la puesta del Sol, haviamos de hallar lo que deseabamos, i ansi seguimos nuestro camino, i atravesamos toda la Tierra, hasta salir a la Mar del Sur; i no basto a estorvarnos esto el temor que nos ponian de la mucha hambre que haviamos de pasar (como a la verdad la pasamos) por todas las diez i siete jornadas, que nos havian dicho. Por todas ellas el Rio arriba nos dieron muchas Mantas de Vacas, i no comimos de aquella su Fruta, mas nuestro mantenimiento era cada dia tanto, como vna mano de Vnto de Venado, que para estas necesidades procurabamos siempre de guardar, i ansi pasamos todas las diez i siete jornadas, i al cabo de ellas travesamos el Rio, i caminamos otras diez i siete. A la puesta del Sol, por vnos llanos, i entre vnas Sierras mui grandes, que alli se hacen, alli hallamos vna Gente, que la tercera parte del Ano no comen sino vnos Polvos de Paja; i por ser aquel tiempo, quando nosotros por alli caminamos, hovimoslo tambien de comer, hasta que acabadas estas jornadas, hallamos Casas de asiento adonde havia mucho Maiz allegado, i de ello, i de su Harina nos dieron mucha cantidad, i de Calabacas, i Frisoles, i Mantas de Algodon, i de todo cargamos a los que alli nos havian traido, i con esto se bolvieron los mas contentos del Mundo. Nosotros dimos muchas gracias a Dios Nuestro Senor por havernos traido alli, adonde haviamos hallado tanto mantenimiento. Entre estas Casas havia algunas de ellas, que eran de Tierra, i las otras todas son de Estera de Canas; i de aqui pasamos mas de cien leguas de Tierra, i siempre hallamos Casas de asiento, i mucho mantenimiento de Maiz, i Frisoles, i dabannos muchos Venados, i muchas Mantas de Algodon, mejores que las de la Nueva-Espana. Dabannos tambien muchas Cuentas, i de vnos Corales que ai en la Mar del Sur, muchas Turquesa; mui buenas que tiene de acia el Nortes i finalmente dieron aqui todo quanto tenian, i a mi me dieron cinco Esmeraldas hechas puntas de Flechas, i con estas Flechas hacen ellos sus Areitos, i Bailes; i paresciendome a mi que eran mui buenas, les pregunte, que donde las havian havido? i dixeron, que las traian de vnas Sierras mui altas, que estan acia el Norte, i las compraban a trueco de Penachos, i Plumas de Papagaios; i decian, que havia alli Pueblos de mucha Gente, i Casas mui grandes. Entre estos vimos las Mugeres mas honestamente tratadas que a ninguna parte de Indias que hoviesemos visto. Traen vnas Camisas de Algodon, que llegan hasta las rodillas, i vnas Medias-mangas encima de ellas, de vnas faldillas de Cuero de Venado, sin pelo, que tocan en el suelo, i enjabonanlas con vnas Raices, que alimpian mucho, i ansi las tienen mui bien tratadas; son abiertas por delante, i cerradas con vnas Correas; andan calcados con Capatos. Toda esta Gente venia a nosotros a que les tocasemos, i santiguasemos; i eran en esto tan importunos, que con gran trabajo lo sufriamos, porque dolientes, i sanos, todos querian ir santiguados. Acontecia muchas veces, que de las Mugeres que con nosotros iban, parian algunas, i luego en nasciendo nos traian la criatura a que la santiguasemos, i tocasemos. Acompanabannos siempre, hasta dexarnos entregados a otros; i entre todas estas Gentes se tenia por mui cierto, que veniamos del Cielo. Entretanto que con estos anduvimos, caminamos todo el dia sin comer hasta la noche; i comiamos tan poco, que ellos se espantaban de verlo. Nunca nos sintieron cansancio; i a la verdad nosotros estabamos tan hechos al trabajo, que tampoco lo sentiamos. Teniamos con ellos mucha autoridad, i gravedad, i para conservar esto les hablabamos pocas veces. El Negro les hablaba siempre: se informaba de los caminos que queriamos ir, i los Pueblos que havia, i de las cosas que queriamos saber. Pasamos por gran numero, i diversidades de Lenguas, con todas ellas Dios Nuestro Senor nos favorescio, porque siempre nos entendieron, i les entendimos, i ansi preguntabamos, i respondian por senas, como si ellos hablaran nuestra Lengua, i nosotros la suia; porque aunque sabiamos seis Lenguas, no nos podiamos en todas partes aprovechar de ellas, porque hallamos mas de mil diferencias. Por todas estas Tierras, los que tenian Guerras con los otros, se hacian luego amigos para venirnos a rescebir, i traernos todo quando tenian, i de esta manera dexamos toda la Tierra en paz, i diximosles por las senas que nos entendian, que en el Cielo havia vn Hombre que llamabamos Dios, el qual havia criado el Cielo, i la Tierra, i que este adorabamos nosotros, i teniamos por Senor, i que haciamos lo que nos mandaba, i que de su mano venian todas las cosas buenas, i que si ansi ellos lo hiciesen, les iria mui bien de ello; i tan grande aparejo hallamos en ellos, que si Lengua hoviera con que perfectamente nos entendieramos, todos los dexaramos Christianos. Esto les dimos a entender lo mejor que podimos; i de ai adelante, quando el Sol salia, con mui gran grita abrian las manos juntas al Cielo, i despues las traian por todo su cuerpo; i otro tanto hacian quando se ponia. Es Gente bien acondicionada, i aprovechada para seguir qualquiera cosa bien aparejada.

    CAPITULO XXXII. De como nos dieron los coracones de los venados.

    En el Pueblo donde nos dieron las Esmeraldas, dieron a Dorantes mas de seiscientos coracones de Venado abiertos, de que ellos tienen siempre mucha abundancia para su mantenimiento, i por esto le pusimos nombre, el Pueblo de los Coracones, i por el es la entrada para muchas Provincias, que estan a la Mar del Sur; i si los que la fueren a buscar, por aqui no entraren, se perderan; porque la Costa no tiene Maiz, i comen Polvo de Bledo, i de Paja, i de Pescado, que toman en la Mar con Balsas, porque no alcancan Canoas. Las Mugeres cubren sus verguencas con Yerva, i Paja. Es Gente mui apocada, i triste. Creemos, que cerca de la Costa, por la via de aquellos Pueblos, que nosotros truximos, ai mas de mil Leguas de Tierra poblada, i tienen mucho mantenimiento, porque siembran tres veces en el Ano Frisoles, i Maiz. Ai tres maneras de Venados, los de la vna de ellas son tamanos como Novillos de Castilla: ai Casas de asiento, que llaman Buhios, i tienen Yerva, i esto es de vnos Arboles, al tamano de Mancanos, i no es menester mas de coger la Fruta, i vntar la Flecha con ella; i sino tiene Fruta, quiebran vna Rama, i con la Leche que tienen hacen lo mesmo. Ai muchos de estos Arboles, que son tan ponconosos, que si majan las Hojas de el, i las laban en alguna Agua allegada, todos los Venados, i qualesquier otros Animales, que de ella beben, rebientan luego. En este Pueblo estuvimos tres dias, i a vna jornada de alli estaba otro, en el qual nos tomaron tantas Aguas, que porque vn Rio crescio mucho no lo podimos pasar, i nos detuvimos alli quince dias. En este tiempo Castillo vio al cuello de vn Indio vna Evilleta de Talabarte de Espada, i en ella cosido vn Clavo de herrar: tomosela, i preguntamosle, que cosa era aquella? i dixeronnos, que havian venido del Cielo. Preguntamosle mas, que quien la havia trido de alla? i respondieron, que vnos Hombres que traian barbas como nosotros, que havian venido del Cielo, i llegado a aquel Rio, i que traian Caballos, i Lancas, i Espadas, i que havian alanceado dos de ellos; i lo mas disimuladamente que podimos les preguntamos, que se havian hecho aquellos Hombres? i respondieronnos, que se havian ido a la Mar, i que metieron las Lancas por debaxo del Agua, i que ellos se havian tambien metido por debaxo, i que despues los vieron ir por cima, acia puesta del Sol. Nosotros dimos muchas gracias a Dios Nuestro Senor, por aquello que oimos, porque estabamos desconfiados de saber nuevas de Christianos: i por otra parte nos vimos en gran confusion, i tristeca, creiendo que aquella Gente no seria sino algunos, que havian venido por la Mar a descubrir: mas al fin, como tuvimos tan cierta nueva de ellos, dimonos mas priesa a nuestro camino, i siempre hallabamos mas nueva de Christianos; i nosotros les deciamos, que les ibamos a buscar, para decirles, que no los matasen, ni tomasen por Esclavos, ni los sacasen de sus Tierras, ni les hiciesen otro mal ninguno, i de esto ellos holgaban mucho. Anduvimos mucha Tierra, i toda la hallamos despoblada, porque los Moradores de ella andaban huiendo por las Sierras, sin osar tener Casas, ni labrar, por miedo de los Christianos. Fue cosa de que tuvimos mui gran lastima, viendo la Tierra mui fertil, i mui hermosa, i mui llena de Aguas, i de Rios, i ver los Lugares despoblados, i quemados, i la Gente tan flaca, i enferma, huida, i escondida toda; i como no sembraban, con tanta hambre, se mantenian con cortecas de Arboles, i Raices. De esta hambre a nosotros alcancaba parte en todo este camino, porque mal nos podian ellos proveer, estando tan desventurados, que parescia que se querian morir. Truxeronnos Mantas, de las que havian escondido por los Christianos, i dieronnoslas: i aun contaronnos, como otras veces havian entrado los Christianos por la Tierra, i havian destruido, i quemado los Pueblos, i llevado la mitad de los Hombres, i todas las Mugeres, i Muchachos, i que los que de sus manos se havian podido escapar, andaban huiendo. Como los viamos tan atemoricados, sin osar parar en ninguna parte, i que ni querian, ni podian sembrar, ni labrar la Tierra, antes estaban determinados de dexarse morir, i que esto tenian por mejor, que esperar ser tratados con tanta crueldad, como hasta alli, i mostraban grandisimo placer con nosotros, aunque temimos, que llegados a los que tenian la frontera con los Christianos, i Guerra con ellos, nos havian de maltratar, i hacer que pagasemos, lo que los Christianos contra ellos hacian. Mas como Dios Nuestro Senor fue servido de traernos hasta ellos, comenencaronnos a temer, i acatar, como los pasados, i aun algo mas, de que no quedamos poco maravillados: por donde claramente se ve, que estas Gentes todas, para ser atraidas a ser Christianos, i a obediencia de la Imperial Magestad, han de ser llevados con buen tratamiento, i que este es camino mui cierto, i otro no. Estos nos llevaron a vn Pueblo, que esta en vn cuchillo de vna Sierra, i se ha de subir a el por grande aspereca: i aqui, hallamos mucha Gente, que estaba junta, recogidos, por miedo de los Christianos. Recibieronnos mui bien, i dierronos quanto tenian, i dieronnos mas de dos mil cargas de Maiz, que dimos a aquellos miserables, i hambrientos, que hasta alli nos havian traido; i otro dia despachamos de alli quatro Mensageros por la Tierra, como lo acostumbrabamos hacer, para que llamasen, i convocasen toda la mas Gente que pudiesen; a vn Pueblo, que esta tres jornadas de alli; i hecho esto, otro dia nos partimos con toda la Gente, que alli estaba: i siempre hallabamos rastro, i senales adonde havian dormido Christianos; i a medio dia topamos nuestros Mensageros, que nos dixeron, que no havian hallado Gente, que toda andaba por los Montes escondidos, huiendo, porque los Christianos no los matasen, i hiciesen Esclavos: i que la noche pasada havian visto a los Christianos, estando ellos detras de vnos Arboles, mirando lo que hacian, i vieron como llevaban muchos Indios en Cadenas: i de esto se alteraron los que con nosotros venian, i algunos de ellos se bolvieron, para dar aviso por la Tierra, como venian Christianos, i muchos mas hicieran esto, si nosotros no les dixeramos que no lo hiciesen, ni tuviesen temor: i con esto se aseguraron, i holgaron mucho. Venian entonces con nosotros Indios de cien Leguas de alli, i no podiamos acabar con ellos, que se bolviesen a sus Casas; i por asegurarlos, dormimos aquella noche alli, i otro dia caminamos, i dormimos en el camino; i el siguiente dia, los que haviamos embiado por Mensageros, nos guiaron adonde ellos havian visto los Christianos; i llegados a hora de Visperas, vimos claramente, que havian dicho la verdad: i conocimos la Gente, que era de a Caballo, por las Estacas en que los Caballos havian estado atados. Desde aqui, que se llama el Rio de Petutan, hasta el Rio donde llego Diego de Guzman, puede haver hasta el, desde donde supimos de Christianos, ochenta Leguas: i desde alli al Pueblo donde nos tomaron las Aguas, doce Leguas; i desde alli, hasta la Mar del Sur, havia doce Leguas. Por toda esta Tierra, donde alcancan Sierras, vimos grandes muestras de Oro, i Alcohol, Hierro, Cobre, i otros Metales. Por donde estan las Casas de asiento es caliente, tanto, que por Enero hace gran calor. Desde alli acia el Mediodia, de la Tierra que es despoblada, hasta la Mar del Norte, es mui desastrada, i pobre, donde pasamos grande, i increible hambre; i los que por aquella Tierra habitan, i andan, es Gente crudelisima, i de mui mala inclinacion, i costumbres. Los Indios, que tienen Casa de aliento, i los de atras, ningun caso hacen de Oro, i Plata, ni hallan que pueda haver provecho de ello.

    CAPITULO XXXIII. Como vimos rastro de Christianos.

    Despues que vimos rastro claro de Christianos, i entendimos, que tan cerca estabamos de ellos, dimos muchas gracias a Dios Nuestro Senor, por querernos sacar de tan triste, i miserable captiverio; i el placer que de esto sentimos, juzguelo cada vno, quando pensare el tiempo que en aquella Tierra estuvimos, i los peligros, i trabajos porque pasamos. Aquella noche Yo rogue a vno de mis Companeros, que fuese tras los Christianos, que iban por donde nosotros dexabamos la Tierra asegurada, i havia tres dias de camino. A ellos se les hico de mal esto, escusandose por el cansancio, i trabajo: i aunque cada vno de ellos lo pudiera hacer mejor que Yo, por ser mas recios, i mas mocos, mas vista su voluntad, otro dia por la manana tome conmigo al Negro, i once Indios, i por el rastro que hallaba, siguiendo a los Christianos, pase por tres Lugares, donde havian dormido: i este dia anduve diez Leguas; i otro dia de manana alcance quatro Christianos de Caballo, que rescibieron gran alteracion de verme tan estranamente vestido, i en compania de Indios. Estuvieronme mirando mucho espacio de tiempo, tan atonitos, que ni me hablaban, ni acertaban a preguntarme nada. Yo les dixe, que me llevasen adonde estaba su Capitan: i asi fuimos media Legua de alli, donde estaba Diego de Alcaraz, que era el Capitan; i despues de haverlo hablado, me dixo, que estaba mui perdido alli, porque havia muchos dias, que no havia podido tomar Indios, i que no havia por donde ir, porque entre ellos comencaba a haver necesidad, i hambre; Yo le dixe, como atras quedaban Dorantes, i Castillo, que estaban diez Leguas de alli, con muchas Gentes, que nos havian traido: i el embio luego tres de Caballo, i cinquenta Indios, de los que ellos traian: i el Negro bolvio con ellos para guiarlos, i Yo quede alli, i pedi, que me diesen por Testimonio el Ano, i el Mes, i Dia, que alli havia llegado, i la manera en que venia, i ansi lo hicieron. De este Rio, hasta el Pueblo de los Christianos, que se llama Sant Miguel, que es de la Governacion de la Provincia, que dicen la Nueva Galicia, ai treinta Leguas.

    CAPITULO XXXIV. De como embie por los Christianos.

    Pasados cinco dias, llegaron Andres Dorantes, i Alonso del Castillo, con los que havian ido por ellos, i traian consigo mas de seiscientas Personas, que eran de aquel Pueblo, que los Christianos havian hecho subir al Monte, i andaban escondidos por la Tierra, i los que hasta alli con nosotros havian venido, los havian sacado de los Montes, i entregado a los Christianos, i ellos havian despedido todas las otras Gentes, que hasta alli havian traido; i venidos adonde Yo estaba, Alcaraz me rogo, que embiasemos a llamar la Gente de los Pueblos, que estan a vera del Rio, que andaban ascondidos por los Montes de la Tierra, i que les mandasemos que truxesen de comer, aunque esto no era menester, porque ellos siempre tenian cuidado de traernos todo lo que podian; i embiamos luego nuestros Mensageros a que los llamasen, i vinieron seiscientas Personas, que nos truxeron todo el Maiz que alcancaban, i traianlo en vnas ollas tapadas con barro, en que lo havian enterrado, i escondido, i nos truxeron todo lo mas que tenian, mas nosotros no quisimos tomar de todo ello, sino la comida, i dimos todo lo otro a los Christianos, para que entre si lo repartiesen; i despues de esto pasamos muchas, i grandes pendencias con ellos, porque nos querian hacer los Indios que traimos Esclavos; i con este enojo, al partir dexamos muchos Arcos Turquescos, que traiamos, i muchos Currones, i Flechas, i entre ellas las cinco de las Esmeraldas, que no se nos acordo de ellas, i ansi las perdimos. Dimos a los Christianos muchas Mantas de Vaca, i otras cosas que traiamos: vimonos con los Indios en mucho trabajo, porque se bolviesen a sus Casas, i se asegurasen, i sembrasen su Maiz. Ellos no querian sino ir con nosotros, hasta dexarnos, como acostumbraban, con otros Indios; porque si se bolviesen sin hacer esto, temian que se moririan, que para ir con nosotros no temian a los Christianos, ni a sus Lancas. A los Christianos les pesaba de esto, i hacian, que su Lengua les dixese, que nosotros eramos de ellos mismos, i nos haviamos perdido muchos tiempos havia, i que eramos Gente de poca suerte, i valor, i que ellos eran los Senores de aquella Tierra, a quien havian de obedescer, i servir. Mas todo esto los Indios tenian en mui poco, o nonada de lo que les decian: antes vnos con otros, entre si platicaban, diciendo, que los Christianos mentian, porque nosotros veniamos de donde salia el Sol, i ellos donde se pone: i que nosotros sanabamos los enfermos, i ellos mataban los que estaban sanos: i que nosotros veniamos desnudos, i descalcos, i ellos vestidos, i en Caballos, i con Lancas: i que nosotros no teniamos cobdicia de ninguna cosa, antes todo quanto nos daban, tornabamos luego a dar, i con nada nos quedabamos, i los otros no tenian otro fin, sino robar todo quanto hallaban, i nunca daban nada a nadie; i de esta manera relataban todas nuestras cosas, i las encarescian por el contrario de los otros; i asi les respondieron a la Lengua de los Christianos, i lo mismo hicieron saber a los otros, por vna Lengua, que entre ellos havia, con quien nos entendiamos, i aquellos que la vsan llamamos propriamente Primahaitu (que es como decir Vascongados) la qual mas de quatrocientas Leguas de las que anduvimos, hallamos vsada entre ellos, sin haver otra por todas aquellas Tierras. Finalmente nunca pudo acabar con los Indios creer, que eramos de los otros Christianos, i con mucho trabajo, i importunacion los hecimos bolver a sus Casas, i les mandamos, que se asegurasen, i asentasen sus Pueblos, i sembrasen, i labrasen la Tierra, que de estar despoblada estaba ia mui llena de Monte, la qual sin dubda es la mejor de quantas en estas Indias ai, i mas fertil, i abundosa de Mantenimientos, i siembran tres veces en el Ano. Tiene muchas Frutas, i mui hermosos Rios, i otras muchas Aguas mui buenas. Ai muestras grandes, i senales de Minas de Oro, i Plata: la Gente de ella es mui bien acondicionada: sirven a los Christianos (los que son Amigos) de mui buena voluntad. Son mui dispuestos mucho mas que los de Mexico; i finalmente, es Tierra, que ninguna cosa le falta; para ser mui buena. Despedidos los Indios, nos dixeron, que harian lo que mandabamos, i asentarian sus Pueblos, si los Christianos los dexaban; i Yo asi lo digo, i afirmo por mui cierto, que si no lo hicieren, sera por culpa de los Christianos.

    Despues que hovimos embiado a los Indios en paz, i regraciadoles el trabajo, que con nosotros havian pasado, los Christianos nos embiaron (debaxo de cautela) a vn Cebreros, Alcalde, i con el otros dos. Los quales nos llevaron por los Montes, i despoblados, por apartarnos de la conversacion de los Indios, i porque no viesemos, ni entendiesemos lo que de hecho hicieron: donde paresce quanto se enganan los pensamientos de los Hombres, que nosotros andabamos a les buscar libertad, i quando pensabamos que la teniamos, sucedio tan al contrario, porque tenian acordado de ir a dar en los Indios que embiabamos, asegurados, i de paz; i ansi como lo pensaron, lo hicieron: llevaronnos por aquellos Montes dos dias, sin Agua, perdidos, i sin camino, i todos pensamos perescer de sed, i de ella se nos ahogaron siete Hombres, i muchos Amigos, que los Christianos traian consigo, no pudieron llegar hasta otro dia a medio dia, adonde aquella noche hallamos nosotros el Agua: i caminamos con ellos veinte i cinco Leguas, poco mas, o menos; i al fin de ellas llegamos a vn Pueblo de Indios de Paz; i el Alcalde que nos llevaba nos dexo alli, i el paso adelante otras tres Leguas a vn Pueblo, que se llamaba Culiacan, adonde estaba Melchior Diaz, Alcalde Maior, i Capitan de aquella Provincia.

    CAPITULO XXXV. De como el Alcalde Maior nos rescibio bien la noche que llegamos.

    Como el Alcalde Maior fue avisado de nuestra salida, i venida, luego aquella noche partio, i vino adonde nosotros estabamos, i lloro mucho con nosotros, dando loores a Dios Nuestro Senor, por haver vsado de tanta misericordia con nosotros, i nos hablo, i trato mui bien; i de parte del Governador Nuno de Guzman, i suia, nos ofrescio todo lo que tenia, i podia: i mostro mucho sentimiento de la mala acogida, i tratamiento, que en Alcaraz, i los otros haviamos hallado; i tuvimos por cierto, que si el se hallara alli, se escusara lo que con nosotros, i con los Indios se hico; i pasada aquella noche, otro dia nos partimos, i el Alcalde Maior nos rogo mucho, que nos detuviesemos alli, i que en esto hariamos mui gran servicio a Dios, i a V. Mag. porque la Tierra estaba despoblada, sin labrarse, i toda mui destruida, i los Indios andaban escondidos, i huidos por los Montes, sin querer venir a hacer asiento en sus Pueblos, i que los embiasemos a llamar, i les mandasemos, de parte de Dios, i de V. Mag. que viniesen, i poblasen en lo llano, i labrasen la Tierra. A nosotros nos parescio esto mui dificultoso de poner en efecto, porque no traimos Indio ninguno de los nuestros, ni de los que nos solian acompanar, i entender en estas cosas. En fin, aventuramos a esto dos Indios de los que traian alli captivos, que eran de los mismos de la Tierra, i estos se havian hallado con los Christianos, quando primero llegamos a ellos, i vieron la Gente que nos acompanaba, i supieron de ellos la mucha autoridad, i dominio, que por todas aquellas Tierras haviamos traido, i tenido, i las maravillas, que haviamos hecho, i los enfermos que haviamos curado, i otras muchas cosas; i con estos Indios mandamos a otros del Pueblo, que juntamente fuesen, i llamasen los Indios, que estaban por las Sierras alcados, i los del Rio de Petaan, donde haviamos hallado a los Christianos, i que les dixesen, que viniesen a nosotros, porque les queriamos hablar; i para que fuesen seguros, i los otros viniesen, les dimos vn Calabacon de los que nosotros traiamos en las manos (que era nuestra principal insignia, i muestra de gran estado) i con este ellos fueron, i anduvieron por alli siete dias, i al fin de ellos vinieron, i truxeron consigo tres Senores de los que estaban alcados por las Sierras, que traian quince Hombres, i nos truxeron Cuentas, i Turquesas, i Plumas; i los Mensageros nos dixeron, que no havian hallado a los Naturales del Rio donde haviamos salido, porque los Christianos los havian hecho otra vez huir a los Montes; i el Melchior Diaz dixo a la Lengua, que de nuestra parte les hablase a aquellos Indios, i les dixese, como venia de parte de Dios, que esta en el Cielo, i que haviamos andado por el Mundo muchos Anos, diciendo a toda la Gente, que haviamos hallado, que creiesen en Dios, i lo sirviesen, porque era Senor de todas quantas cosas havia en el Mundo, i que el daba galardon, i pagaba a los buenos, i pena perpetua de fuego a los malos; i que quando los buenos morian, los llevaba al Cielo, donde nunca nadie moria, ni tenian hambre, ni frio, ni sed, ni otra necesidad ninguna, sino la maior gloria, que se podria pensar; i que los que no le querian creer, ni obedescer sus Mandamientos, los echaba debaxo la Tierra, en compania de los Demonios, i en gran fuego, el qual nunca se havia de acabar, sino atormentarlos para siempre; i que allende de esto, si ellos quisiesen ser Christianos, i servir a Dios, de la manera que les mandasemos, que los Christianos les ternian por Hermanos, i los tratarian mui bien, i nosotros les mandariamos, que no les hiciesen ningun enojo, ni los sacasen de sus Tierras, sino que fuesen grandes Amigos suios: mas que si esto no quisiesen hacer, los Christianos les tratarian mui mal, i se los llevarian por Esclavos a otras Tierras. A esto respondieron a la Lengua, que ellos serian mui buenos Christianos, i servirian a Dios; i preguntados en que adoraban, i sacrificaban, i a quien pedian el Agua para sus Maicales, i la salud para ellos? Respondieron, que a vn Hombre que estaba en el Cielo. Preguntamosles, como se llamaba? Y dixeron, que Aguar, i que creian, que el havia criado todo el Mundo, i las cosas de el. Tornamosles a preguntar, como sabian esto? Y respondieron, que sus Padres, i Abuelos se lo havian dicho, que de muchos tiempos tenian noticia de esto, i sabian, que el Agua, i todas las buenas cosas las embiaba aquel. Nosotros les diximos, que aquel que ellos decian, nosotros lo llamabamos Dios, i que ansi lo llamasen ellos, i lo sirviesen, i adorasen como mandabamos, i ellos se hallarian mui bien de ello. Respondieron, que todo lo tenian mui bien entendido, i que asi lo harian; i mandamosles, que baxasen de las Sierras, i viniesen seguros, i en paz, i poblasen toda la Tierra, i hiciesen sus Casas, i que entre ellas hiciesen vna para Dios, i pusiesen a la entrada vna Cruz, como la que alli teniamos, i que quando viniesen alli los Christianos, los saliesen a rescebir con las Cruces en las manos, sin los Arcos, i sin Armas, i los llevasen a sus Casas, i les diesen de comer de lo que tenian, i por esta manera no les harian mal, antes serian sus Amigos; i ellos dixeron, que ansi lo harian como nosotros lo mandabamos: i el Capitan les dio Mantas, i los trato mui bien; i asi se bolvieron, llevando los dos, que estaban captivos, i havian ido por Mensageros. Esto paso en presencia del Escrivano, que alli tenian, i otros muchos Testigos.

    CAPITULO XXXVI. De como hecimos hacer Iglesias en aquella Tierra.

    Como los Indios se bolvieron, todos los de aquella Provincia, que eran Amigos de los Christianos, como tuvieron noticia de nosotros, nos vinieron a ver, i nos truxeron Cuentas, i Plumas; i nosotros les mandamos, que hiciesen Iglesias, i pusiesen Cruces en ellas, porque hasta entonces no las havian hecho; i hecimos traer los Hijos de los Principales Senores, i bapticarlos; i luego el Capitan hico Pleito omenage a Dios, de no hacer, ni consentir hacer entrada ninguna, ni tomar Esclavo por la Tierra, i Gente, que nosotros haviamos asegurado; i que esto guardaria, i cumpliria, hasta que su Magestad, i el Governador Nuno de Guzman, o el Visorrei en su nombre proveiesen en lo que mas fuese servicio de Dios; i de su Mag. i despues de bauticados los Ninos, nos partimos para la Villa de Sant Miguel, donde como fuimos llegados vinieron Indios, que nos dijeron, como mucha Gente bajaba de las Sierras, i poblaban en lo llano, i hacian Iglesias, i Cruces, i todo lo que les haviamos mandado: i cada Dia teniamos nuevas de como esto se iba haciendo, i cumpliendo mas enteramente; i pasados quince Dias, que alli aviamos estado, llego Alcaraz con los Christianos que havian ido en aquella entrada, i contaron al Capitan, como eran bajados de las Sierras los Indios, i havian poblado en lo llano, i havian hallado Pueblos con mucha Gente, que de primero estaban despoblados, i desiertos, i que los Indios les salieron a recibir con Cruces en las manos, i los llevaron a sus Casas, i les dieron de lo que tenian, i durmieron con ellos alli aquella noche. Espantados de tal novedad, i de que los Indios les dixeron, como estaban ia asegurados, mando que no les hiciesen mal, i ansi se despidieron. Dios Nuestro Senor por su infinita misericordia quiera, que en los dias de V. Magestad, i debajo de vuestro Poder, i Senorio, estas Gentes vengan a ser verdaderamente, i con entera voluntad sujetas al verdadero Senor que las crio, i redimio. Lo qual tenemos por cierto que asi sera, i que V. Magestad ha de Ser el que lo ha de poner en efecto (que no sera tan dificil de hacer) porque dos mil Leguas que anduvimos por Tierra, i por la Mar en las Barcas, i otros diez Meses que despues de salidos de Captivos, sin parar anduvimos por la Tierra, no hallamos Sacrificios, ni Idolatria. En este tiempo travesamos de vna Mar a otra; i por la noticia que con mucha diligencia alcancamos a entender de vna Costa a la otra, por lo mas ancho, puede haver docientas Leguas: i alcancamos a entender, que en la Costa del Sur, ai Perlas, i mucha riqueca, i que todo lo mejor, i mas rico esta cerca della. En la Villa de Sant Miguel estuvimos hasta quince Dias del Mes de Maio; i la causa de detenernos alli tanto, fue porque de alli hasta la Ciudad de Compostela, donde el Governador Nuno de Guzman residia, ai cien Leguas, i todas son despobladas, i de enemigos: i ovieron de ir con nosotros Gente, con que iban veinte de Caballo, que nos acompanaron hasta quarenta Leguas: i de alli adelante vinieron con nosotros seis Christianos, que traian quinientos Indios hechos Esclavos; i llegados en Compostela, el Governador nos rescibio mui bien, i de lo que tenia nos dio de vestir: lo qual Yo por muchos Dias no pude traer, ni podiamos dormir sino en el suelo: i pasados diez, o doce Dias, partimos para Mexico, i por todo el camino fuimos bien tratados de los Christianos, i muchos nos salian a ver por los Caminos, i daban gracias a Dios de avernos librado de tantos peligros. Llegamos a Mexico Domingo, vn Dia antes de la Vispera de Santiago, donde del Visorei, i del Marques de el Valle fuimos mui bien tratados, i con mucho placer rescibidos, i nos dieron de vestir, i ofrescieron todo lo que tenian, i el Dia de Santiago ovo Fiesta, i juego de Canas, i Toros.

    CAPITULO XXXVII. De lo que acontescio quando me quise venir.

    Despues que descansamos en Mexico dos Meses, Yo me quise venir en estos Reinos: i iendo a embarcar en el Mes de Octubre, vino vna tormenta que dio con el Navio al traves, i se perdio: i visto esto, acorde de dejar pasar el Invierno, porque en aquellas partes es mui recio tiempo para navegar en el: i despues de pasado el Invierno por Quaresma, nos partimos de Mexico Andres Dorantes, i Yo para la Vera-Cruz para nos embarcar, i alli estuvimos esperando tiempo hasta Domingo de Ramos que nos embarcamos, i estuvimos embarcados mas de quince Dias por falta de tiempo; i el Navio en que estabamos, hacia mucha Agua. Yo me sali de el, i me pase a otros de los que estaban para venir, i Dorantes se quedo en aquel: i a diez Dias de el Mes de Abril partimos del Puerto tres Navios, i navegamos juntos ciento i cinquenta Leguas: i por el camino los dos Navios hacian mucha Agua, i vna noche nos perdimos de su conserva; porque los Pilotos, i Maestros, segun despues parescio, no osaron pasar adelante con sus Navios, i bolvieron otra vez al Puerto do havian partido, sin darnos cuenta de ello, ni saber mas de ellos, i nosotros seguimos nuestro viage; i a quatro Dias de Maio llegamos al Puerto de la Havana, que es en la Isla de Cuba, adonde estuvimos esperando los otros dos Navios, creiendo que vernian hasta dos Dias de Junio, que partimos de alli con mucho temor de topar con Franceses, que havia pocos Dias que havian tomado alli tres Navios nuestros: i llegados sobre la Isla de la Belmuda, nos tomo vna tormenta, que suele tomar a todos los que por alli pasan, la qual es conforme a la Gente, que dicen que en ella anda, i toda vna noche nos tuvimos por perdidos, i plugo a Dios, que venida la manana ceso la tormenta, i seguimos nuestro camino. A cabo de veinte i nueve Dias que partimos de la Habana, haviamos andado mil i cien Leguas, que dicen que ai de alli hasta el Pueblo de los Acores: i pasando otro Dia por la Isla, que dicen del Cuervo, dimos con vn Navio de Franceses, a hora de medio dia nos comenco a seguir, con vna Carabela que traia, tomada de Portugueses, i nos dieron caca, i aquella tarde vimos otras nueve Velas, i estaban tan lejos, que no podimos conocer si eran Portugueses, o de aquellos mismos que nos seguian: i quando anochecio, estaba el Frances a tiro de Lombarda de nuestro Navio; i desque fue obscuro, hurtamos la derrota, por desviarnos de el; i como iba tan junto de nosotros, nos vio, i tiro la via de nosotros, i esto hecimos tres, o quatro veces: i el nos pudiera tomar si quisiera, sino que lo dejaba para la manana. Plugo a Dios, que quando amanecio, nos hallamos el Franceses, i nosotros juntos, i cercados de las nueve Velas que he dicho, que a la tarde antes aviamos visto, las quales conosciamos ser de la Armada de Portugal, i di gracias a Nuestro Senor, por averme escapado de los trabajos de la Tierra, i peligros de la Mar: i el Frances como conoscio ser el Armada de Portugal, solto la Caravela que traia tomada, que venia cargada de Negros, la qual traian consigo, para que creiesemos que eran Portugueses, i la esperasemos; i quando la solto, dijo al Maestre, i Piloto de ella, que nosotros eramos Franceses, i de su conserva: i como dijo esto, metio sesenta remos en su Navio, i ansi a remo, i a vela se comenco a ir; i andaba tanto, que no se puede creer; i la Caravela que solto, se fue al Galeon, i dijo al Capitan, que el nuestro Navio, i el otro eran de Franceses: i como nuestro Navio arribo al Galeon, i como toda la Armada via que ibamos sobre ellos, teniendo por cierto que eramos Franceses, se pusieron a punto de Guerra, i vinieron sobre nosotros: i llegados cerca les salvamos. Conoscio que eramos Amigos, se hallaron burlados por averseles escapado aquel Cosario, con aver dicho que eramos Franceses, i de su compania, i asi fueron quatro Caravelas tras el: i llegado a nosotros el Galeon despues de averles saludado, nos pregunto el Capitan Diego de Silveira, que de donde veniamos, i que Mercaderia traiamos: i le respondimos, que veniamos de la Nueva-Espana, i que traiamos Plata, i Oro: i preguntonos que tanto seria, el Maestro le dixo que traeria trecientos mil Castellanos. Respondio el Capitan: Boa fee, que venis muito ricos, pero tracedes mui ruin Navio, i muito ruin Artilleria, o fide puta can a renegado Frances, i que bon bocado perdeo, vota Deus. Ora sus pois vos avedes escapado, seguime, i non vos apartedes de mi, que con aiuda de Deus eu vos porne en Castela. Y dende a poco bolvieron las Caravelas que havian seguido tras el Frances, porque les parescio que andaba mucho, i por no dejar el Armada que iba en guarda de tres Naos que venian cargadas de Especeria; i asi llegamos a la Isla Tercera, donde estuvimos reposando quince Dias tomando refresco, i esperando otra Nao, que venia cargada de la India, que era de la conserva de las tres Naos que traia el Armada: i pasados los quince Dias nos partimos de alli con el Armada, i llegamos al Puerto de Lisbona a nueve de Agosto, Vispera de Senor Sant Laurencio, Ano de mil i quinientos i treinta i siete Anos. Y porque es asi la verdad, como arriba en esta Relacion digo, lo firme de mi nombre. Cabeca de Vaca. Estaba firmado de su nombre, i con el Escudo de sus Armas, la Relacion donde este se saco.

    CAPITULO XXXVIII. De lo que suscedio a los demas que entraron en las Indias.

    Pues he hecho relacion de todo lo susodicho en el viage, i entrada, i salida de la Tierra hasta bolver a estos Reinos, quiero asimismo hacer memoria, i Relacion de lo que hicieron los Navios, i la Gente que en ellos quedo, de lo qual no he hecho memoria en lo dicho atras; porque nunca tuvimos noticia de ellos hasta despues de salidos, que hallamos mucha Gente de ellos en la Nueva-Espana, i otros aca en Castilla, de quien supimos el suceso, i todo el fin de ello de que manera paso. Despues que dejamos los tres Navios, porque el otro era ia perdido en la Costa Braba, los quales quedaban a mucho peligro, i quedaban en ellos hasta cien personas con pocos mantenimientos, entre los quales quedaban diez Mugeres casadas, i vna de ellas havia dicho al Governador muchas cosas que le acaecieron en el viage antes que le suscediesen: i esta le dijo, quando entraba por la Tierra, que no entrase, porque ella creia, que el, ni ninguno de los que con el iban, no saldrian de la Tierra: i que si alguno saliese, que haria Dios por el mui grandes milagros; pero creia, que fuesen pocos los que escapasen, o no ningunos; i el Governador entonces le respondio, que el, i todos los que con el entraban iban a pelear, i conquistar muchas, i mui estranas Gentes, i Tierras: i que tenia por mui cierto, que conquistandolas havian de morir muchos; pero aquellos que quedasen, serian de buena ventura, i quedarian mui ricos, por la noticia que el tenia de la riqueca que en aquella Tierra havia: i dijole mas, que le rogaba que ella le dijese las cosas que havia dicho pasadas, i presentes, quien se las havia dicho. Ella le respondio, i dijo, que en Castilla, vna Mora de Hornachos se lo havia dicho, lo qual antes que partiesemos de Castilla, nos lo havia a nosotros dicho, i nos havia suscedido todo el viage de la misma manera que ella nos havia dicho. Y despues de aver dejado el Governador por su Teniente, i Capitan de todos los Navios, i Gente, que alli dejaba a Carvallo, natural de Cuenca de Huete, nosotros nos partimos de ellos, dejandoles el Governador mandado, que luego en todas maneras se recogiesen todos a los Navios, i siguiesen su viage derecho la via del Panuco, i iendo siempre costeando la Costa, i buscando lo mejor que ellos pudiesen el Puerto, para que en hallandolo parasen en el, i nos esperasen. En aquel tiempo que ellos se recogian en los Navios, dicen que aquellas personas que alli estaban, vieron, i oieron todos mui claramente, como aquella Muger dijo a las otras, que pues sus Maridos entraban por la Tierra adentro, i ponian sus personas en tan gran peligro, no hiciesen en ninguna manera cuenta de ellos: i que luego mirasen con quien se havian de casar, porque ella asi lo havia de hacer, i asi lo hico, que ella, i las demas se casaron, i amancebaron con los que quedaron en los Navios; i despues de partidos de alli los Navios hicieron vela, i siguieron su viage, i no hallaron el Puerto adelante, i bolvieron atras: i cinco Leguas mas abajo de donde aviamos desembarcado, hallaron el Puerto, que entraba siete, o ocho Leguas la Tierra adentro, i era el mismo que nosotros aviamos descubierto, adonde hallamos las Cajas de Castilla, que atras se ha dicho, a do estaban los cuerpos de los Hombres muertos, los quales eran Christianos: i en este Puerto, i esta Costa anduvieron los tres Navios, i el otro que vino de la Habana, i el Vergantin buscandonos cerca de vn Ano, i como no nos hallaron fueronse a la Nueva-Espana. Este Puerto que decimos, es el mejor de el Mundo, i entra la Tierra adentro siete, o ocho Leguas, i tiene seis bracas a la entrada, i cerca de Tierra tiene cinco, i es Lama el suelo de el, i no ai Mar dentro, ni tormenta brava, que como los Navios que cabran en el son muchos, tiene mui gran cantidad de Pescado. Esta cien Leguas de la Habana, que es vn Pueblo de Christianos en Cuba, i esta a Norte Sur, con este Pueblo, i aqui reinan las Brisas siempre, i van, i vienen de vna parte a otra en quatro Dias, porque los Navios van, i vienen a Quartel.

    Y pues he dado relacion de los Navios, sera bien que diga quien son, i de que Lugar de estos Reinos, los que Nuestro Senor fue servido de escapar de estos trabajos. El primero, es Alonso del Castillo Maldonado, natural de Salamanca, hijo del Doctor Castillo, i de Dona Aldonca Maldonado. El segundo, es Andres Dorantes, hijo de Pablo Dorantes, natural de Bejar, i Vecino de Gibraleon. El tercero, es Alvar Nunez Cabeca de Vaca, hijo de Francisco de Vera, i nieto de Pedro de Vera el que gano a Canaria, i su Madre se llamaba Dona Teresa Cabeca de Vaca, natural de Xerez de la Frontera. El quarto, se llama Estevanico, es Negro Alarabe, natural de Acamor.

    TABLA

    DE LO MAS ESPECIAL CONTENIDO EN LOS

    Naufragios, y Relacion de la Florida de Alvar Nunez Cabeca de Vaca.

    [Nota del transcriptor: Esta Tabla no se incluye en esta edicion digital.]